rropado por una publicidad oficial ofensiva y jamás vista para recibir a un visitante; más de 500 millones de pesos gastados en remozar los lugares que contarán con su presencia, los autores de tal despilfarro olvidaron que Francisco no gusta de la ostentación. Por eso se negó a habitar el palacete que ocuparon sus antecesores. Vive en una residencia sin lujos, de menos de 70 metros. Contrasta con el departamento que utiliza en su retiro uno de los personajes más siniestros de la iglesia católica: el cardenal Bertone. Francisco no pudo evitar que en su afán de sacar raja política de su visita, las instancias oficiales, grandes empresas y los medios electrónicos lo convirtieran en mercancía. Una manera más digna de honrarlo hubiera sido invertir el dinero dedicado a publicidad y remozamientos, en paliar la pobreza de algunos miles.
Tampoco se libra de malas compañías durante su estancia. Algunas acusadas de proteger pederastas: como el cardenal Norberto Rivera (teólogo de la prosperidad y defensor a ultranza del depredador Marcial Maciel) y los obispos de Oaxaca y San Luis Potosí. Otro más, el obispo Pedro Pablo Elizondo, va en sentido contrario a lo que afirma Francisco en su célebre encíclica Laudato si sobre el deber de los cristianos y del resto de la humanidad de velar por un ambiente sano y la conservación de la naturaleza. En ella señala que el calentamiento global es fruto de la actividad humana y un modelo de crecimiento basado en el petróleo y el carbón, en el saqueo de recursos de los países pobres por las grandes potencias a las que acusa de un consumismo inmoral que degrada el ambiente.
Elizondo fue uno de los consentidos del amadísimo padre
Maciel, al que sus seguidores creyeron digno de la santidad. Fue tan cercano al fundador de los legionarios de Cristo que logró que Juan Pablo II lo designara para encabezar la prelatura Cancún-Chetumal, la única que detenta la legión. Un pequeño botón que muestra los intereses que defiende este obispo lo ofreció a raíz de la destrucción de una extensa área ocupada con manglar y otras especies protegidas legalmente, para construir el megaproyecto Malecón Tajamar, en Cancún. Elizondo respalda a los depredadores, pero dice que la Iglesia está muy preocupada por la ecología, que está bien que cuiden los árboles, está bien que cuiden los pajaritos
. Y enseguida se pregunta ¿Por qué no cuidamos la familia, hay que cuidar la familia para que tenga un lugar bonito, agradable, de esparcimiento sano?
Refiriéndose a los permisos otorgados por un corrupto funcionario de la Semarnat durante el sexenio del señor Fox (Ricardo Juárez Palacios, inhabilitado y suspendido por la Secretaría de la Función Pública por sus latrocinios ambientales) y refrendados en el sexenio siguiente, el de Calderón, el legionario obispo apunta que esos permisos y eso están desde hace 10 años. Los animalitos tienen, que yo sepa, 600 hectáreas
.
En realidad al obispo lo que le preocupa es que no se construya la Catedral del Mar en 10 mil 300 metros cuadrados del citado megaproyecto. Esa superficie, antes cubierta de verde, fue desmontada con maquinaria que pagó el ayuntamiento local. La catedral, con 115 metros en su altura máxima, remata con una enorme cruz. Albergaría a mil 500 fieles, además de otras dependencias eclesiales. Supera en fealdad a cualquier otro estilo arquitectónico maya- kitsch existente. El obispo antiecologista haría bien en revelar de dónde provino el dinero para adquirir esa superficie. Y de quién obtendría los recursos para construir ese adefesio arquitectónico que ofende a la Iglesia de los pobres.
En su encíclica Francisco denuncia que el continuo daño a la naturaleza es señal de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad
. Y que para solucionarla se requieren sacrificios y una audaz revolución cultural
en el mundo. Además reconoce que el calentamiento global es real y si no se detiene causará problemas en la agricultura, el abasto de agua, la salud pública, la biodiversidad. También en la zona costera, precisamente ya es visible en Cancún y otras partes del litoral mexicano. Con su actitud, el obispo legionario predica todo lo contrario.