Dentro de un persistente patrón de exclusión
, se benefician menos con el progreso
Entre las poblaciones nativas es mucho menor la oportunidad de lograr empleo calificado
La brecha que los separa de otros latinoamericanos se ha estancado o se ha ampliado, dice
Miércoles 17 de febrero de 2016, p. 28
América Latina y el Caribe tuvieron una década dorada
al comienzo de este siglo, con un crecimiento promedio anual de 5 por ciento entre 2002 y 2012. En esos años, 70 millones de personas dejaron la pobreza en la región. Sin embargo, los pueblos indígenas no se beneficiaron proporcionalmente del crecimiento, que fue impulsado en parte por altos precios de materias primas, sostuvo el Banco Mundial (BM).
La pobreza afecta a 43 de cada cien hogares indígenas de la región, proporción que es más del doble de la población no indígena, según el organismo.
En países con grandes poblaciones nativas como Perú, Ecuador, Bolivia y México, el porcentaje de indígenas que tiene un empleo calificado y estable es entre dos y tres veces menor que el de no indígenas, apuntó.
La primera década del milenio dejó a los indígenas dos historias contrastables: la ampliación de su capacidad para expresar y decidir colectivamente, y otra de persistente exclusión, dice el organismo en el estudio Latinoamérica indígena en el siglo XXI, publicado esta semana.
El persistente patrón de exclusión
se refleja, de acuerdo con el documento, en que los indígenas representan 8 por ciento del total de la población de América Latina y el Caribe, pero contabilizan 17 por ciento de los habitantes más pobres de la región. Una cuarta parte, 24 por ciento, de los hogares indígenas en Latinoamérica vive en condiciones de pobreza extrema, 2.7 veces más frecuentemente que la proporción de hogares no indígenas, dice.
La primera década del milenio probablemente será recordada en América Latina por el crecimiento económico y la reducción sin precedente de la desigualdad. Más de 70 millones de personas lograron salir de la pobreza gracias a una combinación de factores que impulsaron la economía –como el auge de precio de las materias primas y el aumento del comercio con China, sobre todo para las naciones de América del Sur– y la implementación de importantes políticas redistributivas, apuntó. En este periodo de crecimiento y prosperidad, que algunos ya denominan la década dorada, la experiencia de los indígenas latinoamericanos fue diferente, con resultados desiguales y, con frecuencia, contrapuestos
.
Por un lado, la participación política de los pueblos indígenas tiene lugar a nivel de los parlamentos locales o nacionales, en municipios e incluso en los niveles más altos del poder de algunos estados. Sus líderes tienen activa participación en partidos políticos nacionales o han creado sus propios partidos, dice. Existen partidos indígenas muy influyentes en Bolivia y Ecuador y, en menor proporción en Venezuela, Colombia y Nicaragua, apunta.
También se han constatado mejoras socieconómicas en términos de reducción de la pobreza, que beneficiaron a esos pueblos. El porcentaje de hogares indígenas disminuyó en Perú y Bolivia, mientras la proporción de los que viven en pobreza extrema se redujo en Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y Perú, agrega el Banco Mundial.
Las mejoras económicas no se distribuyeron de manera uniforme en la región. En general, apunta, los pueblos indígenas se han beneficiado menos que los no indígenas en la mayoría de los aspectos. Ello, dice, ha contribuido a la persistencia y, en algunos casos, aumento, de brechas importantes.
El número de indígenas que vive en la pobreza ha disminuido, pero la brecha que los separa de otros latinoamericanos se ha estancado o se ha ampliado
. Nacer de padres indígenas aumenta marcadamente
la probabilidad de crecer en un hogar pobre, lo que impide el pleno desarrollo de esos niños y los ancla en la pobreza, asegura.
En Ecuador la probabilidad de que un hogar sea pobre aumenta 13 por ciento si el jefe de familia pertenece a un grupo indígena, independientemente de su nivel de educación, género, de vivir en el ámbito urbano o rural, o del número de personas a su cargo. En Bolivia y México la probabilidad aumenta en 11 y 9 por ciento, respectivamente.