Brasilia.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, descartó ayer la posibilidad de renunciar a su cargo. Aseguró que sería un gran orgullo tener a su antecesor y padrino político, Luiz Inacio Lula da Silva, en su gabinete, aunque no adelantó si lo nombrará en algún ministerio.

En declaraciones realizadas en momentos en que el ex gobernante es investigado por corrupción, la mandataria aseveró: No tengo ningún interés en renunciar. No me resigno.

Rousseff manifestó en rueda de prensa que nadie tiene derecho de pedir la renuncia de un presidente legítimamente electo sin dar pruebas de que ha violado la Constitución.

La gobernante respondió así al presidente del opositor Partido Socialista Democrático de Brasil (PSDB), Aecio Neves, quien dijo esta semana que en un gesto magnánimo Rousseff debía renunciar.

Perdió las condiciones mínimas para gobernar y permita con su dimisión que Brasil inicie una nueva etapa en su historia, dijo Neves, derrotado por Rousseff en las pasadas elecciones presidenciales.

La mandataria, relecta con un ajustado margen en 2014, culpó a sus contrincates de provocar una crisis política que ya dañó la economía brasileña, la cual se contrajo 3.8 por ciento el año pasado. Luego afirmó que el puesto del ministro de Hacienda, Nelson Barbosa, está seguro.

A una pregunta sobre recientes reportes de la prensa de que podría nombrar a Lula da Silva en un cargo ministerial para protegerlo de un posible juicio por cargos de corrupción y lavado de dinero, señaló que estaría extremamente orgullosa de tenerlo en su gabinete. Pero no voy a discutir con ustedes si él va a ser o no parte del gobierno.

De acuerdo con la ley brasileña, solamente la Corte Suprema puede autorizar la investigación, encarcelamiento y juicio contra miembros del gabinete.

La mandataria enfrenta en el Congreso un proceso de impeachment por el supuesto maquillaje de cuentas públicas y que la máxima corte electoral decida sobre la denuncia de supuesto financiamiento ilegal a su campaña de relección.

Los episodios ante la justicia de Lula, ícono de la izquierda brasileña y fundador del Partido de los Trabajadores (PT), dan una nueva dimensión a la crisis. El ex mandatario ya fue llevado por la fuerza a declarar hace una semana por el caso Lava Jato, que desde la ciudad de Curitiba indaga la trama de corrupción tejida en la estatal Petrobras.

Por otro lado, fiscales de Sao Paulo lo denunciaron esta semana por ocultar patrimonio, lavado de dinero y dar información falsa al no declarar un lujoso apartamento que, sospechan, es de su propiedad, aunque legalmente pertenece a la constructora OAS, involucrada en el fraude contra la petrolera. La fiscalía paulista solicitó incluso su detención provisional por este caso, generando el repudio de la izquierda en el poder e incluso de la oposición.

Es un acto que sobrepasa el sentido común y es un acto de injusticia. Es un absurdo que un país asista calmadamente a un acto así contra un líder responsable de grandes transformaciones, apuntó Rousseff.

Así, una manifestación fue convocada para mañana por diversos grupos y partidos opositores. Los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Ecuador, Rafael Correa, expresaron su apoyo a Lula. Si lo meten preso, Lula va a ser tan grande como Nelson Mandela, comentó el gobernante venezolano.