Espectacularidad, respuesta a la violencia
ace algunos años, hablar de la policía judicial (ahora policía ministerial) era referirse a una corporación cuya sola presencia aterrorizaba porque era osada y hasta arbitraria. Perseguía, tiraba a matar. En la década de 1980, cuando era gobernador Rubén Figueroa Figueroa, Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite, jefe único de todas las policías de Guerrero, creó para casos especiales el Grupo Tigre, cuya mención hacía temblar, porque no andaba con miramientos. Ni con legalidad.
Actualmente parece que la policía ministerial no existe. No se menciona. Pasa inadvertida. En el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), cuando comenzaron a llegar grupos de policías federales y luego de soldados del Ejército Mexicano, su espectacularidad despertó la admiración general, sorpresa. Hoy día, ni unos ni otros impresionan y prácticamente tampoco llaman la atención.
Hubo un momento, cuando empezaron a llegar las columnas de soldados, en que la población llegó a creer que sería el fin de la violencia y la inseguridad. No ha sido así. Actualmente, cuando el gobernador Héctor Astudillo Flores anuncia un operativo especial de seguridad en la sierra de Guerrero, con apoyo del Ejército, no causa ni un levantamiento de cejas, porque está demostrado que ni la incursión de elementos federales ni su reforzamiento donde ya operan ha resuelto algo.
Y no es que soldados y marinos sea ineficaces; es que ambos han sido utilizados para fines no establecidos. Cuando se trata de enfrentamientos, los militares han salido airosos, porque para eso están preparados. Por estrategia, la delincuencia evita el choque a menos que no tenga opción. De igual a igual, pierde. Por tanto, vigila a los militares, los elude, ataca sorpresivamente sus objetivos y huye. Soldados, marinos, gendarmería, policías federales, estatales y municipales llegan corriendo después, cuando ya pasó todo. Es como si jugaran al gato y al ratón, con la desventaja de que el crimen está más organizado.
¿Qué significa esto? Simple: el gobierno ha fallado en su estrategia o no ha querido emplear la correcta. Prueba de ello es que mientras las calles están atestadas de fuerzas de seguridad, diario hay de tres a cuatro asesinatos en promedio, sin saberse de detenidos importantes, lo que evidencia la falta de labor de investigación.