a flor de lis es la autobiografía de Mariana, hija de Luz y Casimiro, y hermana mayor de Sofía y Fabián. Antes, por el lado paterno, nieta de una duquesa. La mamá de Mariana era duquesa por ser esposa de duque. ¿El padre de origen francés, polaco, y/o? La familia estaba asilada en Francia tanto por el lado paterno como por el materno. La madre, mexicana, cuya progenitora a su vez tuvo orígenes rusos. Para completar el del padre registro que la abuela de Mariana era de Estados Unidos. Pero, si ahora que acabo de terminar la lectura de La flor de lis ya estoy confundida respecto a la configuración exacta del parentesco de la protagonista de estas líneas, cómo no lo estaría si me hubiera esperado un mes para abordar desde el principio el comentario sobre esta autobiografía. Si yo me voy por las ramas cuando intento precisar mi propio árbol genealógico, no me condeno al perderme en el de Mariana. En todo caso, me interesa más compartir a quién encontré al leer La flor de lis que precisar en qué punto de la historia de la Historia arrancó el origen aristocrático y hasta real de Mariana. Origen que, matizo, resulta imprescindible para apreciar en toda su amplitud la calidad del florecimiento de Mariana.
Ahora no puedo releer La flor de lis como para desenredar estas líneas de ascendencia. De modo que, por muy alambicado que resulte el párrafo anterior, debo dejarlo intacto, pues, al ser el inicial del siguiente comentario es el que debe plantear las delineaciones de exploración que esbozaré: el linaje noble de Mariana, que enaltece su florecimiento como activista; y el conjunto de lenguas maternas posibles de las cuales dispuso (polaco, francés, ruso, inglés, español) y entre las que eligió el español para florecer como narradora y periodista en esta lengua.
En La flor de lis vemos nacer a Mariana de cuna noble en París, en 1932; educarse entre esa ciudad y las de México, Filadelfia y Nueva York; hija de familia aristocrática, privilegiada, católica y, casi de pronto, emerger de este mundo y florecer como activista social y escritora en México, de reconocimiento mundial.
Si me pregunto por qué me asombra el florecimiento lingüístico en español de Mariana, cuando su primera lengua fue el francés y francesas sus primeras lecturas, me sorprende más el dominio que consigue no sólo del español en general sino del español de México. Al respecto su conocimiento es tan profundo que a través de la lengua capta y transmite por igual sentido como sabor, color, aroma, oído y tacto. Su escritura en el español de México es sensual y a un tiempo intelectual, asombrosa, sorpresivamente. Mariana juega con el español de México sólo como haría un malabarista, poeta de los juguetes en movimiento. No he leído la poesía que ha publicado Mariana, pero leo poesía en la narrativa que Mariana crea. Si la ascendencia mexicana de Mariana podría justificar su elección del español para expresarse en su existencia por la vía literaria y la periodística, ¿qué justifica en sí su inclinación a las letras? Es lógico que La flor de lis, al ser una autobiografía, esté narrada básicamente en primera persona, y que por tanto la autora exponga sus características. Lo que el lector advierte es que Mariana es una niña y una joven extra intuitiva, sensible y observadora; pero si no es en uno de los pasajes finales, en el que recoge su primer encuentro con el más humilde servidor de la palabra
, según se refiere él a sí mismo, ¿cuál es la pista para encontrar el origen de la vocación de Mariana hacia la literatura? Sabemos que estudió música y danza como Sofía; sabemos que Sofía se inclinó con acierto por la danza, pero Mariana en ningún momento anuncia que su florecimiento se dará en las letras. Es cierto que estudia taquimecanografía, pero, de ahí a florecer como escritora, falta al menos un eslabón. ¿O lo fue el descubrimiento del diario que llevaba su madre, que la fascinó?
En cambio, en la transformación de Mariana de aristócrata en activista, veo un detonador en el encuentro con el fulminante padre Teufel. Y en esa conversión veo una deliciosa ironía: la familia materna de Mariana se asiló en París con el triunfo de la Revolución Mexicana, y fueron los principios de esta Revolución los que acogió Mariana como la causa esencial de su activismo, y como la atracción emocional decisiva para que su nacionalidad fuera la mexicana.