21 de noviembre de 2015     Número 98

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Sinaloa

Rol de los productores sinaloenses
en el futuro del maíz transgénico

Elena Lazos Chavero Profesora-investigadora, Instituto Investigaciones Sociales, UNAM

1.- ¿Qué significaría el maíz transgénico en Sinaloa?


FOTO: Alex Proimos

El alto grado de incertidumbre ante los posibles impactos de los organismos genéticamente modificados (OGM) en la agricultura obliga a elaborar evaluaciones previas a la toma de decisión de incorporar esta tecnología en el país, más aún cuando somos centro de origen y de diversificación de varios cultivos.

La liberación del maíz GM es un tema más complejo que un análisis de costos de producción, dado que participan múltiples actores con diversos intereses: productores, comercializadores, compañías semilleras, industriales, investigadores, autoridades de distintos niveles, consumidores, etcétera. Sin embargo, aquí sólo me concentraré en los productores por ser los posibles usuarios principales. Analizaré los costos de producción de maíz entre agricultores de cada estrato y examinaré su postura con respecto al maíz GM.

2.- ¿Por qué es fundamental tomar en cuenta a los agricultores de Sinaloa?

El abasto de maíz blanco para consumo humano está garantizado con la producción nacional y las importaciones son de maíz amarillo destinado a la producción pecuaria e industria alimentaria. Sinaloa ha sido el principal productor de maíz blanco en el país desde hace 15 años. Su producción se ha incrementado en 400 por ciento desde 1990, y sus rendimientos han sido crecientes (de entre diez y 15 toneladas por hectárea).

¿Cómo se da esta maicificación? De 1940 a 1960, la política agrohidráulica y la revolución verde alentaron el maíz. En los años subsecuentes, fue reemplazado por una diversificación de cultivos. Sin embargo, a partir de 1990, el maíz híbrido se expandió impulsado por la política agrícola nacional, las alianzas políticas y el capital inyectado para subsidios a la comercialización. Los maíces nativos fueron fuertemente desplazados pero aún quedan 11 razas: tabloncillo, tabloncillo perla, tuxpeño, elotero, blando de Sonora, onaveño, vandeño, reventador, jala, dulce de Sinaloa y chapalote. Existe todavía esta riqueza de maíces nativos cultivados por agricultores que continúan su diversificación.

Frente al retiro de apoyos y protección a otros cultivos, este patrón de especialización basado en maíz blanco bajo el ciclo de otoño/invierno tomó auge a partir de 1993. Se elevó la demanda de semillas híbridas de alto rendimiento, se adquirió maquinaria y se hicieron inversiones en instalaciones para el secado y almacenamiento. El maíz representó una reconversión inducida por factores institucionales y de mercado. Sinaloa es el estado con la mayor superficie agrícola mecanizada, uso de agroquímicos y semillas mejoradas, riego y asistencia técnica. De un millón 626 mil 551 hectáreas cultivables, en 2011 el maíz ocupó 837 mil 50 hectáreas, de las cuales 99 por ciento estaban mecanizadas con semilla mejorada y 96 por ciento irrigadas (datos del SIAP-Secretaría de Agricultura, 2011).

3.- ¿Quiénes son los productores maiceros en Sinaloa?

En trabajo de campo (agosto 2012 y agosto 2013), entrevistamos a diversos actores. Para productores, seguimos cinco criterios: a) superficie cultivada con maíz, b) nivel tecnológico, c) pertenencia a organizaciones, d) tipo de semilla y e) ubicación. En total, fueron 17 productores: seis grandes, cuatro medianos y siete pequeños.

