lgunas redes internacionales de cooperación y solidaridad han jugado por décadas un papel importante en el acompañamiento y la construcción de procesos liberadores en América Latina. Con el paso de los años estas redes críticas han dado resultados positivos para el fortalecimiento y apoyo a causas legítimas de los pueblos del Sur. Muchos de estos esfuerzos, venidos de países del hemisferio norte, por ejemplo de Europa, se entretejen con diversas corrientes que apuestan por la transformación de la realidad social, la emancipación y la búsqueda de la justicia. Identificamos entre ellas al movimiento internacionalista que pugnó en países ricos por la etiquetación de recursos públicos destinados a apoyar a países más pobres, y que acompañó redes y colaboraciones entre movimientos sociales; a las iglesias que se identificaron con la teología de la liberación, y que también acompañaron procesos que se oponían a las dictaduras militares y denunciaban la violencia estructural, y a algunos sindicatos y partidos de izquierda que se vinculaban con esfuerzos de luchas campesinas, indígenas y obrero-sindicales que se tienen en el Sur.
De todos estos esfuerzos hoy todavía contamos con espacios vinculados en por lo menos estas tres corrientes de organizaciones y colectivos de los países del Norte con las luchas de los pueblos del Sur. Durante las décadas de los 60 y 80 estos espacios de solidaridad internacional se consolidaron en Europa caminando al lado de luchas liberadoras en el mundo y en América Latina. Sus posturas políticas y formas de cooperar y trabajar codo a codo con muchos movimientos sociales se caracterizan por caminar preguntando
, tejer solidaridad, y evitar imponerse por encima de los movimientos y pueblos. Para estas organizaciones y redes solidarias de diversos talantes de izquierdas del Norte ha sido importante mirar al Sur no desde arriba, sino posicionándose en una relación de cooperación horizontal y con la militancia que exige la lucha por la emancipación. Sin embargo, el embate del capitalismo es fuerte, y estas redes en ocasiones se han visto debilitadas. Por ello la resistencia para mantenerse con una perspectiva crítica se hace cada día más difícil. Ello no obstante, algunas organizaciones y pueblos de Europa siguen impulsando que esta solidaridad internacional se mantenga con los pueblos y movimientos del Sur. Ejemplo de ello lo tenemos en España, donde algunas organizaciones ponen empeño en mantener acciones locales e internacionales de solidaridad y apoyo con los grupos que históricamente han sido desfavorecidos, marginados y explotados.
La semana pasada las experimentamos en Asturias, al recibir el Premio Internacional de Derechos Humanos 2015 de la alcaldía de Siero, que se otorgó al Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC. Para nosotros ese reconocimiento es una muestra de estas redes de solidaridad internacional con apuestas políticas emancipadoras, críticas y en favor de la justicia y la dignidad, ya que dicho galardón ha sido entregado anteriormente a organizaciones y movimientos sociales con un amplio compromiso a favor de los derechos de los pueblos y las personas. Por ejemplo, por mencionar algunos, en 2001 al Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, en 2004 al Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas y en 2007 al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco. Igualmente, en 2013 a la Asociación Defensa de la Mujer y la Infancia de Irak, y el año pasado a la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui. Al recibir el premio confirmamos que en el Centro Vitoria intentamos modestamente colaborar con las luchas organizadas poseedoras de causas legítimas, por lo cual levantamos la voz al unísono y hermanadamente con otras muchas organizaciones y movimientos sociales, como una parte más de estos procesos, ya que tenemos certeza de que tejer redes de redes solidarias es una estrategia para la defensa de la dignidad humana.
Compartimos también allá reflexiones sobre la situación de los derechos humanos en México, y como en otras ocasiones, al dirigirnos a compañeras y compañeros de otras regiones, denunciamos la grave crisis de derechos humanos. Hoy en México, dijimos, se intenta acallar la voz de quienes nos indignamos ante la injusticia constante y nos negamos a la violencia venida de los de arriba. Estamos indignados, y por eso nos organizamos y nos defendemos. Pero quienes detentan el poder, de manera legal o de facto, pretenden hacernos a un lado. Quienes en cambio nos recibieron en Asturias, abrieron igualmente sus puertas para darnos a conocer algunos esfuerzos de solidaridad y los trabajos que hacen. Entre ellos nos pareció ejemplar el apoyo que se da a refugiados de Colombia que llegan a ese lugar de España; igualmente sus esfuerzos de sensibilización hacia las personas en general y sus trabajos de acompañamiento con quienes han sido discriminadas. Por ejemplo, con mujeres y juventudes gitanas, y en barrios y con personas adultas mayores. Saltan también a la vista la organización sindical y de formación política emancipadora, así como su oposición a legislaciones contrarias a derechos, como la ley mordaza. En el transcurrir de los días descubrimos la larga historia de militancia que se conserva en la región, desde las luchas de los mineros, pasando por las resistencias republicanas durante el franquismo, hasta la participación de asturianos en procesos liberadores de América Latina, como fue el caso de Gaspar García Laviana. En medio de la crisis de civilización en la que nos encontramos, hoy las luchas son todavía más compartidas para mantener las redes de solidaridad internacional que nacen de la esperanza y el diálogo entre diversos pueblos.