Belisario, adversarios y empresario
La próxima medalla, al Verde
l cotidiano guatecazo –aumentativo de guateque, fiesta casera modesta pero animada– que protagoniza la clase política en México, ya nos acostumbró a soportar todo y a aceptar como normal
los peores agravios a la dignidad, a la justicia, a la historia y a la inteligencia. Trátese de simuladores, gobernadores, legisladores o promotores de lo que sea, el temerario chou televisivo en que han convertido a México casi nos convence de que las cosas son como pueden ser, no como unos cuantos quieren que sean, a ciencia y paciencia de una sociedad que transita entre el autoengaño y la indiferencia.
No caracteriza a los metidos a senadores y diputados –escoja partido– la sensibilidad y mucho menos la congruencia, esa difícil conexión entre lo que se piensa, se dice y se hace, auténtico lujo de la naturaleza, como los toros bravos, y engreídos demuestran que la excepción confirma la regla, en las lides políticas y en la lidia en los ruedos, por lo que a partir de esa insensibilidad y de esa incongruencia estos representantes fingen, ascienden, se enriquecen y llevan, como la mayoría, la fiesta en paz, habida cuenta de que si no la haces de jamón para todos hay.
“Señores senadores… Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses. ¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional? Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies. La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes… nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados; muchos pueblos arrasados y, por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.”
Estos son algunos párrafos del discurso que al senador por Chiapas, doctor Belisario Domínguez, le prohibió leer –ya desde entonces– el presidente del Senado el martes 23 de septiembre de 1913. Indignado, Belisario hizo imprimir el texto que fue distribuido y pegado en muros y postes. Dos semanas después, cuatro sicarios del usurpador Huerta, incluidos un yerno y un sobrino, sacaban del Hotel Jardín al senador Domínguez para asesinarlo. Existe la versión de que previamente le fue cercenada la lengua.
Más que cuestionar el desempeño de los partidos y legisladores que nos cargamos o la manera en que el homenajeado este año con la medalla Belisario Domínguez se convirtió en el segundo hombre más rico del país, hay que señalar el manejo de Espectáculos Taurinos de México, SA (ETMSA), la División Taurina del Grupo Bal –Peñoles, Nacional Provincial, Palacio de Hierro, ITAM, Profuturo, Petrobal, entre otras– que preside don Alberto Bailleres González, entre los 100 individuos más ricos del mundo, con una fortuna calculada en 14 mil millones de dólares.
Propietario y discreto promotor de las plazas de toros –no las renta a nadie el resto del año– de Guadalajara, las dos de Aguascalientes, León, Monterrey, Acapulco, Irapuato y Ciudad Juárez –la concesión de la de Mérida le fue retirada a principios de año por el arreglo fraudulento de un pitón–, es además dueño de las ganaderías de bravo de San Miguel de Mimiahuapan, Begoña, Santa Teresa, San Martín y recientemente la dehesa de Zalduendo en España, con asesores taurinos de modesto perfil incluido un español, apoderado de los matadores iberos Morante, Talavante y Hermosante, publicó el libro Arte y toreo, con fotos de Denise de la Rue y textos de Enrique Krauze y Carlos Villasuso y un desfile de toreros de luces teniendo como fondo obras maestras de la pintura, en insulsa ostentación editorial. Por último, es creador de la incierta Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT), supuesto proyecto global empresarial
más bien con el propósito de invertir en la fiesta de toros de España. Pero de producir figuras mexicanas de nivel internacional, darle a sus ferias, salvo Guadalajara, seriedad a partir del ganado lidiado o de superar el desempeño de la Plaza México, nada.
Si la medalla Belisario Domínguez fue instituida por el Senado de la República –cada quien su congruencia– “para premiar a los hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud, en grado eminente, como servidores de nuestra patria o de la humanidad", tal vez el año entrante haya que dársela al impresentable Partido Verde Ecologista por su desmedido valor para fungir como protectores de animales y luego premiar a un criador de reses bravas y ambiguo promotor de espectáculos taurinos.