Del tren olivo al olvido
sistema de radiocomunicacionesretrasó el servicio, lo cual afectó a 85 mil pasajerosFoto Carlos Ramos Mamahua
la mitad del camino se acabaron las fantasías. Lo hecho, los logros, acuerdos y reformas legislativas están en el librillo de cuentas. Y de hoy en adelante, a rendir cuentas. Y a gobernar, que no es poca cosa. Lo del ancha vía y la prisa por llegar antes de salir de la estación; las urgencias angustiosas de los tres partidos dominantes y de los decididos a subirse al tren olivo, al símbolo viejo del andar presidencial. Eso va a aumentar la velocidad, a pesar de que ya descarrilaron algunos de esos trenes.
Enrique Peña Nieto ha vuelto al paso de campaña, desde las ineludibles selfies al lado de los jefes de Estado y de gobierno de las grandes potencias y el resto del globo en trance de muerte, hasta las prisas cotidianas entre los poderosos dueños del dinero y de los mexicanos del común que llegan a su lado de la mano del Estado Mayor Presidencial y las ambiciones menudas de gobernadores y funcionarios del México en movimiento; del que nadie sabe adónde va, pero saben todos que lleva prisa. Sabe Peña Nieto que no hay repetición de arcos triunfales prematuros en las portadas que lo declararon salvador de México y a renglón seguido se hicieron eco de las redes sociales que lo culpaban de todos los males que en el mundo han sido. Pero también sabe que los autoproclamados expertos en creación de imágenes
mal pueden sustituir al quehacer político. Y menos todavía informar y formar opinión en medio del ensordecedor ruido del caos anarquizante.
¿Dónde está la política de comunicación social de un titular del Poder Ejecutivo que llegó, vio y triunfó al cruzarse la banda al pecho y no encontró palabras ni acciones oportunas que exponer ante la andanada que siguió a la violencia de Ayotzinapa, al escándalo de la mal llamada casa blanca y la torpeza de revocar la licitación del tren bala, del tren chino? Del tren que corría por el ancha vía... De aquí en adelante, gobernar o nada. Y el tejido cuidadoso de la sucesión presidencial es acto de gobierno, o se reduce a la fallida intención de imponer un sucesor, cualquiera que fuese, tanto monta, monta tanto... O peor todavía, a fingir una sana distancia en busca de no exhibir la impotencia. Y así dar paso al atropello de las ahora múltiples cargas de los búfalos; al arribo de iluminados o gesticuladores, al poder que se deposita en un solo individuo.
Sabe más de lo que imaginan los que ya lo subestimaban desde que llegó al gobierno del estado de México y montó el operativo que integró la coalición de gobernadores, única vía para lograr la candidatura del PRI huérfano, de poderes efectivos, pero distribuidos, divididos, reducidos, en el CEN del PRI, en los gobernadores de los estados tricolores y en los coordinadores
del Senado y de la Cámara de Diputados. El resto, los sectores y los señores del corporativismo, nada podían hacer, salvo los oligarcas arrepentidos, atemorizados por haber sustituido la complicidad del priato con los gerentes de la derecha conservadora que rápidamente retomó los modos falangistas y la locura fascistoide. Sabe, pero no sabía el costo de los errores innecesarios, de la tardanza en reaccionar ante la violencia, que jamás es un simple asunto de usos y costumbres.
Llegamos a la mitad del camino. Vamos a ver, dijo un ciego. En cuanto volvió el inquilino de Los Pinos voló a París el jefe de Gobierno del Distrito Federal, el auténtico adelantado de los candidatos independientes
: Miguel Mancera; el escogido por Marcelo Ebrard para sustituirlo en el mando del DF, feudo y caja fuerte del capital indispensable para hacer política y hacer más capital y más y más. Mancera parecía lo que era: ajeno a la política y a la militancia en partido alguno. Seguramente Ebrard vio en él a una criatura de Pygmalion, a alguien capaz de ser visto con simpatía por los electores, de no ser visto como un peligroso contrincante por el dueño y señor de la coalición de partidos que se habían integrado en nombre de la izquierda
y se desintegraban ante el pregón tropical y el empeño implacable de Andrés Manuel López Obrador.
Ante el espejo, Miguel Mancera vio el reflejo del futuro, del suyo. Quien tenga el poder de decidir presente y futuro de los cortesanos y de quienes buscan la cercanía que da influencia, escuchará a los sicofantes y verá en la sumisión de los peticionarios el reconocimiento del talento del que él mismo no se había percatado antes de verse en el espejo del poder. Y para colmo descarriló el tren que corría por la línea 12 de Metro. Y se desvaneció el sueño del retorno triunfal de Marcelo Ebrard, del político que cedió ante el estratega de Nacajuca y esperar que pasara un sexenio para ser el candidato del PRD a la Presidencia de la República. Ebrard es una sombra que pasa. Pero el futurismo a la mitad del camino es juego de abalorios, salto al vacío: el afamado tren de la línea 12 del Metro descarriló a unos días de haber sido puesto en servicio por el independiente Miguel Mancera.
¿Y el PRD, partido heredero del Partido Comunista y de las izquierdas que se unieron en torno a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988? Nada: polvo y basura dejaron los Chuchos. Cuauhtémoc Cárdenas se alejó silenciosamente, empeñado en elaborar una nueva Constitución. El PT perdió el registro; y el partido de Dante Delgado es Movimiento Ciudadano. Andrés Manuel López Obrador hizo a mano su propio partido y es líder de Morena por aclamación. El PRD dejó el mando a un intelectual de cuño jesuítico y convicción social demócrata, Agustín Basave. No hay izquierda unida: López obrador rechazó la propuesta de Basave.
A la mitad del camino los augures ven el vuelo mediático de Aurelio Nuño y vuelven a soñar con el dedazo
, sin cesarismo sexenal. En el PRI de la segunda alternancia nadie descarta a Miguel Ángel Osorio, Luis Videgaray, ni al multiusos Meade. Pero, ¿hubo alguna vez una sucesión presidencial con el PRI en el poder y la decisión en manos de encuestadores? No. Tampoco en los 12 años del PAN. Y con Ricardo Anaya como monaguillo, la derecha se prepara a postular bajo palio a Margarita Zavala, la señora esposa de Felipe Calderón.
A la mitad del camino, han de enfrentar elecciones de gobernador de norte a sur, de este a oeste. Y Manlio Fabio Beltrones dice que “unidad y cohesión en lo interno, y apertura y flexibilidad hacia fuera son las premisas. Y el eterno retorno ya que estamos en la segunda alternancia. En Oaxaca, donde Gabino Cué ha sido apóstata y ha vuelto en cuanto le apretaron el cabestro, ya hay aspirantes declarados a la candidatura: Alejandro Murat renunció a la dirección del Infonavit y lanzó su sombrero al palenque. De inmediato respondieron los amarradores de navaja y revivieron al candidato derrotado por Gabino Cué: el senador Eviel Pérez Magaña.
Lo de Oaxaca está resuelto. Mucho habrá que decir de Alejandro Murat, discípulo del premio Nobel Joseph Stiglitz y ex diputado del PRI; político de raza; hijo de José Murat, quien fue gobernador de Oaxaca. Ah, nepotismo, dirían los que admiran las dinastías al norte del río Bravo, pero se manifiestan contra los cuatro Cárdenas que han gobernado Michoacán. Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. Ni José el del Pacto, ni Ulises Ruiz, ni Diódoro Carrasco deciden. Tanto a Peña Nieto como a Beltrones les importa quien sea capaz de ganar, quien tenga patas para gallo.