Opinión
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Los placeres de los parques
P

asear por un parque es una experiencia placentera y relajante. Uno de los más gratos de la ciudad es el Parque México, cuyo nombre oficial es General San Martín.

Se distingue por un teatro al aire libre y simpáticas bancas de concreto, adornadas con azulejos y un farol integrado, todo en un estilo art-deco, de moda en la época de su construcción. Cuenta con amplios camellones arbolados, dos agradables glorietas y una plaza, lo cual contribuye a que el paseo sea deleitoso. Este sitio es el corazón de la colonia Hipódromo Condesa.

Sentados en una de las bancas disfrutando el fresco atardecer recordamos su historia:

Nos remontamos al siglo XIX con la creación en 1881 del Jockey Club, integrado por miembros de la aristocracia porfirista que deseaban establecer un hipódromo. Las carreras de caballos era un deporte considerado de prosapia y tenían la idea de disminuir la afición por las corridas de toros, consideradas por muchos salvajes y poco elegantes.

Establecieron su sede en la Casa de los Azulejos, hoy sede del primer Sanborns; desde este lugar coordinaron la construcción del Hipódromo de Peralvillo, que se tornó en sitio de encuentro de la crema y nata del porfiriato. Al paso del tiempo se consideró que el acceso era difícil, por lo que se acordó construir uno nuevo en terrenos de la hacienda de la Condesa, mucho más accesible y con mejor clima, inaugurándose en 1910, con lujo y pompa.

Quince años funcionó exitosamente, al término de los cuales, vencida la concesión y desgastado el negocio, los empresarios José de la Lama y Raúl Basurto, comenzaron en ese predio la construcción de un fraccionamiento, que habría de ser de los más modernos de la ciudad. El arquitecto José Luis Cuevas, encargado del proyecto, decidió aprovechar la traza del antiguo hipódromo y diseñó un original espacio que rompía con el tradicional de emparrillado, que había caracterizado a todos los desarrollos urbanísticos capitalinos. Se le construyeron dos parques, el México, que ya mencionamos, y el España.

La flamante colonia, inaugurada en 1927, se convirtió en un muestrario de estilos arquitectónicos que estaban en boga en distintas partes del mundo. En Estados Unidos surgió un estilo que se había inspirado en la arquitectura colonial mexicana: cantera grotescamente labrada, herrería garigoleada, azulejos y tejas rojas por doquier. La Hipódromo no se salvó y aún muestra muchas casas en ese estilo, que se conoció como colonial californiano o neobarroco.

El art decó, con sus formas geométricas, fue también muy favorecido, todavía podemos admirar algunos pequeños edificios y casas, muchos de gran belleza. El funcionalismo que surgió en Europa a raíz de la Segunda Guerra Mundial, estilo que buscaba la simplicidad y el ahorro en los materiales, igualmente dejó su huella.

Hay que mencionar que esta mezcla de construcciones de formas variadas, guardaba sin embargo similar altura y volumetría, con lo que se lograba la armonía. La traza del fraccionamiento, los amplios camellones, parques y vasto follaje, daban como resultado una colonia hermosa, de enorme interés por sus múltiples casas y edificios valiosos.

Ahora ese equilibrio se ha perdido con la construcción de edificios de distintas alturas, volúmenes, formas y materiales. Esto aunado a la proliferación de restaurantes y todo tipo de negocios, ha cambiado la fisonomía de la otrora tranquila colonia. Por fortuna sobreviven sus camellones arbolados y sus parques.

Justo enfrente del parque México, en la esquina con Sonora, se encuentra la Trattoria Giacovanni que ofrece comida italiana muy bien preparada. Es espacioso, contemporáneo de buen gusto y rodeado de amplios ventanales y una terraza, que permiten disfrutar la vista del parque. Deliciosos, los ravioles rellenos de alcachofa y almendra con salsa parmesana, el pollito baby al horno de leña con camote crujiente, las pizzas gurmet y de postre los cannolis de queso ricotta y pistache sobre una cama de higos frescos.