La fe religiosa es una cadena, un imán, una voluntad colectiva que se defiende del sol inclemente, tatemador, como el de ayer en Iztapalapa, en el cierre de la etapa de carnavales en esta delegación, que anuncia el comienzo de la Semana Santa dentro de siete días.

Cada comparsa varía en el número de personas, en la cantidad de carros alegóricos, en algunos los motivos son difíciles de decodificar, como el de un gran oso de peluche encima de una camioneta.

Tres reinas eran transportadas en un camión de redilas, con atuendos semiangelicales, o por lo menos esa fue la idea. Todas las comparsas, eso sí, arrastran su banda sinaloense, que se la rifan durante varios kilómetros. Nada más hay que ver cómo le echa ganas el de la tuba. Cuetes de todos tipos, los de pólvora y los del pisto. Hay una tolerancia y los polis no se meten con ellos.

Un puesto de alcoholemia detiene a los micros. Uno que va a Zapata cae ante la prueba. Es un chofer-chavo que le dio un jale a una cerveza, para la calor, y porque va oyendo la estación grupera La Comadre y sus éxitos-comadrazos.

Insultos contra un policía

Un policía es insultado por una pasajera: ¡Pinches muertos de hambre! ¿Cuánto le van a sacar? El oficial se defiende: Si choca y usted o su hijo salen heridos, luego se va a quejar porque no hicimos nada.

Todas la comparsas llegan a la iglesia y los músicos por fin descansan.

Los carnavales tienen orígenes remotos; fueron traídos por los españoles, y reprimidos por la Inquisición, aunque después surgieron clandestinamente. Son representivos los de Iztapalapa y otras demarcaciones: Culhuacán, Santa Cruz Meyehualco, Santa María Aztahuacán, Santa Marta Acatitla, San Lorenzo Tezonco, San Sebastián Tecoloxtitlán, Santiago Acahualtepec y Santa María Tomatlán.

En Iztapalapa destacan los disfraces de charros, de personajes de caricaturas y de películas. En las casas de las reinas todo acabará con una pachanga marca llorarás.

Algunos participantes respondieron ayer que no sabían desde cuándo se realizan los carnavales, pero que ellos van porque desde niños los llevaban sus papás.