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Toros

Ayer en la Plaza México, soso y desigual encierro de la ganadería de Montecristo

Solitaria oreja a Joselito Adame por vistosa faena

Insólita actuación del juez Gilberto Ruiz

Cuando la villamelonada pedía 2 orejas no soltó ni una

 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de enero de 2016, p. a37

La decimoquinta corrida de la temporada como grande en la Plaza México ha sido una tarde cargada de tedio e impotencia, tanto de toros y de toreros como de un público amante de las marcas más que de la bravura, que ya sufrió las primeras embestidas de una reventa que promete cifras históricas en el mano a mano del próximo domingo entre el legendario José Tomás y el esforzado Joselito Adame, quien por cierto cortó la única oreja ante una asistencia que rebasó apenas la media entrada del coso, no obstante estar en el cartel dos de los más famosos López, Julián El Juli, quesque primera figura de España, y Eulalio Zotoluco, quesque la primera de México, ante un disparejo y soso encierro –¿habrá de otros?– de la ganadería de Montecristo.

Adame –de 25 años de edad, ocho de alternativa y 55 corridas en 2015, 24 en el extranjero y 31 en México– enfrenta el serio problema de que ante la falta de imaginación de los empresarios mexicanos éstos, más que el público, quieren convertirlo en el desacertado relevo de Zotoluco pero con las mismas características de éste: celo sin sello, técnica sin tónico, pundonor sin sabor, competitividad sin personalidad.

Con su soso primero, ambos se empeñaron en hacer, pero no lograron decir, y con el cierraplaza Vencedor, otro anovillado que fue ruidosamente protestado, tras una vara con carioca José hizo un vistoso quite por zapopinas –en España las rebautizaron como lopecinas, quizá en venganza por las gaoneras–, empezó la faena de hinojos en tablas para ligar hasta 10 muletazos para luego conseguir tandas por ambos lados, tirando muy bien del toro al adelantar la muleta en el cite. Concluyó con manoletinas muy quietas, dejó una estocada recibiendo y descabelló al primer golpe para pasear una oreja. Nadie le pidió que banderilleara.

Zotoluco –48 años de edad, 29 de alternativa y 21 corridas toreadas en 2015–, algo logró hacerle al abreplaza, comodito de cuerna y alto de agujas que, como el resto de sus hermanos, siquiera recibió una vara, no un pujal o puyazo fugaz en forma de ojal, así fuera mediante el recurso de la carioca, es decir, tapándole la salida al astado después de la reunión. A la muleta llegó incierto y defendiéndose, para despenarlo de infame bajonazo.

Con su segundo, Guantero, que recargó en el puyazo y terminó fijo y repetidor en el último tercio, Zotoluco exhibió de nuevo su nivel de incompetencia al reponer innecesariamente el terreno, retrasar inoportunamente la muleta y abusar del pico de ésta con el mejor del encierro, al que Lalo con trabajos logró aprovechar. Lo confirmó el hecho de que el público dividió opiniones con el torero y despidió con cerrada ovación los despojos del toro.

Y El Juli, que hace tiempo acusa el ventajismo desbocado al que se condena a las figuras postmodernas del toreo –¡cuidado, Roca Rey!–, y que esta temporada protagonizó un sainete de órdago en su desalmado mano a mano con El Payo ante mesas de Fernando de la Mofa –¡aguas, José Tomás!–, no logró corresponder a las expectativas de un público que todo le corea e incluso le pide que banderillee cuando hace años dejó de hacerlo.

Con su primero, Malagueño, un mansurroncito obediente que se dejó hacer de todo y al que dejó una estocada trasera y caída, ocurrió lo increíble: cuando la villamelonada pedía las dos orejas, el juez no soltó ni una, no fueran a rebautizar un toro. Con su anovillado y deslucido segundo, que le tocó por mera coincidencia, no hizo nada.