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Toros

Sin regulación, la México apuesta por la mansedumbre

Oreja emergente a Fermín Rivera y faena de profundidad del debutante Diego Urdiales

Sin bravura la fiesta brava no es defendible

Armillita IV, en maestrito de escasos merecimientos

Otra pobre entrada

 
Periódico La Jornada
Lunes 16 de noviembre de 2015, p. a51

Nunca imaginó el Divo de Chiva, mejor conocido como el consentido aquí y en todos lados Enrique Ponce, el involuntario favor que le haría a la afición de la Plaza México –por hoy omitamos el Cecetla o Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos del Lento Aprendizaje– al declararse imposibilitado de venir a lidiar la enésima mansada que había elegido para su reaparición en el coso de Insurgentes, escenario de sus acostumbrados atracos.

Una lesión desde el 19 de septiembre pasado nos salvó de un cachondeo más a cargo del diestro consentido de la empresa, que no de la afición mexicana.

En la quinta corrida de la temporada como grande en la degradada plazota se anunciaron otros tres de la afamada dehesa de Fernando de la Mofa y tres más del reiteradamente descastado hierro de Bernaldo de Quirós, pero ante el sonoro petardo de los de la Mofa y la julada de hace ocho días se optó por lidiar seis de Bernaldo de Quirós, de reiterada mansedumbre y con las suficientes relaciones para reincidir con su pobre concepto de bravura a costa del público defeño, sin otra defensa gubernamental que la paciencia, que la modernidá no se anda con cuentos.

Al Divo lo sustituyó el magnífico diestro español Diego Urdiales –40 años de edad, 16 de alternativa y sólo 16 corridas este año en Europa– que, como tantos otros, no había tenido oportunidad de confirmar en la Plaza México por ese inoportuno contubernio de la empresa con los figurines españoles, que desde hace dos décadas reducen la fiesta de los toros a tres o cuatro apellidos, de preferencia con novillones sin bravura.

Ante el buen recorrido del abreplaza Personaje, el menos manso de la tarde, Diego Urdiales veroniqueó con cadencia, brindó la faena a su entrañable Francia, donde tomó la alternativa en Dax y tantos triunfos trascendentes ha obtenido, y realizó un trasteo sencillamente magistral por ambos lados sin ventajas, de gozoso temple, con sello y hondura, con interioridad pues, como los que realiza hace años en Europa ante toros más importantes pero cuyo desempeño no conviene a la tauromafia española ni al suicida sistema del turineo globalizonzo, cuyo agandaye ya descubrieron en Venezuela, Colombia y Ecuador. Lo demás fue lo de menos.

¿Cuánto ahorra el Cecetla trayendo encierros probadamente descastados y cuántas faenas como apoteósicas pensaba realizar con ellos Ponce el malo? Ya no jodan.

Fermín Rivera acusa los defectos del resto de los toreros mexicanos con potencial: discreto rodaje, falta de confrontación con los triunfadores, poca expresión y escasa capacidad de vendimia ante la mansedumbre y la muchedumbre –menos de un tercio de entrada.

Sin tomarle la distancia a su lote ni evitar el tedio, Fermín Rivera consiguió una oreja de su descastado segundo, en tanto que Armillita IV, instalado en maestrito ante la basurita, pasó inadvertido. Explicable, pues aún le quedan dos tardes.

Decoroso anduvo el rejoneador queretano Alejandro Zendejas, que con más rodaje puede llegar lejos.