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La nada y la negación
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l sábado pasado la Asociación Psicoanalítica Mexicana fue escenario de fructífero diálogo entre el filósofo Evodio Escalante y el sicoanalista Salvador Rocha, a propósito de la interrogación sobre la nada y la negación que intento resumir.

Escalante abordó la negación poniéndola en correlación no tanto con el ser (lo que daría en no-ser, en el Parménides de Platón) sino con el Caos, aquello a lo que Hölderlin llamaba la escisión originaria.

La escisión originaria sería una suerte de escisión o diferenciación infinita en el torbellino de la materia. La negación en tanto es determinación que permite dar orden a lo que en su origen es caótico y desordenado.

Siguiendo a Heidegger se podría decir que es más fácil pensar la nada que pensar la negación. Hay una vía de acceso privilegiada para experimentar la nada y esa es la angustia; en cambio, no hay tal clave para entender la negación que en el fondo es un misterio.

Es más fácil saber qué es la nada, que saber qué es la negación. Primero, porque la filosofía del siglo XX afirma que existe una clave de acceso a la nada; la angustia. Segundo, porque la nada, en la historia de la filosofía, presupone el ser desde el dictum de Parménides: El ser, es; el no ser, no es.

Así quedó establecida esta prioridad del ser que permite entender qué cosa es la nada. Una nada que depende del ser a través de la negación, pero tan irrefutable en su nada como es el ser en su ser, afirmó Evodio Escalante.

De la negación en cambio se han ocupado los tratados de lógica. El papel de la negación en la dilucidación de la nada se da desde el momento en que se piensa que lo contrario del ser es el no ser, o sea, la negación del ser.

Habría, sin embargo, otra forma de entender la negación que consiste en la relación (de negatividad) no con el ser, que es asunto de la ontología, sino con el caos, que es asunto de la poetología. Esto es al menos lo que hizo Hölderlin en su texto esencial Juicio y ser.

Salvador Rocha, sicoanalista, hizo un registro hiperbólico impregnado del espíritu del Romanticismo hasta llegar a la deconstrucción derridiana, con estaciones intermedias en Arthur Rimbaud, Walter Benjamin y los sicoanalistas que se han preocupado del tema de la negatividad: Freud, Klein, Rank, Bion, Winnicott, Lacan, Green, Aulagnier… y otros más.

Yo es otro representa una de las frases más estremecedoras sobre la identidad contemporánea. Rimbaud dice: Yo soy otro, sino que ese que ya no soy ha dejado de pertenecerme, actúa ahora por voluntad propia. De esta manera inaugura la alteridad como tema de la identidad. El sí mismo, como otro.

Especial énfasis ocupó el pensamiento de Gilles Deleuze, el cual sostiene que se comprende mejor el movimiento genético desde la diferencia y la repetición que desde la negatividad y la contradicción. Sugiere ir más allá del mundo de la representación. Diferencia y repetición deben ser pensados como conceptos ajenos a los rasgos inherentes al mundo de la representación de cualquier concepto: identidad, semejanza, oposición y analogía. Puesto que sólo deforman, las repeticiones desnaturalizan la diferencia. Cada diferencia representa un poder diferir, sin que exista un evento originario como causa del otro. A través de esta afirmación de la diferencia es que se llega al eterno retorno, de lo mismo.

El teatro de lo real sería por definición el teatro de lo irrepresentable, de lo todavía no pensado; estamos de lleno en el ámbito de lo reprimido inconsciente. Lo umheimlich (lo no familiar) se apodera del yo. Estamos en el terreno de Geheimnis (misterio), de donde vienen heim, home, heimilch, etcétera. Lo negativo es lo que subyace en la oposición entre neurosis y perversiones. Es lo irrepresentable de la repetición del sufrimiento, el trauma que intenta ligarse y entrar en la cadena de placer-displacer.

Lo irrepresentable sería entonces en sus diferentes versiones lo que estando apartado, escindido del intercambio asociativo y de toda transacción, además conserva su eficacia para producir efectos, sostuvo Rocha.

De la mano de San Agustín, la interpretación que hace Heidegger del tiempo originario, coloca nuestro pasado en nuestro futuro, y ambos en este presente mismo, es por ello, que el sicoanálisis tiene una oportunidad. La cultura analítica como una esperanza en el pasado que descansa somnolienta entre las oscuridades de la transferencia y el recuerdo. Hasta hoy la teoría sobre las motivaciones humanas y sus determinantes más completa y formal que existe.