espués de 20 años, regresó por segunda vez a México Jeffrey Weeks, el historiador inglés que está marcando las pautas para comprender el nuevo lenguaje de la sexualidad en el mundo occidental.
En reunión convocada por Claudia Alonso, titular de la Dirección Adjunta de Igualdad de Género de la Secretaría de Educación Pública, junto con la red de organizaciones sociales de derechos sexuales, se dirigió una conferencia del doctor Weeks a funcionarios y docentes del sector educativo del país, en sesión presencial del pasado 9 de noviembre.
El sentido de incertidumbre que caracteriza a las juventudes es también un rasgo inherente a las sexualidades contemporáneas, afirmó el también autor de El malestar de la sexualidad. La epidemia del sida cristalizó el sentido de incertidumbre, porque dramatizó la emergencia de nuevos riesgos en un mundo de grandes transformaciones de la vida sexual. En la segunda mitad del siglo pasado el mundo occidental experimentó una transición histórica en las creencias sexuales y de la intimidad, que tuvo efectos globales. La generación de la posguerra vivió un proceso desordenado, contradictorio y azaroso, que está inconcluso, y cuyas implicaciones no terminan de reconocerse. Todo cambió radicalmente. Las tasas de matrimonio que alcanzaron un pico en los 1970 empezaron a declinar. La cohabitación pasó de ser considerada como vivir en pecado
a ser normalizada, el divorcio se convirtió en una práctica corriente, el uso de anticonceptivos se generalizó, el aborto y la homosexualidad fueron parcialmente descriminalizados en muchas jurisdicciones (del mundo industrializado –agrego–). El feminismo y el movimiento de liberación gay allanaron el camino para exigir derechos de ciudadanía, ciudadanía sexual y derechos sexuales. La censura y las representaciones sexuales explícitas se relajaron, la pornografía se convirtió en un negocio multimillonario, e Internet creó una amplia gama de nuevas posibilidades de interacción sexual.
En la escala mundial esa transición ha sido muy desigual. Hemos visto el surgimiento de movimientos fundamentalistas que promueven costumbres sexuales profundamente conservadoras. Frente a la transición hay perdedores y ganadores, en el nuevo milenio se observan cambios dramáticos en la ecología sexual. Los jóvenes comenzaron a redefinir el clima cultural aun en países del sur global, con actitudes y prácticas diferentes a las de sus padres. Cambio en las relaciones de poder tanto intergeneracional como entre hombres y mujeres, nuevos reclamos por los derechos y la igualdad de género, movilizaciones de personas trans, separación de sexualidad y reproducción, separación del sexo y el matrimonio, separación del matrimonio y crianza de los hijos, nacimiento fuera del matrimonio, crecimiento del número de progenitores solteros, requilibrio de la relación entre género, normalidad y anormalidad sexual. Reclamos de la comunidad por reconocimiento y derechos, separación de la heterosexualidad y la crianza de hijos, paternidad y maternidad del mismo sexo, y el matrimonio entre personas del mismo sexo se ha reconocido en diversas partes del mundo.
No hay acuerdo en las implicaciones de esa transición. Organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial han impuesto políticas, especialmente en el sur global, que pueden tener efectos dramáticos sobre la vida íntima. Organizaciones religiosas mundiales como la Iglesia católica romana moldean políticas hacia el aborto y el control natal. Organismos trasnacionales como la Unión Europea y el Tribunal de Derechos Humanos se involucran cada vez más en regular la sexualidad. Las Naciones Unidas intervienen en el rol de las mujeres y los niños y, con menos éxito, en la homosexualidad. Las ONG han impactado en las políticas de salud, en relación con el tráfico, la trata de personas y los derechos humanos. Comprender ese cruce de fuerzas es crucial para la educación sexual y la salud sexual, así como para darle sentido a nuestras necesidades individuales y colectivas. Sin la comprensión de este fenómeno como social e histórico –concluye Weeks– la educación sexual y de género se dificultan severamente.
El insumo que trae Jeffrey Weeks al sector educativo es de una gran riqueza. Los avances de los países de la Europa occidental tienen que ver con que no se han sometido a las políticas trasnacionales ni a los designios del Vaticano: han atemperado la epidemia del sida, han disminuido sustancialmente el embarazo de adolescentes y cuentan con marcos jurídicos acordes a nuevas identidades generacionales; la incertidumbre es y seguirá siendo el reto del nuevo milenio en todas partes. Los actuales currículos de educación sexual de México han incorporado el enfoque de Naciones Unidas desde los años 90, pero las instituciones están lejos de responder a las transiciones culturales de las nuevas generaciones. El conflicto político ante la reforma también ha detenido el proceso de mejoramiento de la calidad educativa. El entorno de violencia está deteriorando también la intimidad y el ejercicio de las libertades sexuales.
Hay riesgo de que la próxima visita del Papa condicione el sometimiento a las políticas sexuales del Vaticano, que tanto han detenido el impulso de una educación sexual laica en el país. En la tupida agenda del nuevo secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, la educación sexual tendría que cobrar prioridad, si se quiere tomar con seriedad la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo de Adolescentes.
Twitter: @Gabrielarodr108