En mis manos
Del pasado al futuro
Agarraré dos piedras
Y correré con ellas
Aun en la más ligera brisa volaré
Convocaré a un viento, a que venga
Y limpie toda huella
Y cual huérfano me sentaré
A la vera del camino, lamentando
Mis dos piedras
ecientemente comencé a leer al poeta iraquí Abdulkareem Kasid y lo sigo leyendo y releyendo. Encuentro su voz profundamente impresionante y muy relevante a lo que ocurre ahora en el mundo.
Lo leo en inglés, traducido del árabe por el poeta mismo, por su hija y un amigo.
Este gato
–¿Será que escucha a escondidas
mi charla?
Nació en Basora, en 1946. Hoy vive en Londres.
Su voz, los relatos que conjura, el modo en que cuestiona, me hacen pensar en la experiencia de estar en un desierto. Hay ciertos puntos en un desierto donde el espacio entre la arena y el cielo parece infinito, y hay otros lugares donde parece que no hubiera espacio y la tierra y el cielo estuvieran unidos. Sin embargo, si uno camina a través de ellos, en ambos casos el roce del aire sobre nuestro cuerpo erguido es el mismo. Y el roce de las palabras de Kasid en nuestra imaginación es justo así.
Poema tras poema Kasid describe estar varado, pero en cada poema el lector es tocado por la presencia de un pasado y un futuro.
Hoy, la mayoría de los análisis y comentarios acerca de los acontecimientos –acerca del terrorismo, de la migración y la inseguridad económica– comienzan sus recuentos en fechas muy recientes. El mundo entero se alteró fundamentalmente durante la última década del siglo XX, durante la década de 1990.
Fue entonces cuando las agencias, los grupos de cabildeo, los organismos multinacionales de capitalismo financiero especulativo se volvieron quienes con supremacía toman las decisiones relacionadas con la evolución del globo. De ahí la globalización.
El dogma del neoliberalismo volvió obsoleta la política clásica. Los políticos parlamentarios se quedaron sin poderes; todo lo que pueden hacer es hablar. Los medios se apoderaron de ese mismo lenguaje vacuo y vacío. Términos como Europa, solidaridad internacional, independencia, se han vuelto obsoletos e insustanciales. Y la proliferación de siglas y acrónimos en los informes globales refleja esta misma deriva hacia la insustancialidad.
Lo que ahora mantiene girando al mundo es la siguiente adquisición inmediata: el siguiente trato o préstamos en las finanzas, la siguiente compra de los consumidores.
Cualquier sentido de Historia que vincule el pasado con el futuro fue marginado, si no es que eliminado. Y así, la gente sufre un sentido de soledad histórica. Los franceses se refieren a quienes tienen que vivir en las calles como SDF. Sin Domicilio Fijo. Estamos bajo una presión constante para sentir que tal vez nos volvimos los SDF de la Historia. Ya no hay ocasiones expresamente reconocidas para que recibamos a los muertos y a los no nacidos. Está la vida de cada día y, no obstante, lo que nos circunda es un vacío. Un vacío en el que millones de nosotros estamos solos hoy. Y tal soledad puede transformar la muerte en compañera.
Kasid, y la tradición a la que pertenece como poeta, no es más nostálgico respecto del pasado que utópico respecto del futuro. Kasid frecuenta la Historia –cual si fuera un punto de encuentro– no para demostrar algún argumento, sino en busca de compañía.
Un café en la distancia
–Lo veo ahora como un árbol
Su techo de ramas y hojas
Las sillas de madera.
A la gente que va ahí le gusta sentarse
ligera, sobre las ramas
12/ 2015
Traducción: Ramón Vera Herrera