Lunes 11 de enero de 2016, p. 4
Un grupo de Fuerza de Tarea de la Armada de México de 40 elementos siguió los pasos de Joaquín El Chapo Guzmán desde que huyó del penal del Altiplano, en julio pasado, hasta que fue detenido el pasado viernes en Los Mochis, Sinaloa.
La mañana del 6 de octubre pasado, Guzmán Loera logró escapar de los infantes de Marina, cuando irrumpieron en la comunidad de La Piedrosa, en el llamado Triángulo Dorado, donde convergen los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa. A pesar del tropiezo, los mandos navales confiaron en que tarde o temprano el líder del cártel de Sinaloa cometería un error y lo atraparían.
Confiaban en sus propias capacidades, en su labor de inteligencia, en los helicópteros, vehículos todo terreno y en aviones no tripulados para concretar su labor.
Más que una orden, la recaptura de Guzmán era una cuestión de honor para ellos; lo capturaron el 22 de febrero de 2014 en Culiacán y se sentían con la capacidad para volver a hacerlo.
Los marinos le seguían la pista a Guzmán desde que ubicaron que había aterrizado en un aeropuerto de Sinaloa, procedente de San Juan del Río, Querétaro, horas después de que se había fugado del penal del Altiplano.
De inmediato, inteligencia naval envió a sus hombres a peinar la zona del Triángulo Dorado.
Durante semanas buscaron rastros hasta que ubicaron, en agosto pasado, que Guzmán se había escondido en el poblado de Bastantitas de Abajo, donde estuvo hasta el 16 de septiembre.
Fuentes de inteligencia naval confiaron que ubicaron el lugar días después de que había huido El Chapo, porque tenían información de que se escondía en un poblado en el que una reja tubular blanca impedía el paso hacia un camino de terracería.