Los grandes productores cultivan entre 150 y mil 500 hectáreas de tierras propias y rentadas, según la capacidad de las presas. Entre los medianos productores, distinguimos: a) maiceros de entre 70 y 150 hectáreas y b) maiceros de entre 40 y 70 hectáreas. Todos combinan tierras privadas y rentadas irrigadas con maíces blancos híbridos comprados a las compañías trasnacionales (Monsanto y Pioneer). Pocos cultivan maíz amarillo bajo el fracasado programa de reconversión 2005 de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa). Domina la agricultura por contrato con la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agroalimentarios (Aserca). Estos tarios. Estos convenios y la negociación del precio del maíz son el punto neurálgico para los productores.

En cuanto a los pequeños productores, caracterizamos: a) ejidatarios con 15 a 40 hectáreas irrigadas, pero muchos las rentan, y b) productores temporaleros con milpas (cinco-15 has) de maíces nativos con cultivos intercalados, algunas con híbridos bajo riego.

La semilla y los fertilizantes representan los insumos de mayor costo (alrededor de 30 y 35 por ciento, respectivamente). El costo del riego (uno en pre-siembra y cuatro de auxilio) representa alrededor del 15 por ciento. Los plaguicidas y los herbicidas ocupan un reducido porcentaje de los costos de producción (alrededor del cinco). La preparación del terreno oscila entre 15 y 25 por ciento. Aunque casi no haya daños por plagas, las comunes son gusano cogollero, elotero, trips, araña roja y roya. Algunos agricultores aplican plaguicidas. La presencia e intensidad de las plagas dependen del manejo del terreno, tipo de suelo y condiciones climáticas. Los productores grandes reportan hasta ocho por ciento de pérdidas por plagas, pero con monitoreo temprano sería menos del cinco por ciento. Los costos totales oscilan de 14 mil y 17 mil pesos por hectárea. Tienen rendimientos de 10 a 16 toneladas por hectárea.

Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) reporta también que la fertilización y la siembra son las etapas más caras; mientras que los plaguicidas representan el menor costo. Los herbicidas se aplican raramente.

En el caso de los pequeños agricultores de temporal con maíces nativos, las semillas se reutilizan e intercambian. Sus rendimientos varían de una a cuatro toneladas por hectárea. Algunas variedades son resistentes a la sequía, plagas y vientos. Plaguicidas y herbicidas son poco aplicados.

4.- ¿Qué opinan los productores sinaloenses respecto de la liberalización comercial del maíz transgénico en México?

Si el costo de la siembra es una de las etapas más caras en el proceso productivo y la aplicación de plaguicidas y herbicidas es la más barata en la inmensa mayoría de los casos, entonces ¿qué tan pertinente es la introducción de maíz transgénico para evitar plaguicidas y herbicidas cuando éstos casi no se utilizan?

El maíz transgénico no sería entonces rentable económicamente para grandes ni medianos productores pues incrementaría el costo de la semilla y no sería significativo el ahorro en pesticidas. Además, el maíz transgénico ya es obsoleto por la generación de resistencias. En Sinaloa, tampoco se necesitan porque no hay problema de malezas y, por el contrario, podrían generarse súper malezas.

Se puede afirmar que se está frente a una tecnología inapropiada para las condiciones de la agricultura maicera de Sinaloa pues no mejora el proceso productivo ni baja costos productivos. Finalmente, para pequeños agricultores no es económicamente viable adquirir un insumo que se obtiene usualmente por intercambio y almacenamiento.


FOTO: Alba Sud

En las cuatro organizaciones sociales más representadas, existe diversidad de información sobre transgénicos. Estas organizaciones son la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (CAADES), la Liga de Comunidades Agrarias (LCA), el Frente de Defensa de los Productores Agrícolas (FDPAS) y el Movimiento Agrícola Sinaloense (MAS). Muchos productores desconocen los transgénicos; otros dicen conocerlos, pero la información es confusa. Sus únicas fuentes de información son las empresas. Dirigentes, grandes productores y productores líderes han recibido pláticas y han visto películas. Y varios han sido invitados por Monsanto con gastos pagados para visitar regiones de maíz y soya transgénica en Estados Unidos, Argentina y Brasil. Sin embargo, no cuestionan la calidad de la información proveniente de las empresas.

