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Reúnen 97 trabajos de la prestigiada fotógrafa surrealista

En el MAM, la primera retrospectiva de Lee Miller en América Latina

Mi madre mira todo el tiempo un sueño, una oportunidad, lo irreal, expresa Antony Penrose, director del archivo de la estadunidense

Foto
Autorretrato de Miller con diadema, en su estudio de Nueva York, ca. 1932, que se muestra en el MAMFoto © Lee Miller Archives, Inglaterra 2015
 
Periódico La Jornada
Miércoles 28 de octubre de 2015, p. 5

El mejor entrenamiento para ser fotógrafo de guerra consiste, primero, en haber sido surrealista, expresa Antony Penrose, director del Archivo Lee Miller, al ver las imágenes tomadas por su madre en Europa durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En ellas se puede apreciar el ojo surrealista que mira todo el tiempo un sueño, una oportunidad, lo irreal.

Si se desea encontrar una característica siempre presente en la obra de Miller, es el surrealismo, asegura Penrose: “Ella lo fue antes de que el movimiento tuviera su nombre, porque más que nada fue una manera de vivir. Los surrealistas creían en la paz, la libertad, la justicia y los sueños. Lee Miller-fotógrafa surrealista se titula la exposición de 97 imágenes de la también corresponsal de guerra, que se exhibe en el Museo de Arte Moderno (MAM), así como tres más de autores contemporáneos de Miller.

No se permitía a las mujeres fotografiar en el ámbito militar. Sin embargo, cuando Estados Unidos se unió a la guerra en 1942, tenían fotógrafas. David E. Sherman, fotógrafo de combate para Life Magazine, animó a Miller (1907-1977) a trabajar para las fuerzas estadunidenses. Eso le permitió desembarcar en Normandía unas cuantas semanas después del día D. Como muchas fotógrafas de guerra, ella se preocupaba por darnos la historia detrás de las noticias, acota Penrose.

La muestra, dividida en siete secciones, es una introducción a la obra de Miller, pues se trata de la primera vez que se presenta en América Latina una retrospectiva de su trabajo. Por ejemplo, están las imágenes de su viaje a París en 1929, donde se convirtió en amante, modelo y discípula de Man Ray, en ese momento el fotógrafo más relevante del movimiento surrealista.

Sin embargo, Miller en su corazón era rebelde: No le gustaba la manera en que los hombres querían convertirla en un objeto bello. A lo largo de su obra hay imágenes de confinamiento, barras en las ventanas, pájaros en jaulas o senos femeninos en un plato.

Profunda depresión

En 1932, Lee Miller abandonó a Man Ray, se fue a Nueva York y abrió su propio estudio. No era un buen momento debido a la depresión, pero llegó envuelta con un chic parisiense; además, sabía hacer imágenes solarizadas, técnica redescubierta por Man Ray y ella.

Luego se casó con un empresario de Egipto, país al que se fue a vivir y donde hacía largas expediciones al desierto. Para entonces había conocido al artista, historiador y poeta inglés Roland Penrose (1900-1984), por quien dejó al marido egipcio.

Después de viajar juntos por Europa, Lee y Roland llegaron a Londres el 3 de septiembre de 1939, el primer día de la Segunda Guerra Mundial. Miller era estadunidense y bien podía haberse regresado a su país, pero no lo hizo. “Tenía demasiados amigos atrapados en Francia, país que pronto estaría ocupado por los alemanes. Quiso hacer todo lo que podía para derrotar a los nazis y, como nadie le iba a dar un rifle, empleó su cámara como arma.

“Empezó a trabajar para la revista Vogue, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, porque el gobierno británico quería informarles a los estadunidenses del daño causado a Londres durante los bombardeos”, explica su hijo.

Muchas de las imágenes de Miller son tomas de cerca. Antony Penrose relata que al llegar su madre a París encontró que faltaban muchos de sus amigos. Pensó que los tenía en campos de concentración en Alemania, pero al visitarlos se dio cuenta de que la esperanza era fútil. Creo que mira de cerca las caras de los muertos para ver si algunos de ellos son sus amigos desparecidos.

La guerra también hizo estragos en Miller: Como miles, pensó que se había librado para hacer mejor el mundo. Sin embargo, se dio cuenta de que aún había personas que provocaban la muerte de inocentes, entonces se desilusionó. Cayó en una profunda depresión y dejó de fotografiar para Vogue en 1953, aunque seguía retratando a sus viejos amigos, como Joan Miró, Man Ray y Pablo Picasso.

Para su hijo, el mayor logro de la fotógrafa fue superar el alcoholismo y la depresión: Le llevó 20 años, pero ganó.

A pregunta de La Jornada, Penrose admite que en vida nos peleamos como locos; sin embargo, al final hicimos la paz. No obstante, Penrose empezó a enterarse de la carrera de su madre tras su muerte, ya que en el ático de la casa encontraron 60 mil negativos, impresiones, cartas y manuscritos. Así fue como nació el Archivo Lee Miller, base de la exposición en el MAM (Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec), que concluirá el 21 de febrero de 2016.