Domingo 17 de enero de 2016, p. a12
Un santo milagroso va a morir. Siente que su vida expira. La alerta pone en riesgo a las autoridades eclesiásticas de la costa catalana, donde ha vivido los pasados 40 años dedicado a sus asuntos religiosos. Un asceta en todo el sentido de la palabra.
Por un lado, es conveniente que así suceda, siempre y cuando el deceso ocurra en la pequeña ciudad donde el monje envejecía, pues con su pérdida se podría colocar un altar en su honor y así ganar mucho dinero con los feligreses que llegarían de todas partes a ofrecer libaciones.
Pero resulta que el viejo deseaba ir a morir a su ciudad natal, un pueblo de Italia. Allá quería dejar reposar sus huesos. Ante su deseo, podríamos levantar los hombros y decir que está en todo su derecho de hacerlo. Es una decisión válida para un personaje que ha hecho tanto por sus fieles.
Pero no sucederá así. La ambición lucrativa del abad de aquel remoto lugar tratará de impedirlo a como dé lugar. En complicidad con todo su séquito, contratan a un matón, que intentará clavarle una daga al venerable anciano en la noche, mientras duerme. Pero al viejo milagroso se le aparece en su sueño esta misma escena y se anticipa, logra escapar.
En su huida es capturado por unos piratas y vendido como esclavo. Es en el cambio de identidad es donde César Aira va a desarrollar esta novela. De santo milagroso el anciano pasará a ser un desconocido y un simple objeto de trabajo. Toda su historia de monje se perderá como un puñado de harina arrojado al aire.
Lo que había pretendido con sus milagros era que éstos dejaran algún rastro en las lenguas del mundo, que no quedaran olvidados. Este giro en la novela es el punto central. Recuerda un poco al Siddhartha de Hesse, cuando sale a experimentar lo real, sea lo que esto signifique. El asunto es que ambos personajes experimentan con el cuerpo, sentirán el dolor físico y el cansancio por los trabajos humanos; el enamoramiento y el sexo continuo les harán olvidar su vida de privaciones y recatos.
Cobalto era el encargado de asesinar al monje aquella noche mientras dormía, y al descubrir que el anciano había escapado de su lecho, decide seguirlo en su travesía. Será un testigo inoportuno de su trayecto. Incluso a él también le sucede un cambio, en algún momento del trajín olvida que su objetivo era matarlo. Al reencontrarse, el matón le explicará porqué fue tras él en silencio, sin que lo notara, y en lugar de asestarle la puñalada trapera, le agradecerá la experiencia del viaje.
Al final de la novela surgen varias dudas. Quizá sea por lo corto de la narración, pero Aira no aclara, por ejemplo, qué pasó con los sacerdotes que planearon el asesinato, ni de los fieles al enterarse de la desaparición del santo milagroso. Nada, tampoco sobre la intención de erigirle el altar en su honor.
Título: El santo
Autor: César Aira
Editorial: Random House
Páginas: 141
El final de la saga
En esta séptima parte de la saga La torre oscura, el lector será testigo de un parto aterrador, una monstruosa transformación de un bebé en algo parecido a un araña a los pocos segundos de haber nacido. Con esa horrible cosa tendrán que luchar Roland y sus compañeros. La habilidad de cada uno para resolver y ganar los enfrentamientos será indispensable para no morir en las batallas que surgirán a cada segundo. Es, además, en palabras del autor, su retiro de las letras, porque no queda nada que decir ahora que Roland ha alcanzado su meta
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Título: La torre oscura VII
Autor: Stephen King
Editorial: Debolsillo
Páginas: 985
En la intimidad de los escritores
La procrastinación existe entre los escritores. Pocos aceptan su devoción hacia ella, pero en privado nadie la niega. El caso es que hay quienes saben hacer de ello un tema para expiar su culpa. Como ejercicio literario funciona bien, es decir, no tener tema para escribir la gran novela resulta de igual forma un buen tema para escribir una novela. Similar al boxeo de sombra. Don Carpenter lo demuestra en esta inconclusa novela. Enrico’s es un bar a donde acuden escritores, consumados y amateurs. Hacen amistades, se cuentan sus logros y fracasos; se dan ánimos entre ellos, la camaradería es importante. Carpenter es un genio de la intimidad, hace que sus personajes la cuenten con demasiada naturalidad que, incluso, quisiéramos ayudarlos, darles también un consejo para que no desvíen el camino o vayan hacia otro. Muy al estilo de la literatura norteamericana, la prosa de Carpenter es parecida a ir en carretera en busca de otras ciudades, detenerse en algún poblado algunos días y seguir con buen ritmo hasta el final. La novela quedó inconclusa a la muerte del escritor en 1995, fue por eso que Lethem la tuvo que terminar y editar, aún con eso, después de leerla surge la curiosidad por echarle un ojo al manuscrito original, para saber las diferencias.
Título: Los viernes en Enrico’s
Autor: Don Carpenter [termin da por Jonathan Lethem]
Editorial: Sexto Piso
Páginas: 396