A pesar de sus diferencias, la CAADES, que agrupa alrededor de 15 mil grandes y medianos productores; la LCA, con 20 mil agremiados, y el FDPA, que reúne a cerca de 12 mil productores, tienen discursos similares. Como su principal objetivo es rentabilidad y “progreso”, los productores mencionaron la necesidad del maíz transgénico porque ellos han sido los primeros en implantar “tecnologías que cambian al mundo”. Consideran a los transgénicos como una tecnología que traerá beneficios, por ser utilizada en Estados Unidos, ícono de progreso y modernización. “¿Cómo las empresas harían una tecnología dañina? Sería mejor probarla para luego decidir” (director de CAADES, agosto de 2011).

Suponen que el transgénico es más productivo que el híbrido y conjeturan que puede venderse a un menor precio, sin pensar que está subsidiado en Estados Unidos. Aseguran que el transgénico puede convivir con el maíz híbrido convencional sin problemas. Varios agricultores sembrarían transgénicos sólo si bajaran sus costos de producción o aumentaran su producción. Otros quieren transgénicos resistentes a sequías o heladas. Aunque, al mismo tiempo, admiten el gran desperdicio de agua en los sistemas de riego.

En términos económicos, pocos agricultores ven el peligro de una dependencia absoluta hacia la semilla. Cuando los agricultores quieran sembrar híbridos convencionales, ya no podrán conseguirlos. Pocos productores vislumbran el valor comercial de los maíces convencionales sobre los transgénicos. En lo referente a la conservación de maíces nativos, los agricultores reconocen su importancia, pero se ven al margen de esta responsabilidad pues, dicen, es competencia del gobierno. En cuanto a los efectos a la salud, casi todos los agricultores los minimizaron. En cuanto a la Ley de Bioseguridad y las implicaciones económicas de la introducción del maíz transgénico, todos declararon desconocimiento. No vislumbraban conflictos por contaminaciones entre transgénicos e híbridos.

En la esfera política, los agricultores reprueban que Monsanto participe en el Consejo Nacional Agropecuario (CNA). La estrategia de Monsanto es convencerlos para que ellos hagan la petición al gobierno federal para la autorización.

En cambio, aunque el Movimiento Agrícola Sinaloense (MAS) no tenga una sola posición, muchos dudan de las promesas de Monsanto. Su dirigente insiste en trazar nuevas trayectorias tecnológicas con independencia productiva, inclusive, biotecnologías apropiadas a sus necesidades. Plantea laboratorios y alternativas como insectos benéficos.

Desafortunadamente, dice el ingeniero Alonso Campos, líder del MAS, los agricultores no reflexionan para construir consensos. Antes había más alianzas entre las organizaciones. Actualmente, Monsanto ha fracturado estas alianzas. Los líderes invitados a los viajes están a favor. Todo esto y la cultura sinaloense de la no reflexión y la no beligerancia abonan el terreno para que los agricultores sinaloenses sean el blanco perfecto de Monsanto. Claramente, no ha habido foros suficientes de reflexión conjunta.


Honduras

La débil institucionalidad


FOTO: Sustainable Harvest International

Yolanda Massieu

Honduras es el segundo país con mayor pobreza en Centroamérica y el número 15 a escala mundial, hay escasez de información estadística y documental, muy limitado acceso de la población a tecnologías de información y comunicación y una débil institucionalidad regulatoria de los cultivos transgénicos.

El país es dependiente de Estados Unidos, con una economía basada en el sector agropecuario. El 21 por ciento de la población vive con menos de un dólar al día y el 48 por ciento es rural. Existe una preocupante violencia, con la mayor tasa de homicidios del mundo en 2013.

