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Puebla Agricultores que conservan
Yolanda Castañeda En los años 60’s del siglo pasado Puebla fue noticia en el mundo, al descubrirse la mazorca más antigua, que data de hace siete mil años, en la cueva de Coxcotlán, del Valle de Tehuacán. Siendo uno de los primeros lugares donde fue domesticado el maíz, se desarrollaron 19 razas que han contribuido a la alimentación de las comunidades poblanas, poseedoras de una rica gastronomía mestiza, en la que predominan como ingredientes el maíz, frijol y chile. En 2010, el gobierno de la entidad publicó un decreto que designa a la gastronomía poblana como Patrimonio Intangible del estado. De 2012 a 2015, investigador@s de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en el marco del proyecto que difundimos en este suplemento, nos entregamos a la tarea de conocer la situación de los agricultores maiceros en la entidad e indagar si tenían información acerca del maíz genéticamente modificado o transgénico. Las regiones visitadas fueron: Cuetzalan, caracterizada por una producción de autoconsumo de maíces nativos por pequeños productores indígenas; Ciudad Serdán, con pequeños productores mercantiles y de autoconsumo que emplean semillas nativas y participaron en el Proyecto Maestro de Maíces Mexicanos (PMMM); Libres, con medianos y grandes productores que destinan su maíz mayoritariamente a la venta; Nopalucan, que cuenta con pequeños, medianos y grandes productores organizados para la comercialización conjunta del grano, y Tecamachalco, identificado con altos volúmenes de producción en la entidad. En estas regiones prevalece la producción de maíces nativos para el consumo familiar, junto con variedades híbridas que comercializan empresas semilleras nacionales y trasnacionales, excepto en Cuetzalan que se siembra sólo para consumo. En el cultivo, la selección de semillas nativas por campesinos y campesinas, y por ende de las variedades adecuadas a los ambientes fisiográficos, ha orientado el desarrollo de poblaciones de maíces aptos para producir en zonas diferentes. Algunas de sus características son: precocidad, porte de planta, resistencia a plagas y enfermedades y componentes del rendimiento de grano. Esta interacción constante entre el cultivo y los productores propicia la conservación de una diversidad de maíces. Sin embargo, se carece de un estudio amplio a escala estatal de toda esta multiplicidad de semillas. Para los agricultores maiceros, los principales problemas son la comercialización desventajosa, la volatilidad de los precios y los costos crecientes, así como los fenómenos climatológicos como sequías y heladas. A partir de 2011 y 2012, el cambio climático modificó las fechas de siembra y las lluvias se han retrasado. Ello, junto con el encarecimiento de los fertilizantes químicos, inciden negativamente en la producción. Se advierte una desvinculación de los productores con los centros de investigación, que no ha permitido potencializar las variedades de maíz nativas e híbridos para enfrentar los cambios generados por la variabilidad climática. El cultivo es emprendido por grandes, medianos y pequeños productores. La mayor parte del volumen se produce en condiciones de temporal (73 por ciento) por agricultores minifundistas (85 por ciento de las unidades de producción rural poseen cinco hectáreas o menos) y con el empleo casi exclusivo de variedades nativas (60 por ciento). La mayoría de los productores ha logrado que su cultivo tenga un doble propósito: satisfacer las necesidades familiares y la venta. El rendimiento promedio es de dos a cinco toneladas por hectárea. La mayor parte de los agricultores entrevistados (82 por ciento) cultivan más del 80 por ciento de sus terrenos con maíz. Su vocación y amor a la tierra permite que sus ingresos sean cubiertos en 50 por ciento o más por medio de la agricultura. Ante la posible liberación comercial del maíz transgénico en México, es importante destacar que cerca de la mitad de los productores en la zona de estudio no sabe que es un maíz transgénico resistente a insectos o tolerante a herbicida, ni qué empresa lo produce. Para quienes han tenido información, las fuentes son variables: medios de comunicación, ingenieros del PMMM, técnicos gubernamentales y por medio de la organización a la que pertenecen (Tosepan Titataniske en Cuetzalan, EICOPRODESA-Juan de la Granja en Nopalucan y el Consejo Poblano de Agricultura de Conservación en otras partes del estado). La mayoría de los agricultores entrevistados manifestaron no haber leído, visto o escuchado sobre la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, ni estarían dispuestos a cultivar y/o comer este tipo de maíz. Los productores de Puebla entrevistados no consideran necesario el uso de un maíz transgénico, porque las plagas en la región no tienen consecuencias significativas en sus volúmenes de producción. Ellos se enfrentan a precios desventajosos que no se establecen dentro del país, sino en la bolsa de Chicago, en Estados Unidos, y a políticas gubernamentales que no valoran ni protegen la seguridad alimentaria del principal cultivo. Los productores maiceros en Puebla están realizando esfuerzos tanto para conservar y mejorar sus variedades como para encontrar soluciones al problema de la comercialización, mediante la organización y buscando alternativas sociotécnicas sustentables que les permitan preservar sus maíces nativos para la sobrevivencia y porque estiman que este cultivo es la aportación que México ofrece para la alimentación de la humanidad. Tlaxcala La importancia sociocultural
