l actual viaje del presidente francés, François Hollande, de visita en la Polinesia francesa y en el cono sur del continente americano, parece presidido por la scoumoune
, según muchos comentaristas políticos de la prensa en Francia.
Con la palabra scoumoune
, proveniente del término excomunión
, poco a poco transformado por el argot, esa jerga de maleantes tan metafórica en las representaciones de su imaginería, se designa a la mala suerte
, el mal de ojo
, especie de sortilegio maléfico del cual es víctima una persona hechizada.
¿Su buena estrella habría abandonado a Hollande a un destino implacable y nefasto? En efecto, la popularidad del actual presidente de Francia se halla por debajo de los más bajos niveles alcanzados por un jefe del Ejecutivo de los sucesivos regímenes de la Quinta República fundada por Charles de Gaulle. Aparte de cumplir con una de sus promesas de campaña hecha durante su candidatura a la presidencia, la visita a los territorios franceses de ultramar tenía el objetivo implícito de ganar algunos puntos en los sondeos de popularidad.
Apenas iniciada su gira, el maligno y burlón chahuistle cayó sobre las espaldas de Hollande, quien parece perseguido por el scoumoune. En efecto, aguaceros torrenciales caían en Tahití a su llegada a islas en principio paradisiacas. Y, mientras en Francia gruñe el descontento en forma de manifestaciones y huelgas, su presidente aparece en las pantallas de la televisión sumido bajo los collares de flores alrededor de su cuello, los cuales uno sobre otro casi le impiden ver el espectáculo de los bailes representados en su honor.
En Lima, su homólogo, el dirigente peruano Ollanta Humala, es perseguido por el escándalo de corrupción alrededor de Petrogras y se ve obligado, a la llegada de Hollande ese día, a rechazar las acusaciones de la policía federal de Brasil. Para colmo, el avión presidencial francés, el famoso sarkoavión, cuya construcción fue tan criticada por la izquierda cuando el entonces presidente Sarkozy lo mandó construir sin escatimar gastos y lujos, sufre una descompostura que le impide volar. Todo esto sin contar con una nueva y controvertida polémica en la metrópoli: la socialista Martine Aubry, quien se colocó en segundo lugar entre los precandidatos socialistas de las últimas elecciones francesas, asesina la política del Ejecutivo. División total, pues, de la izquierda, es decir, del posible electorado de Hollande.
El mandatario aterriza en Buenos Aires el día de una huelga general. Dura prueba para el presidente argentino Mauricio Macri, quien pudo evitar la represión durante la visita de Hollande a pesar de haber dispuesto las fuerzas del orden en posición de ataque. Esto no impide a Hollande hablar de una Argentina actual más abierta –en alusión a los regímenes militares. Satisfecho de su equívoca intervención, visitó el estadio de futbol, La Bombonera, donde metió un pénalti, aunque como él mismo lo hizo ver: con la ventaja de que no había portero.
A las preguntas de los periodista durante la conferencia de prensa, a propósito de las declaraciones de Aubry y las divisiones de la izquierda, el presidente rehusó hablar con el pretexto de hallarse en el extranjero.
Sin embargo, en Uruguay decidió hacer algunas confidencias sibilinas a los periodistas: desde luego, sigue la situación en Francia de lejos. Su regreso fue adelantado para llegar a París el viernes por la noche y descansar antes de inaugurar el Salón de la Agricultura el sábado por la mañana.
Inauguración amenazadora de los agricultores, los cuales han multiplicado últimamente manifestaciones de protesta, no siempre pacíficas, en toda Francia. Ha quedado atrás la relación idílica entre el jefe de Estado y los agricultores que mantenía Jacques Chirac, quien pasaba largas horas en el Salón comiendo y bebiendo con apetito pantagruélico.
¿Cómo exorcizar una scoumoune que sigue a Hollande como su sombra por donde anda? Abracadabra.