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Aliados Ejecutivo y Monsanto, se topan con
No cabe duda que el Ejecutivo Federal y las empresas desarrolladoras de semillas transgénicas, en particular Monsanto están aliadas estrechamente buscando imponer esta tecnología en el campo contra viento y marea. De acuerdo con datos de la Alianza por la Salud Alimentaria, la resolución judicial anunciada el 3 de noviembre pasado, de confirmar la suspensión provisional que impide tramitar y otorgar permisos de siembra o liberación al ambiente de maíz transgénico en todo el país –la cual ha estado vigente desde septiembre de 2013- fue precedida de alrededor de ¡cien! impugnaciones interpuestas por el gobierno federal y por las trasnacionales de organismos modificados genéticamente. La suspensión temporal que frena el maíz transgénico, como se sabe, fue resultado exitoso del proceso judicial de una demanda colectiva interpuesta en julio de 2013 –suscrita por un conjunto de 53 personas: representantes de organizaciones de productores agrícolas y apícolas, científicos, investigadores, académicos, artistas, defensores de derechos humanos y más.
Y la respuesta gubernamental aliada con las trasnacionales ha implicado múltiples juicios de amparo, incluyendo uno que ganaron por un lapso de apenas unos días, otorgado el 19 de agosto de 2015, el cual se vio revertido gracias a una impugnación ciudadana, y al parecer también gracias a expresiones públicas de opiniones con peso moral importante, por ejemplo de chefs defendiendo las razas nativas del maíz. La demanda colectiva presentada en julio de 2013 fue hecha en contra de las secretarías de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), así como en contra de los solicitantes de permisos de liberación o siembra de maíces transgénicos, esto es, Semillas y Agroproductos Monsanto, Monsanto Comercial, Dow Agrosciences de México, PHI México (Pioner-Dupont) y Syngenta Agro. Esta demanda fue acompañada de la petición de una medida precautoria (la suspensión provisional de permisos a las trasnacionales, mientras se desarrolla el juicio), misma que fue concedida. Las intenciones de la demanda colectiva son que los tribunales federales declaren: “uno, que se han liberado al ambiente de forma voluntaria o involuntaria organismos genéticamente modificados (OGM) de maíz en lugares no permitidos y en actividades no autorizadas; dos, que la existencia de estos OGM afecta el derecho humano de conservación, utilización sostenible y participación justa y equitativa de la diversidad biológica de los maíces nativos, ya que sobrepasa los límites permitidos por la Ley de Bioseguridad de OGM (LBOGM), y tres que con mayor razón se afectará la agro biodiversidad si se liberan de manera a gran escala maíces transgénicos”. Y el objetivo final de la demanda colectiva es que “con base en las propias leyes se nieguen los permisos de liberación o siembra de maíz transgénico en todo el país”, establece la página web. La propia página señala que dos tribunales federales, el Quinto Tribunal Colegiado en materia Civil del Primer Circuito y el Segundo Tribunal Unitario en materia Civil y Administrativa del Primer Circuito, han resuelto que la posibilidad de violentar el derecho humano a la diversidad biológica de los maíces nativos, también llamados criollos, es razón legal suficiente para mantener detenida la siembra de transgénicos durante los trámites de juicio colectivo. Monsanto impugnó al magistrado del Segundo Tribunal Unitario por haber emitido tal criterio. Pero “hasta ahora este cuestionamiento ha fracasado en dos tribunales”. La información mostrada en la página señala que otros criterios importantes emitidos por el Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito consisten en “definir que el derecho humano al medio ambiente es el derecho presente de las generaciones futuras, y que frente al interés particular debe tenerse en cuenta el interés de la sociedad”. También destaca que la demanda colectiva fue presentada ante el Tribunal permanente de los Pueblos-Capítulo México, que es un importante tribunal ético. La respuesta de las empresas desarrolladoras de transgénicos a la demanda colectiva ha sido no sólo vía mecanismos jurídicos, sino que ha promovido también un conglomerado de supuestos promotores de los OGM.
El 28 de septiembre de 2015 se hizo pública la existencia de la “Alianza pro transgénicos”, integrada por 45 agrupaciones e individuos, entre ellos el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), la Asociación de Agricultores de la Región Lagunera del Estado de Durango, AgroBio México y la Federación Mexicana de Lechería. La conferencia de prensa donde se presentó esta Alianza fue convocada por una agencia de relaciones públicas, Llorente y Cuenca, y ocurrió en el Hotel Hyatt, en Polanco. Allí el presidente de la Alianza, el agricultor chihuahuense Rubén Chávez Villagrán, y el vicepresidente, Mario Valdés Berlanga, lamentaron que la investigación y el desarrollo de semillas genéticamente modificadas se han convertido en un “delito”, y dijeron que la Alianza está dispuesta a romper con esa situación. Afirmaron que existen 40 solicitudes ante la Sagarpa y Semarnat para realizar siembras con semillas modificadas, que, según ellos “podrían dar al país un crecimiento de dos dígitos en la producción de alimentos”. Ya antes, a mediados de la década de 2000 también, vía el CNA, hubo un intento expuesto en voz de productores de Chihuahua por expresar el interés de productores del norte de la República para que se autorice la siembra comercial de maíz transgénico.
En el otro lado de la moneda, la demanda colectiva para frenar al maíz transgénico ha sido respaldada por diversos sectores de la sociedad, como es el caso de un centenar de chefs mexicanos -entre ellos Enrique Olvera y Alex Ruiz, con alta reputación en el mundo de la gastronomía- que en agosto de este año hicieron pública una petición al presidente Enrique Peña Nieto. El llamado Colectivo Mexicano de Cocina, que agrupa a los chefs, expresó entonces su apoyo a la demanda colectiva. Dijo “El cultivo de estos productos (maíces transgénicos) atenta contra la diversidad de nuestros maíces nativos y pone en peligro su existencia. Además, “sus agroquímicos pueden representar un peligro para la salud”. El actual secretario de Agricultura, José Calzada Rovirosa, que tomó el relevo de Enrique Martínez y Martínez el pasado 27 de agosto, ha mostrado una posición ambigua respecto de los transgénicos, pero en su primer acto público, en un foro conmemorativo del aniversario 20 de la ANEC, el director ejecutivo de esta organización, Víctor Suárez Carrera, le demandó: “usted tiene la responsabilidad histórica de no ceder a los chantajes de Monsanto y de los monopolios. Confiamos que no se dejará presionar”. Con base en el interés del foro (de dialogar sobre el potencial de la agricultura de pequeña y mediana escala y de la agroecología), Suárez le dijo a Calzada Rovirosa que “urge asumir un nuevo modelo productivo de conocimientos integrados campesinos-científicos y ya no seguir más el modelo de la revolución verde, que ha sido contraproducente, social, ambiental, económica y culturalmente. Necesitamos un nuevo modelo sin transgénicos, sustentable y respetuoso de los recursos y la biodiversidad”. Suárez Carrera es uno de los más entusiastas impulsores y signantes de la demanda colectiva. La lucha de intereses con el maíz transgénico en el centro es añeja. En 1998 el gobierno mexicano estableció una moratoria o prohibición de facto a este grano en todo tipo de siembras, pero en noviembre de 2003 esta medida fue levantada, también de facto, por parte de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados. Ya en ese entonces se tenía documentada la presencia de maíz transgénico en campos de Oaxaca (luego se supo de territorios en otros estados) que aparentemente llegó allí de forma accidental. Posteriormente la Cibiogem otorgó permisos de siembra experimental y piloto para maíces transgénicos de las trasnacionales (LR).
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