Lucio Noriero Escalante El maíz criollo o nativo en el estado de Tlaxcala sigue preservándose en la práctica productiva de la agricultura campesina. La mayor parte de los productores son minifundistas, sus parcelas van de media a cinco hectáreas. El maíz como alimento satisface parte de los requerimientos de consumo humano y de los animales de traspatio. Existe arraigo cultural al cultivo y están presentes rituales que comienzan con la siembra y culminan en la cosecha. Es de incuestionable valor el uso del maíz para la elaboración de tortillas, tamales, atoles y otros productos que enriquecen la cultura gastronómica (Tlaxcala significa “lugar de la tortilla”). Síntesis de saberes en la selección de la semilla. Los campesinos de Tlaxcala, por medio de sus diversas prácticas, han sabido seleccionar las semillas para obtener diversidad de maíces criollos de color: azul, cremoso, amarillo, morado y rojo. El rendimiento promedio de estas variedades, que mayormente se producen en condiciones de temporal, es de 2.5 a 3.5 toneladas por hectárea, si bien hay casos en que, con buen temporal y técnicas agroecológicas promovidas por el Grupo Vicente Guerrero (GVG), del municipio de Españita, se llega a obtener cuatro o cinco. Sembrar estos maíces tiene que ver con el hecho de que son las semillas de los antepasados, las que llevan conservando y sembrando desde hace cien años, resguardándolas generación tras generación. Pero también hay atributos de calidad, como sabor y olor, según los consumidores. Estos alimentos adquieren un significado más allá de lo económico, dentro del plano cultural-simbólico. La fuerza de trabajo empleada es familiar, son productos resultantes de las propias manos campesinas y se tiene la seguridad de su origen. Destaca el GVG porque además de aumentar sus rendimientos, impulsa la agroecología por medio de la promoción del consumo del chapulín, antes considerado una plaga destructiva. Generan así un alimento que disfrutan por su sabor y alto valor nutricional, y lo pueden vender en el mercado local. Las ferias del maíz en Tlaxcala, impulsadas en su origen por el GVG, se han expandido y hoy son iniciativas de algunos gobiernos municipales. Promueven la siembra del maíz criollo, el fortalecimiento de redes de organización entre pequeños y medianos productores, el intercambio y la exposición de semillas, así como la creación de fondos comunitarios. Ello ha conducido a la valoración de las variedades nativas en las comunidades y su defensa como patrimonio cultural y natural. Con los maíces nativos de diversos colores se elaboran cuadros y artesanías. En cuestión gastronómica, se degusta una serie de platillos y bebidas tradicionales. Riesgo e incertidumbre son el binomio conjugado en la producción de maíz, especialmente ante retos actuales como el cambio climático y el permanente problema de costos y comercialización. En 2012 y 2013, cuando hicimos trabajo de campo en Tlaxcala, estaba aún presente la memoria de la helada atípica de 2011 que arruinó cosechas enteras. En Tlaxcala hay grandes productores que obtienen altos rendimientos con riego y el paquete híbrido-agroquímicos. Por medio de la Fundación Produce, promueven esta tecnología, costosa e inaccesible para la mayoría de los productores,. Algunos de ellos poseen bodegas para el acopio y la comercialización y otros siembran maíz para alimentar su ganado. Un hallazgo sobresaliente en Tlaxcala es que sembrar híbridos sólo es costeable en condiciones de riego y alto uso de agroquímicos, pues si se siembran en temporal su rendimiento es igual al de los criollos. Tanto los grandes productores como los pequeños temporaleros, incluidos los miembros o simpatizantes del GVG, conocen la Ley de Protección al Maíz nativo de Tlaxcala, y en las entrevistas expresaron su escaso interés o rechazo a la siembra o consumo de maíz transgénico. Dicha ley, un precedente importante a escala nacional aunque no entre todavía en vigor por falta de reglamento, declara al maíz criollo tlaxcalteca como Patrimonio Alimentario del Estado de Tlaxcala y prohíbe la siembra de maíz transgénico en el estado. Es la primera Ley que protege una semilla como un bien alimentario de la población mexicana, brindando seguridad a los pequeños productores, quienes generalmente utilizan las semillas criollas. En entrevistas a productores tlaxcaltecas, la demanda que sobresalió no estriba en obtener mayores rendimientos por hectárea, ni en combatir plagas y enfermedades, sino en mejores condiciones de comercialización y distribución. Con respecto al mejoramiento de sus variedades, los productores expresaron que requieren semillas resistentes a la sequía y al acame, más que a las plagas. La voz de los campesinos en cuanto a la importancia de su maíz se plasmó en expresiones como: “muy importante”, “es nuestra vida”, “nuestra ilusión”, “la vida del mundo”, “artículo de primera necesidad”, “lo principal”, “enfría la tierra”, “es bendito, nuestro tesoro”, “fuente de la vida”, “el maíz es mi vida”, y también un “negocio comercial”.
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