El cohete Protón despegó de Kazajstán y transporta una sonda capaz de detectar gases
ExoMars se enfoca en la detección de metano, porque en la Tierra aparece en 90% de las actividades biológicas
Se prevé que la sonda se pose en el planeta rojo el 19 de octubre
Martes 15 de marzo de 2016, p. 2
Baikonur.
La misión ruso-europea ExoMars 2016, que buscará posibles pruebas de actividad biológica en la superficie de Marte, dejó atrás la órbita alrededor de la Tierra ayer por la noche para emprender su largo viaje, anunció la Agencia Espacial Europea (ESA).
El director de vuelo confirma que se separó con éxito de la etapa de propulsión Briz-M
del cohete ruso Protón, anunció la agencia en la red social Twitter, anunciando así su salida de la órbita terrestre y su partida rumbo al planeta rojo.
El lanzamiento de la misión ExoMars 2016 desde el cosmódromo de Baikonur, en Kazajstán, da inicio a la primera fase de su largo viaje hacia Marte.
La misión, montada pese a las persistentes tensiones y las recíprocas sanciones adoptadas entre la Unión Europea y Rusia, permite a los europeos volver a Marte, tras un primer éxito en 2003, y a los rusos concretar su sueño de explorar un día el planeta rojo.
El cohete Protón, que despegó a las 9:31 horas de las estepas de Kazajistán, transporta una sonda capaz de detectar gases a nivel de vestigios, llamada TGO (Trace Gaz Orbiter), que será como una gran nariz en el espacio
, ilustra el argentino Jorge Vago, responsable científico de este programa para la Agencia Espacial Europea (ESA).
El cohete lleva además un módulo de prueba de aterrizaje, bautizado Schiaparelli, nombre del astrónomo italiano del siglo XIX Giovanni Schiaparelli, célebre por haber observado los llamados canales
de Marte.
ExoMars está actualmente en órbita alrededor de la Tierra y va a encender tres veces sus propulsores para tomar velocidad y dirigirse a Marte, según la ESA.
Un viaje de siete meses
Si todo va bien, tras un viaje de siete meses en el que recorrerá 496 millones de kilómetros, el módulo de aterrizaje se separará de la sonda el 16 de octubre y se posará en el planeta rojo tres días después.
El módulo Schiaparelli pesa 600 kilos y tiene las dimensiones de un coche pequeño. Ante la ausencia de paneles solares, su vida útil será de entre dos y cuatro días. Está equipado con una estación meteorológica básica.
Una vez lanzado el módulo de aterrizaje, la sonda TGO entrará en una órbita elíptica e irá disminuyendo su velocidad para ubicarse en una órbita circular a 400 kilómetros de altitud sobre Marte.
Hacia fines de 2017 comenzará su tarea científica. Equipada con instrumentos europeos y rusos, la sonda TGO buscará vestigios de gases en la atmósfera del planeta, especialmente aquellos con base de carbono, como el metano.
Ese gas interesa a los científicos porque en la Tierra aparece en 90 por ciento de los orígenes biológicos. Además, su vida tiene una duración limitada. En consecuencia, su eventual detección por la TGO podría ser un índice posible de la presencia actual de una vida microorgánica en Marte.
La misión Exomars 2016, que inicialmente se contempló en colaboración con Estados Unidos, fue finalmente realizada con Rusia tras la defección de la NASA en 2011 por razones presupuestarias.
Luego vendrá el turno de otra misión ruso-europea, ExoMars 2018, que enviará un vehículo para que busque señales de vida pasada sobre Marte. Prevista para 2018, podría sufrir retrasos.
Esta es la segunda vez que Europa pone rumbo a Marte. En 2003 lanzó con éxito Mars Express, que cumplió con su misión científica.
Pero el pequeño módulo de aterrizaje británico Beagle 2 lanzado por Mars Express nunca dio señales de vida. Fue ubicado, 11 años después, parcialmente desplegado sobre la superficie del planeta.
Por su parte, Rusia, heredera de la Unión Soviética –que envió el primer hombre al espacio y el primer robot a la Luna–, sueña con explorar Marte y reverdecer anteriores laureles espaciales, pese a la crisis económica y a algunos reveses recientes.
El futuro Objetivo Marte también ha impulsado experiencias como la llevada a cabo por el astronauta estadunidense Scott Kelly y el cosmonauta Mijail Kornienko, quienes volvieron a la Tierra el 2 de marzo pasado, tras pasar casi un año en órbita.