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Quilombolas en Brasil y la Layza Queiroz Santos Asesora jurídica de la organización Tierra de Derechos; actúa con comunidades quilombolas del Bajo Amazonas Traducción: José Hildo de Oliveira Filho
Las comunidades quilombolas en Brasil surgieron durante el perido en que la esclavitud estuvo legalmente instituida, entre 1559 y 1888, y se caracterizan por el hecho de que fueron construidas por los esclavos huídos, por medio de la ocupación de tierras en las que pudieron vivir en libertad y subvertir el orden del esclavismo. Así, se puede decir que la formación de quilombos fue la más grande expresión de resistencia negra en Brasil durante la esclavitud. Tras la abolición de la esclavitud y el fin de las persecuciones oficiales, las quilombolas poco a poco fueron estableciendo relaciones exteriores, incorporándose a la sociedad. Sin embargo, no han perdido su relación de identidad con los quilombos ni han abandonado sus valores sociales y culturales; no han concretado por tanto un completa fusión a la sociedad que los excluía. Así, los pueblos que han mantenido el lazo histórico y social con los quilombos y han construido su historia al margen de la sociedad que los acosaba pasaron a reivindicar la identidad de remanentes de quilombos. Ratificada en 1988, la Constitución Federal de Brasil garantizó a los remanentes de quilombos el derecho de posesión permanente e intransferible sobre las tierras tradicionalmente ocupadas. Esta protección constitucional debe ser entendida sobre todo desde el punto de vista cultural y social, pues lo que se busca es asegurar el respeto a estas comunidades para que puedan seguir reproduciéndose de acuerdo con sus propias tradiciones. Para asegurar estos derechos es imprescindible que los territorios sean regularizados. Han transcurrido más de 25 años desde la aprobación de la Constitución Federal y son pocos los avances en los derechos territoriales de los quilombolas. Hoy en día existen en Brasil alrededor de mil 290 comunidades quilombolas, pero solamente 28 han conseguido el reconocimiento de su territorio, según datos del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), instancia responsable de la regularización de tierras de los quilombos en Brasil. Tal retraso causa enormes daños a estos pueblos. En la Amazonia brasileña existen diversos quilombolas que luchan por el reconocimiento de sus derechos y comparten sus territorios con emprendimientos madereros, con grileiros (ladrones de tierras) y propietarios de tierra que, por su turno, tienen grandes facilidades para la regularización de sus tierras. Además de convivir permanentemente con los conflictos y la inseguridad, los quilombolas enfrentan frenos para acceder a recursos naturales necesarios a su supervivencia.
Este es el caso de la comunidad Patos do Ituqui, ubicada en el bajo río Amazonas, en la municipalidad de Santarém. Este quilombo existe desde hace unos cien años y está constantemente amenazado por la presencia de un propietario de tierras en la región. Además de evitar el tráfico y la pesca en el río, este propietario de tierras amenaza a los quilombolas, armando grupos para intimidarles. Sin posibilidad de utilizar el margen del río, los quilombolas viven permanentemente en conflicto con este “propietario”. Las tradiciones culturales y sociales de la comunidad Patos do Ituqui sólo se efectuarán plenamente con la regularización de su territorio y la retirada de este estanciero. Pero no hay siquiera alguna proyección de cuándo se conseguirá efectuar estos derechos. La situación amenaza no sólo la reproducción física, social y cultural de este quilombo, sino también la vida e integridad física de las personas involucradas en el conflicto. La lentitud en la garantía al derecho a la tierra que aquí se comenta tiene sustento en una ideología racista, herencia de la esclavitud, que no reconoce a los quilombolas como sujetos de derechos territoriales en Brasil. Además, Brasil es el segundo país en el mundo en concentración de tierras, y el avance del modelo capitalista de producción en el campo establece un contexto político desfavorable a los quilombolas, indígenas, sin tierras, pueblos y comunidades tradicionales. Además, se cierne una gran amenaza al movimiento de los quilombolas en Brasil: se trata de un proceso judicial en marcha en la Suprema Corte de Brasil. Sectores conservadores intentan limitar por medio de este proceso el acceso quilombola a la tierra, pues buscan que solamente tengan derecho a protección constitucional los quilombolas que ocuparon su territorios entre 1888 (abolición de la esclavitud) y 1988 (ratificación de la Constitución Federal). Sin embargo, en este periodo, muchos quilombolas fueron expulsados de sus tierras por estancieros, madereros y grandes propietarios de tierras. Además, en el tiempo de la esclavitud legal, muchos quilombos fueron perseguidos y destrozados. La ausencia de políticas públicas que garanticen el derecho quilombola a la tierra ha tornado imposible la supervivencia y permanencia de estos grupos. Se hace evidente el conservadurismo de aquellos que quieren limitar el derecho quilombola, pues al fin y al cabo están responsabilizando a éstos por haber sido masacrados. Por esta razón, no tiene ningun sentido la delimitación del periodo de ocupación de la tierra 1888-1988 para que los derechos quilombolas estén garantizados. El acompañamiento de este proceso judicial está en la pauta de luchas del movimiento quilombola y su juicio determinará las acciones de esta etnia en Brasil. Si actualmente encontramos enormes dificultades para hacer valer su derecho constitucional, en caso de que los sectores conservadores obtuvieran una victoria en este proceso, el reconocimiento de las comunidades remanentes de quilombos será aún más complicado. “Margaridas”: desarrollo sostenible con Maria Luiza D. Azevedo Barbosa Maestra en Ciencias Sociales y militante feminista de la Marcha Mundial de las Mujeres, núcleo Rosa de Vientos, en Río de Janeiro Traducción: Jimena de Garay Hernández