El maíz blanco es la base de la dieta y el cultivo más importante. Los escasos productores intensivos comerciales y semicomerciales generan la mayor parte de la producción para el mercado, mientras que la gran mayoría (82 por ciento) son minifundistas de temporal y autoconsumo, con una parcela promedio de 1.2 hectáreas. El rendimiento promedio de los pequeños productores es de 1.24 toneladas por hectárea y 1.87 el de los grandes. Sólo el 20 por ciento siembra variedades mejoradas comerciales y la mitad del maíz que se consume es importado. Existen disparidades en la información de la superficie y rendimientos de maíz, con cifras de 648 mil 815 hectáreas en 2009, 370 mil en dos ciclos en 2012 y 440 mil en 2013.

Varios cultivos transgénicos se han aprobado comercialmente desde 2001 (maíz, plátano, arroz y soya), año en que se dio la liberación comercial de las variedades de maíz Roundup Ready y Bt, con una supuesta moratoria de cinco años para su seguimiento, que no se ha practicado. Se prohibió la siembra en algunas regiones con presencia de variedades nativas y campesinos indígenas. El transgénico se siembra en los dos departamentos con mayor producción (Yoro y Olancho). En 2002 se sembraron 500 hectáreas a nivel pre-comercial; en 2003, mil 500, y en 2004, mil 800 hectáreas.

Distintas fuentes hablan de aumentos espectaculares de rendimientos de maíz transgénico, de ocho a 13 toneladas por hectárea, con menor uso de fertilizantes, herbicidas e insecticidas. También en los datos de la superficie sembrada de este maíz hay disparidades, al parecer creció de tres mil hectáreas en 2005 a 15 mil 774 en 2015. Existen plagas de insectos y aflatoxinas en almacenamiento que causan pérdidas. Lo siembran algunos grandes productores (entre 320 y 500) en parcelas de tres hectáreas de sus propiedades, con efectivo control de insectos según los trabajos consultados. Para prevenir que los insectos desarrollen resistencia en el caso del maíz Bt, se consideran zonas de refugio los campos aledaños de caña, sorgo y maíz híbrido, donde se crían insectos no resistentes. Se han detectado cantidades no medidas de maíz y alimentos elaborados con trazas de eventos transgénicos.

Hay escasez de estudios de los impactos socioeconómicos y ambientales de la siembra de maíz transgénico. Trabanino y Almendares consideraban al Bt un éxito en 2007, con aumentos de rendimiento de 20 por ciento y control de los insectos con una sola aplicación de insecticidas. Falck-Zepeda y otros autores informaban en 2012, con base en 114 encuestas a productores realizadas en 2008, que hay un efectivo control de plagas y que la limitante era el costo de la semilla, y Roca, basada en las mismas entrevistas de 2008, reportaba en 2013 control efectivo del insecto Spodoptera Frugiperda, plaga que no es muy crítica en variedades convencionales. El 15 por ciento de los productores entrevistados expresaron que tenían problemas de comercialización del maíz transgénico, pues Maseca no lo aceptaba, y para el seis por ciento el precio no cubría los costos. La información sobre el maíz transgénico se obtiene en las casas comerciales y los productores de maíz Bt continúan usando agroquímicos.

En cuanto a las medidas de bioseguridad, el país muestra una débil institucionalidad y autonomía, pues todas las pruebas de campo se realizan en Estados Unidos, es la compañía proponente la que vigila la bioseguridad (sobre todo en cuanto a zonas-refugio) y de 14 universidades que hay en el país sólo tres tienen capacidades en biotecnología. En el Comité Nacional de Biotecnología y Bioseguridad hay un protagonismo sin contrapesos de las empresas trasnacionales y ninguna presencia de la sociedad civil. Deliberadamente se excluyeron los problemas socioeconómicos en la regulación. Existen algunas organizaciones sociales con preocupaciones socioambientales y críticas de la tecnología transgénica, en un contexto en que el país es firmante del Convenio de Diversidad Biológica y padece dependencia alimentaria. Hay algunos intentos gubernamentales por recuperar la autosuficiencia, aceptando a la biotecnología como medio, en los que Monsanto tiene un papel protagónico.

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