La Agencia Espacial Europea lanzó el cohete ayer desde la Guyana Francesa
Es el preludio de una misión mucho más ambiciosa para 2034
Buscan medir las variaciones en el tiempo, causadas por agujeros negros y otros grandes objetos ocultos en los confines de la galaxia
Viernes 4 de diciembre de 2015, p. 2
Berlín.
La Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) lanzó el jueves un cohete que llevará dos cubos de oro y platino a casi 1.6 millones de kilómetros de la Tierra para que los científicos puedan ver cómo se comportan en caída libre, a un costo de más de 450 millones de dólares.
Lo que suena como una iniciativa frívola es en realidad el preludio de una misión mucho más ambiciosa que se espera que mida variaciones en el espacio tiempo, provocadas por agujeros negros y otros grandes objetos ocultos en los confines de la galaxia.
Esas variaciones, también conocidas como ondas gravitacionales, fueron predichas por Albert Einstein hace un siglo pero nunca se han detectado de forma directa.
Para que esa misión –con lanzamiento previsto en principio para 2034– tenga éxito, la ESA primero tiene que ver si puede aislar objetos de influencias externas lo bastante bien como para medir los diminutos efectos de las ondas gravitacionales.
Queremos ver si podemos crear un entorno en órbita que esté libre de interferencias, y si es factible realizar estas mediciones de alta precisión
, señaló Michael Menking, vicepresidente de observación de la Tierra, navegación y ciencia en Airbus Defense and Space. La empresa es el principal contratista de tecnología de la misión LISA Pathfinder.
Tenemos una misión
, aseguró el científico del proyecto Paul McNamara tras recibir la confirmación de que la sonda se había separado del cohete Vega dos horas después de su lanzamiento desde el puerto espacial de la ESA en la Guyana Francesa, a la 1:04 de la madrugada, hora local (04:04 GMT) del jueves.
Para mediados de enero, la sonda habrá alcanzado una órbita a unos 1.6 millones de kilómetros de la Tierra, donde la fuerza gravitacional del planeta se equilibra con la del Sol. Entonces se dejarán caer los cubos –fabricados con oro y platino para reducir su susceptibilidad a campos magnéticos– dentro de una caja que los protege de partículas cósmicas y otras interferencias que puedan afectar a las mediciones realizadas por un sensible láser. El láser puede detectar movimientos de menos de 10 millonésimas de un metro.
La luz del Sol, el mayor enemigo
Nuestro mayor enemigo es la luz del Sol, que golpea el satélite y lo empuja
, explicó Oliver Jenrich, científico que trabaja en la misión LISA Pathfinder.
Para contrarrestarlo, el satélite utiliza propulsores proporcionados por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (Nasa, por sus siglas en inglés) capaces de hacer diminutas correcciones a la posición de la sonda para mantenerla en la órbita correcta e impedir que los cubos choquen con el interior de la caja en su caída libre.
Esto debería proporcionar un aislamiento casi perfecto para medir el efecto de las ondas gravitacionales, aseguró Jenrich.
Sin embargo, esta misión no medirá ninguna de esas ondas. Como los cubos de dos kilos sólo están separados por 38 centímetros, cualquier objeto lo suficientemente grande para afectar a su posición relativa tendría que ser tan enorme que sería visible al ojo humano, indicó el experto.
Las medidas reales tendrán que esperar casi dos décadas a la segunda parte de la misión, apodada eLISA. El proyecto implicará tres satélites colocados en un triángulo, a cinco millones de kilómetros de distancia entre sí. Juntos deberían detectar ondas gravitacionales provocadas por enormes objetos, como agujeros negros supermasivos, similar al que está en el centro de la Vía Láctea, y parejas de diminutas estrellas densas denominadas enanas blancas.