Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desestabilización e inseguridad aérea
A

más de 48 horas de la caída de un avión ruso en la península del Sinaí, en Egipto, hecho en el que fallecieron las 224 personas que iban a bordo, seguía sin conocerse la causa de la tragedia. Aunque la rama egipcia del Estado Islámico se atribuyó un supuesto derribo del aparato, los expertos internacionales señalaron que esa organización carece de misiles de alcance suficiente para atacar una aeronave que vuele a 9 mil pies de altura, aunque no descartaron que el Airbus A321-200, operado por la aerolínea rusa Metrojet, hubiera tenido que descender por algún problema técnico debajo de esa cota y hubiese sido atacado a baja altura. En lo inmediato varias compañías aéreas han modificado sus rutas aéreas, a fin de no sobrevolar el área del Sinaí.

El episodio obliga a recordar lo ocurrido al avión de Malaysia Airlines/KLM, que fue derribado por un misil antiaéreo en julio del año pasado en el distrito ucranio de Donetsk, en el contexto del conflicto armado que tiene lugar en el oriente de Ucrania entre sectores pro rusos y el régimen de Kiev. El ataque provocó la muerte de las 298 personas que viajaban en el Boeing 777, y a la fecha no está claro si el arma fue disparada por las milicias separatistas, por fuerzas rusas o por tropas del gobierno ucranio. Lo cierto es que desde entonces el espacio aéreo de la parte oriental de la república ex soviética quedó vedado a las rutas de la aviación comercial.

La afectación de civiles extranjeros en guerras intestinas es una circunstancia desgraciadamente habitual. Sin ir más lejos, el pasado 13 de septiembre, también en Egipto, ocho turistas mexicanos resultaron muertos y va- rios sufrieron lesiones de alguna consideración en un ataque de la aviación gubernamental que, según la versión oficial, confundie- ron al grupo de paseantes con combatientes fundamentalistas.

En días recientes, con semanas de diferencia, las fuerzas aéreas de Estados Unidos y de Arabia Saudita atacaron y destruyeron hospitales repletos de civiles en Afganistán y en Yemen, respectivamente, con saldo de decenas de muertos y heridos; tales acciones han sido calificadas de crímenes de guerra, como lo fue el derribo del avión malasio en Ucrania y como podría serlo la destrucción de la aeronave rusa en la península egipcia.

Resulta escalofriante, en todo caso, que confrontaciones como las que ocurren en la república ex soviética y en Medio Oriente entre el Estado Islámico y varios gobiernos desemboquen en agresiones criminales contra aeronaves civiles, cuyos pasajeros y tripulantes no están en modo alguno involucrados en los conflictos.

Las aventuras desestabilizadoras emprendidas por Occidente en Afganistán, Irak, Libia, Siria y otros países de Medio Oriente y Asia menor, así como el empeño injerencista de Washington y la Unión Europea por atraer a Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, han dado margen al surgimiento de grupos irregulares dotados de armamento de alto poder y han tenido de esa forma un efecto inesperado: generar nuevas amenazas a la seguridad de la navegación aérea.