uando se señala que algo está como en el mundo al revés, significa que las cosas se hacen precisamente al contrario de lo que deberían ser. Voy a dar algunos ejemplos de esto, que tienen vigencia al día de hoy. En Estados Unidos se presenta cotidianamente un espectáculo realmente vergonzoso entre los candidatos a la presidencia por parte del Partido Republicano. Dos candidatos que van rezagados en comparación con el que va ganando en las preferencias (o sea Trump) buscan la manera más agresiva para insultarlo y demeritarlo, con lo cual ese señor realmente recibe lo que se merece. El problema es que Trump les arrebató desde un principio el discurso racista y fóbico hacia los mexicanos y otras minorías, que ellos también tienen, pero resulta que el primero lo hizo muy bien. Y ahí está el asunto que nos debería preocupar. ¿Cómo es posible que un discurso insultante, fóbico, racista y lleno además de mentiras y despropósitos logre aglutinar tal entusiasmo en sectores amplios de los votantes gringos? Pues sencillo, es que todos ellos son iguales a Trump. Lo que hizo este señor fue manifestar lo que una amplia mayoría de estadunidenses piensa, igualito que él, pero no habían logrado sacarlo a relucir públicamente. Ahora ya tienen a su vocero. Todo el discurso estadunidense de que ellos son buenos, que defienden la democracia y el mundo libre, etcétera, etcétera, etcétera, se viene para abajo. La realidad no es lo que debería ser, y no es más que un claro mundo al revés.
Aquí en nuestro querido México, pues también hay mucho del mundo al revés. Por ejemplo: el Estado mexicano, a través de su vocero, el presidente Peña Nieto, reitera constantemente los esfuerzos y los programas orientados a reducir la pobreza en el país. Qué bueno que eso sea una preocupación del Estado. No creo que los resultados vayan a ser muy alentadores hacia final del sexenio, pero ojalá me equivoque. Hago una observación. Desde hace un tiempo se ha hablado mucho sobre el avión presidencial, cuyo costo es altísimo. No entiendo muy bien por qué se requiere de un avión tan, tan caro para trasladar al Presidente del país, seguro que un avión mucho más barato ejercería la misma función. Finalmente, lo importante es que llegue adonde vaya con seguridad. Que el avión sea un palacete es innecesario. Como dice el dicho, el buen juez por su casa empieza
. Así podría ahorrar una buena lana y quizás invertir eso en cooperar en la lucha contra la pobreza. Lamentablemente, más bien se atiende al dicho que dice “que se haga la ley… pero en los bueyes de mi compadre”.
Otro ejemplo relacionado con el mundo al revés en nuestro país tiene que ver con el muy frecuentemente mencionado asunto del emprendedurismo. El gobierno actual, a través de la Secretaría de Economía, creó en enero de 2013 el Instituto Nacional del Emprendedor. Su función es la de implementar estrategias y líneas de acción de vanguardia para impulsar la política nacional en apoyo a los emprendedores, así como a las micro, pequeñas y medianas empresas propiciando su formación, innovación, competitividad, productividad, crecimiento, consolidación y proyección en los mercados nacional e internacional para contribuir al desarrollo económico y bienestar social
. Esto me parece muy importante y, desde luego, necesario. Pero más allá de las palabras, no veo muy claro dónde están las estrategias para impulsar este esfuerzo. México es un país que, como mencioné en un artículo previo, cuenta con 0.5 por ciento de empresas innovadoras, y para comparar, Europa cuenta con 49 por ciento de esas. Y sólo para mostrar otro gran problema comparativamente hablando, México tiene 21 científicos por cada 100 mil habitantes, Estados Unidos tiene 395 por cada 100 mil habitantes y como una de las consecuencias de esto, México sólo obtuvo, en 2013, 17 patentes, y Estados Unidos, 14 mil 606. Con esas diferencias, difícilmente se llegará a hacer la innovación necesaria que nos permita generar numerosos emprendedores que logren crecer en los mercados. Está claro que lo que México necesita es un cambio radical en sus estrategias, para lograr que sea un país más competitivo. Para empezar, debería invertir por lo menos 10 veces más en la investigación básica, pues esa es la que podría generar los conocimientos necesarios, que de ser aprovechados pueden generar innovación competitiva, y de ahí crear empresas emprendedoras. Pero aquí se hace lo contrario, se reduce el monto a la ciencia básica y a la formación de recursos humanos de alto nivel. Así, otro caso del mundo al revés.