iempre emociona visitar el Palacio Nacional, ya que no se puede evitar pensar en todos los acontecimientos que han sucedido en esos espacios y su fascinante historia, que se remonta a Mexico-Tenochtitlan. En este lugar se encontraba la residencia del poderoso Moctezuma; tras la Conquista fue la casa de gobierno y habitación de los virreyes y después de la Independencia muchos presidentes vivieron aquí.
Desde hace varios años, a su uso ocasional como oficina y lugar de recepciones del Presidente, se ha sumado su utilización para presentar exposiciones.
Actualmente hay tres muy interesantes: sobre los 33 sitios que tiene el país declarados Patrimonio Mundial por la Unesco; otra de máscaras de México y el mundo, y una de fotografías. Vamos a comentar las dos últimas y en otra crónica platicaremos de la primera.
En el área que se conoce como Galería de Palacio Nacional se muestran 450 máscaras de más de 40 museos y colecciones que ofrecen un recorrido por la tradición, el arte y la estética, así como los rituales, las cosmogonías y las liturgias de las culturas de México.
Desde épocas remotas las sociedades crearon máscaras para comunicarse con su medio ambiente; un ejemplo es la máscara de venado. Han sido objetos de transformación que no sólo cambian el aspecto físico, sino el sicológico.
La muestra se divide en cuatro núcleos temáticos que las muestran desde distintos enfoques: Como pensamiento universal; en su carácter de esencia sagrada y humana; con el rito y la fiesta, y por último, el arte y la máscara.
Se pueden apreciar piezas de distintos países, aunque la gran mayoría son de México y muchas de ellas aún se fabrican y están en pleno uso en infinidad de lugares.
Hay algunas verdaderamente deslumbrantes, como la mascarita de oro de Xipe-Totec, de Oaxaca, una auténtica joya. La máscara de silbador de Huejotzingo, Puebla, y la de jaguar labrada de hueso de la cultura zapoteca, encontrada en la tumba 7 de Monte Albán. No se queda atrás el mascarón del dios jaguar del inframundo, del periodo clásico de la cultura maya.
De las que se utilizan en la actualidad en rituales, fiestas y carnavales, se muestran varias mediante maniquíes ataviados con el vistoso traje que suele complementar la máscara.
De este agasajo pasamos a otro. En el espacio que se encuentra entre los jardines, frente a la llamada Capilla de la Emperatriz, se presenta Quetzalcóatl fotográfico. Se trata de una pieza inter- disciplinaria que integró un talentoso grupo de creadores, inspirados en la mítica Serpiente Emplumada. El diseñador industrial Adriaan Schalkwijk creó una original instalación escultórica y fotográfica, que tiene la forma ondulante que representa la serpiente en movimiento.
Esta estructura muestra 322 imágenes de paisajes, personas y vida cotidiana de México, captadas a través de la mirada de tres notables fotógrafos: Bob Schalkwijk, Pim Schalkwijk y Alfredo Martínez Fernández. Las fotografías, algunas con más de medio siglo, capturan la prodigalidad natural y cultural del país en sus diferentes manifestaciones. La variedad y riqueza de las imágenes provocan una serie de emociones, al mostrarnos los múltiples rostros de esta nación multicultural y con una impresionante diversidad geográfica. Nos hablan de un México solidario y espontáneo, al retratar mexicanos en el trabajo, en el hogar, en las calles y caminos. También se ocupan de contarnos la historia de los rituales cívicos, religiosos o cotidianos que distinguen a las familias y comunidades de nuestro país.
Varias fotos de escenas playeras y de comida de mar nos despertaron el antojo por esos manjares. La marisquería Las Palmas, situada en el numero 60 de la bulliciosa calle de Madero, en el primer piso, tiene un ambiente marinero y sabrosa comida. Mis platillos favoritos son el chilpachole de jaiba, el pescado empapelado y los pulpos en su tinta. Buena compañía es una cervecita bien fría.