n días pasados, la organización estadunidense PEW dio a conocer un informe que revela que la migración de México a Estados Unidos no sólo disminuyó entre 2009 y 2014, sino que incluso sufrió un proceso inverso. El saldo neto fue de 140 mil personas que regresaron. PEW advierte que este fenómeno debe tomarse con reservas, debido a la dificultad para obtener estadísticas precisas, por la carencia de un registro oficial sobre la entrada y salida de mexicanos. Las estimaciones se hicieron con base en la información censal de ambos países.
De acuerdo con PEW, las razones de esa disminución son diversas: la crisis económica en Estados Unidos, el aumento del desempleo, la reunificación familiar y las deportaciones que el gobierno de ese país ha llevado a cabo durante ese periodo. Los dos últimos rubros son explicables, más no el relativo al desempleo que, si bien aumentó entre 2008 y 2011, empezó a disminuir en el último año citado.
De acuerdo con información oficial, actualmente el desempleo es de 5 por ciento, incluso por debajo del que existía antes de la crisis de 2008. Cabe advertir que buena parte de los trabajos en los que se emplea la mano de obra procedente de México no sufrieron una caída comparable con la doméstica, entre otras cosas por su bajo costo.
En estos mismos días, el Banco de México informó que las remesas familiares procedentes de Estados Unidos crecieron 4.8 por ciento en septiembre respecto del mes anterior. Un vistazo a las estadísticas publicadas por esa misma institución da cuenta de que a partir de 1995 la tendencia en el crecimiento mensual de estos ingresos ha sido constante.
Aumentaron de 250 mil en enero de ese año hasta superar 2 mil millones en lo que va de 2015. Un dato más que vale considerar es que la tendencia en el número total de envíos también fue creciente en esos años, llegando a 7 mil mensuales en 2015.
Sería lógico que si la población trabajadora procedente de México ha disminuido, los envíos de remesas también deberían reducirse. Pero de acuerdo a lo dicho arriba, no es el caso. Puede haber diversas explicaciones, pero dos son las más obvias: o el número total de mexicanos que vive en Estados Unidos no se ha reducido, o bien el salario de los que permanecen en el país ha aumentado.
En este último caso también caben varias explicaciones. Una es que hay más trabajo para los que permanecen en ese país, particularmente en los estados donde el desempleo ha disminuido sensiblemente, como en California. Otra es que en términos relativos la calificación de un buen número de mexicanos ha aumentado y se han movido a empleos y sectores mejor remunerados. En ambos casos su ingreso, en términos absolutos, permite mantener, e incluso incrementar el flujo de remesas a México.
Estudios como el de PEW siempre son útiles, como en este caso, para tener una idea de los flujos migratorios. El problema es que de un estudio como éste, en el que a pesar de que los autores advierten sobre la vaguedad de las estadísticas oficiales usadas, el gobierno los manipule para ensalzar sus logros en materia de combate a la pobreza, lo que no es del todo exacto.