Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El desarrollo como derecho humano
E

l déficit de ciudadanía que en México vivimos es un déficit del desarrollo. Ese déficit que Marx no advirtió que crearía el propio capitalismo, ahí donde llegó y disolvió a las comunidades, sin establecerse como capitalismo en sentido lato. El que una mayoría continúe votando por una coalición neoliberal dominada por el PRI revela un déficit de ciudadanía, si tomamos en cuenta que las características de esa coalición han producido una de las peores condiciones de desigualdad del planeta.

América Latina es la segunda región más desigual del mundo (52.9 de coeficiente de Gini), apenas por debajo del África subsahariana (56.5) y seguida desde bastante lejos por Asia (44.7) y por Europa del este y Asia central (34.7). En México la desigualdad empeora, como acaba de mostrar el Coneval, pero el voto puede seguir siendo comprado debido al mercado electoral del subdesarrollo y su déficit ciudadano. Ahora el capital lícito y el ilícito mandan sobre la política y reciben además los votos de la mayoría.

Nadie espere que en 2018 las izquierdas vayan juntas a los comicios. Pero esto en sí mismo no tendría que ser importante. Así como las derechas tienen varios partidos, las izquierdas con distintas representaciones del futuro pueden tener distintos caminos, buscando conducirse como izquierdas. Son de izquierda, a veces sí, a veces no. Sufren el mismo síndrome del ciudadano con déficit.

El gobierno decidió que el país se va por la vía transpacífica. México, Chile (con mayor desigualdad que México) y Perú, de los países latinoamericanos apuestan contra el espacio que hace años domina China.

Adónde nos va a llevar el tiempo, no tardaremos mucho en saberlo. Pero, entre tanto, más allá del camino que unas u otras naciones del subdesarrollo hayan decidido seguir, todos los caminos podrían aliarse para luchar conjuntamente por agregar a la lista de los derechos humanos, el derecho al desarrollo. Por lo demás, es una lucha que ha vivido soterrada, aunque tiene muchos años de actividad.

Sobre los derechos humanos abundan las definiciones. Para los efectos de esta reflexión, me parece del todo idónea la formulada por el jurista y filósofo español Antonio Pérez Luño: Conjunto de facultades e instituciones que, en cada momento histórico, concretan las exigencias de dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional.

Las luchas internacionales, tan presentes desde hace tantas décadas por la ampliación de los derechos humanos, estuvieron en su inicio orientadas, en un carril separado, por la necesidad del desarrollo, entendido apenas como desarrollo económico. Con los años esa posición cambió a la idea de crecimiento económico, y diversas corrientes se dedicaron a formular tan sofisticados como regularmente inútiles teorías y modelos de crecimiento económico. El desarrollo, de ese modo quedó, en el espacio del mainstream, como un concepto puramente economicista.

En tanto la lucha por lo ampliación de los derechos humanos continuó, mediante el muy paulatino descubrimiento de la desprotección jurídica que en numerosos aspectos de la vida social e individual vivían las mayorías de los pueblos del mundo. La lista de los derechos humanos se acerca a 40 rubros, y han sido sistematizados, además, docenas de veces y se han repetido y revisado en decenas de instrumentos y reuniones. Pero su positivización real no llega. Es una lucha que sigue encubriendo diferencias profundas fuertemente asentadas en los intereses de los poderosos.

Probablemente el Pacto Inter­nacional de Derechos Civiles y Polí­ticos, que entró en vigor el 23 de mar­zo de 1976, y que para 2000 había sido firmado por 147 estados, puede tener alguna significación. Este pacto dice en sus primeros párrafos que todos los derechos humanos se desprenden de la dignidad y, por otro, que el ideal del ser humano libre no puede realizarse en el disfrute de las libertades civiles y políticas y liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos civiles y políticos, tanto como de sus derechos económicos, sociales y culturales. Así, el protocolo reconoce que de nada sirve declarar solemnemente la existencia de ciertos derechos si no existen las condiciones indispensables para que éstos puedan realizarse. Es decir, si no hay desarrollo. ¿Puede llegarse a un consenso sobre el desarrollo, además, como derecho humano?

El filósofo Javier Muguerza se pregunta “si –tras la insistencia en el consenso, fáctico o contrafáctico, acerca de los derechos humanos– no extraeremos más provecho de un intento de ‘fundamentación’ desde el disenso…; de un intento de fundamentación negativa o disensual de los derechos humanos…; la idea de recurrir para esos fines al disenso con preferencia sobre el consenso no parece del todo descabellada si reparamos en que la fenomenología histórica de la lucha política por la conquista de los derechos humanos, bajo cualquiera de sus modalidades conocidas, parece haber tenido algo que ver con el disenso de individuos o grupos de individuos respecto de un consenso antecedente –de ordinario plasmado en la legislación vigente– que le negaba de un modo u otro su pretendida condición de sujetos de tales derechos”.

Aparte. Hollande dijo, en términos bárbaros, que no tendrían piedad contra los bárbaros. Un mundo donde por hoy no tiene cabida ningún debate sobre el desarrollo y los derechos humanos.