Xenofobia, otro tipo de violencia
ay que estar de acuerdo con la condena mundial en contra de los criminales y deplorables ataques en París. El problema es que abrieron la puerta una vez más a la xenofobia, como en el caso de una resolución de los legisladores estadunidenses. Contrario sensu a la necesidad de buscar soluciones de fondo que prevengan asesinatos como los perpetrados por ISIS, la Cámara de Representantes aprobó, con 289 votos en favor y 137 en contra, una resolución que modifica los requisitos para otorgar asilo humanitario en Estados Unidos. La resolución establece que las solicitudes, cuyo escrutinio en la actualidad es de dos a tres años, ahora deberán ser aprobadas, además, por el secretario de Seguridad Interna, los directores de la FBI y de la Oficina Nacional de Inteligencia. Sin eufemismos, la resolución tiene el propósito de coartar la entrada a refugiados de Siria. El presidente Obama expresó su disgusto lamentando que algunos de los que se han beneficiado de la protección que ofrece Estados Unidos por haber sufrido persecución política, ahora les nieguen ese derecho a otros en esa situación. Prometió vetar la resolución si llega a su escritorio.
Es natural que cuando el terrorismo se encarniza, como en las semanas recientes, las naciones intenten medidas para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. El problema es cuando estas rebasan la sensatez, y en el mediano plazo producen resultados contraproducentes, como la histeria, el odio y medidas extremas que rayan en la xenofobia.
En Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, la paranoia ante la posibilidad de que espías nazis se infiltraran en el país suprimió la entrada de judíos alemanes que huían de las atrocidades del fascismo. En esa misma coyuntura, miles de estadunidenses de origen japonés fueron confinados en el interior del país para prevenir que apoyaran una invasión a Estados Unidos. Tampoco se olvida que, recientemente, entre las excusas para levantar un muro en la frontera entre México y Estados Unidos estaba la de evitar la posible entrada de terroristas. Estas atrocidades han sido reconocidas por muchos estadunidenses como actos injustos, desproporcionados e indignantes.
Cabe recordar que, con excepción de los ataques del 11 de septiembre de 2001, los principales atentados terroristas en el país han sido de sus mismos compatriotas que han aprovechado la irrestricta venta de armas para asesinar a cientos de personas. Sólo cabe esperar que el buen juicio prevalezca y no se coarten los derechos humanos de quienes huyen de la violencia en sus países, que no son diferentes de quienes también huyeron de la represión para fundar Estados Unidos.