¡Seguiremos en Marcha hasta que todas seamos libres! Consigna de la Marcha de las Margaridas Las luchas protagonizadas por las mujeres que habitan los territorios rurales de Brasil -indígenas, quilombolas, ribereñas, pescadoras, extractivas, rompedoras de coco, asentadas por la reforma agraria, asalariadas rurales y campesinas, entre otras-, junto con las mujeres de las ciudades convergen en la Marcha de las Margaridas. Mujeres, feministas, que habitan diferentes biomas del país y están organizadas en movimientos sindicales, auto-organizados o agrupaciones mixtas. La Marcha fue nombrada “Margarida” en homenaje a la trabajadora rural Margarida Maria Alves, una importante luchadora brasileña en las décadas de 1970 y 1980. Durante el periodo que presidió el Sindicato de los Trabajadores Rurales de Alagoa Grande en el estado de Paraíba, movilizó a trabajadoras y trabajadores rurales para buscar sus derechos laborales y en el combate al analfabetismo, el hambre y la violencia de los propietarios rurales. Sin embargo, el 12 de agosto de 1983 fue asesinada brutalmente en la puerta de su casa. La trabajadora se convirtió así en un símbolo de la resistencia y lucha para mujeres y hombres del campo e, inspiradas en su trayectoria, miles de “Margaridas” se reúnen desde el año 2000 para fortalecerse y reivindicar la justicia social. La Marcha es un espacio político que promueve encuentro, debate, intercambio de experiencias, formación, denuncia y construcción de una pauta de reivindicaciones común. Además es un mecanismo para negociar con el Estado y (re)afirmar cuál desarrollo queremos. Un desarrollo sostenible basado en la vida humana, y el respeto a la naturaleza; a la diversidad racial, étnica, generacional y sexual, y a la autodeterminación de los pueblos. Un desarrollo que garantice la soberanía alimentaria y nutricional a partir de la agricultura, la extracción, la ganadería y otras formas productivas, todas con una perspectiva ecológica. Este año, el 11 y 12 de agosto, realizamos la Quinta Marcha de las Margaridas, ocupamos Brasilia con 80 mil mujeres y mucha irreverencia y solidaridad feminista. Marchamos para denunciar el modelo de desarrollo que predomina en Brasil, vinculado al agronegocio –con uso de agrotóxicos; concentración de tierra; deforestación; uso insostenible del agua, sobre todo en la minería y en los monocultivos; precarización del trabajo de las mujeres; violencia de género, etcétera. En otras palabras, denunciamos el modelo de producción y reproducción social patriarcal que mercantiliza los bienes de la naturaleza –tierra, agua, bosques y semillas- y nuestras vidas, provocando, entre otros impactos, la desterritorialización que a su vez implica la ruptura con los vínculos al medio ambiente, con las prácticas religiosas y los hábitos alimentarios, y también promueve la violencia en diferentes dimensiones.
Este año, la Marcha ocurrió en un momento importante, ante la ofensiva de grupos políticos de derecha, y afirmamos que no vamos a tolerar retrocesos democráticos y políticas conservadoras que restrinjan nuestros derechos sexuales y reproductivos, por ejemplo. Así, apuntamos la importancia de las reformas estructurales –política, agraria y tributaria- y la democratización de los medios de comunicación, y gritamos alto y nítido: “¡Fuera Eduardo Cunha!” (actual presidente de la Cámara de Diputados de Brasil). Para nosotras, Margaridas, el foco de la lucha es la construcción de la “justicia social” y ésta combina con autonomía económica, socialización del trabajo doméstico, con garantía de uso del territorio, libertad sexual, agricultura agroecológica, valorización de la producción para el autoconsumo, democracia y, sobre todo, con feminismo popular. Un poco del contexto histórico. La primera Marcha de las Margaridas ocurrió en el 2000 en adhesión a la marcha mundial de las mujeres, el lema fue “2000 Razones para marchar contra el hambre, la pobreza y la violencia sexista” y reunió a 20 mil mujeres en Brasilia, capital del país. Esta acción tuvo un fuerte carácter de denuncia al neoliberalismo y, específicamente, sus efectos sobre el mundo rural. La principal problemática era el estancamiento de la reforma agraria y la violencia intrafamiliar contra las mujeres. En 2003, se dio la segunda acción, realizada por 40 mil mujeres. Entonces fue reafirmada la importancia del combate a la violencia y el acceso a los ingresos y las políticas públicas específicas para las mujeres. El lema fue: “2003 Razones para marchar contra el hambre, la pobreza y la violencia sexista”. En 2007 ocurrió la tercera Marcha de las Margaridas realizada por 70 mil mujeres; su lema fue “2007 Razones para marchar contra el hambre, la pobreza y la violencia sexista” y en 2011 fue la penúltima Marcha, construida por cien mil mujeres. En ésta, el lema fue “2011 Razones para marchar por desarrollo sostenible con justicia, autonomía, igualdades y libertad”. Entre las importantes conquistas podemos citar: la obligatoriedad de la titulación conjunta para parejas que reciben tierras vía reforma agraria, las políticas de incentivo a la producción específicas para las mujeres, como el Programa Nacional de Agricultura Familiar para Mujeres (Pronaf Mujer) y políticas para enfrentar la violencia, como las patrullas móviles. Además, en 2003 fue creada la Secretaría Especial de Políticas Públicas para las Mujeres, espacio que tiene como finalidad desarrollar políticas centradas en el combate a la desigualdad de género. De manera general, la Marcha de las Margaridas contribuyó, sobre todo, a la construcción de unidad entre las mujeres de todo el país, considerando y respetando su diversidad, y es responsable, en ese sentido, de la catalización de acciones de resistencia cotidiana a la dominación de nuestros cuerpos y territorios y de la creación de una plataforma de lucha y reivindicaciones revolucionarias.
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