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Procesos de resistencia en Roberta Traspadini Profesora de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (Unila) y profesora militante de la Escuela Nacional Florestan Fernandes (MST) Traducción: Sofía Escobar
La historia de América Latina colonial se expresa en la lucha permanente entre el ser para sí y el ser para otros. Esta historia debe ser pensada en relación con las luchas vividas por varios pueblos en sus territorios. Inmersa en la historia de la transición ocurrida en Europa en los siglos XVI y XVII, el deber ser de América Latina expone la violencia de la acumulación originaria de capital. Desde el año 1500 la violencia inherente a la invasión modificó el rumbo, alteró las dinámicas y generó un proceso de subordinación colonial, sin que esto haya aniquilado en el continente la memoria, la historia y la presencia de las luchas por el derecho a la tierra y a la vida digna y colectiva. La historia sangrienta vivida en estas tierras se mezcla con las otras violencias vividas en el propio continente europeo. Muchos campesinos perdieron sus vidas, otros lucharon por ellas y acabaron siendo deportados o esclavizados de diferentes formas, inclusive con deudas impagables que los forzaron a migrar. Entonces, lo que hay en común en las historias de los pueblos es que fueron fundados sobre las bases perversas de la expropiación, espoliación y explotación de la fuerza de trabajo. Ante la tiranía actual de la producción con veneno y de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, la lucha de los pueblos originarios/campesinos sigue viva, aun bajo el dominio sangriento del capital, y demarca los múltiples sentidos dados a la tierra y al trabajo. La historia es movimiento y los pueblos desde sus raíces se erigen y reivindican el derecho al buen vivir, vinculado a la lucha por la emancipación en todos los continentes. De esta fusión entre las historias surgen nuevas síntesis, frutos de aprendizajes colectivos de clase que tejen caminos posibles para transformar el orden dominante. En el siglo XXI, en varios países latinoamericanos como Bolivia (Evo Morales), Paraguay (Fernando Lugo), Uruguay (José Mujica) y Venezuela (Hugo Chávez), los pueblos originarios se levantaron y consiguieron imprimir otros horizontes de enfrentamiento a la tiranía del capital. Estos países asumieron una construcción identitaria cuya representatividad se materializa en idiomas y culturas originarias, con producción de la vida más allá del capital. Sin embargo, prevalecieron contradicciones inherentes a un movimiento como este, de lucha anti-imperialista en el continente. Otros Estados como Brasil, con su dinámica subimperialista en el continente, generó procesos contradictorios que podrían potencializar las semillas germinadas por el primer grupo de países. Entre los procesos creados en el período de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) se encuentra la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (Unila). La belleza de este proyecto localizado en la ciudad de Foz de Iguazú –triple frontera, Brasil-Paraguay-Argentina- debe ser vista dentro y fuera de sus muros. Seres sociales latinoamericanos produciendo conocimiento a partir del encuentro de referenciales epistémicos producidos por la clase trabajadora a lo largo de la historia de la lucha de clases, en sus múltiples y diversos espacios. Tales procesos de movimiento dialógico cuestionan al orden dominante y demandan nuevos sentidos para la concepción científica de clase. Retomar el encuentro entre lo académico y lo popular exige la recuperación de lo mejor de la producción de la clase trabajadora a lo largo de su herencia histórica de resistencias, revueltas y revoluciones.
Entre los procesos en construcción en la Unila se destacan: 1. La perspectiva latinoamericanista con vistas a otorgar un sentido más allá del mercantil a la integración en el continente; 2. El ciclo común de Fundamentos de América Latina proporciona a todas las carreras el contacto directo con la formación histórico-social del continente; 3. Cursos de graduación y posgraduación a ser desarrollados a partir de las demandas de los movimientos sociales latinoamericanos, vía pedagogía de la alternancia, y 4. La participación directa en actividades generadas por los movimientos sociales con pautas concretas, relativas a la situación de la población del campo y de la ciudad. El desafío latinoamericano de crear las condiciones para recibir sujetos de diferentes partes de América Latina que contribuyan en la conformación de una universidad abierta, plural y vinculada a las demandas populares, hace de la consolidación de la Unila un proyecto que traspasa las fronteras nacionales y la formalidad nacionalista de las leyes brasileñas. Requiere revisiones que van desde el papel de Brasil en la perspectiva de la integración latinoamericana, hasta el necesario replanteamiento del sentido de la producción de conocimiento pautado por las demandas reales de los pueblos, en consonancia con la diversidad de los movimientos sociales de la región. Bilingüismo, interdisciplinaridad y latinoamericanismo se fusionan en una potencial nueva praxis pedagógica. Para que la Unila concrete un proyecto distinto, otros sujetos, provenientes de varias partes de nuestra América necesitan sumarse a la construcción de algo verdaderamente emancipador, cuyas fronteras, cuando existan, sean de la producción de un mundo sin explotadores ni explotados. Instituir la praxis del diálogo en una sociedad que cree en la democracia formal como sinónimo de libertad torna el desafío aún más profundo. Una función social, que deberá ser asumida de forma conjunta en la Unila, consiste en a) construir una producción colectiva capaz de crear caminos que revisen la lógica de comprensión sobre la ciencia y su relación con la política y b) conformar un proyecto diferenciado cuya centralidad esté en la emancipación de los pueblos y en los derechos originarios a la tierra y a la vida. Dado el papel que cumple una universidad que no se separa de las necesidades concretas de los pueblos, con los cuales ella interactúa y produce, todo desafío exige paciencia histórica, compromiso social con el papel de la universidad en su relación con la sociedad y respeto profundo por los conocimientos puestos en diálogo en varias partes del mundo. ¡Es hora de plantar! La Unila es uno entre varios proyectos sembrados para la construcción de otro sentido para la tierra y el trabajo en América Latina. En tiempos de múltiples crisis esta construcción exige una actuación rigurosa en el tema de la autocrítica colectiva, que sea capaz de consolidar el compromiso con un conocimiento de alta calidad y que nos permita transformar la sociedad históricamente desigual en la cual vivimos.
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