El método, basado en la danza como herramienta terapéutica, surgió hace 42 años en La Habana
Ayuda a pacientes con trastornos físicos, neurológicos y emocionales
En el país se fundó en Puebla en 1984; hoy hay grupos en seis estados más y en el DF
Faltan recursos e interés; tenemos que luchar para hacer entender a los funcionarios, que lo ven con incredulidad, explica Lorena Nieva
Domingo 25 de octubre de 2015, p. 2
Si en México no hay espacio ni recursos para el arte, mucho menos para emplearlo como terapia. No obstante, el sicoballet, método cubano impulsado hace 42 años en La Habana por la maestra Georgina Fariñas, con el apoyo incondicional de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, florece ya en ocho entidades mexicanas, y van por más.
Con ese optimismo narra Lorena Nieva, bailarina y terapeuta pionera de ese programa, el difícil pero gratificante periplo que han recorrido ella y sus colegas en su afán por curar, mejorar y, sobre todo, hacer felices por medio de la danza a personas que requieren atención de alteraciones emocionales o de conducta, rehabilitación de patologías mentales, motoras o sensoriales, o reducación de conductas socialmente negativas, entre otros aspectos.
El primer grupo de especialistas en sicoballet que operó en el país se instaló en Puebla hace tres décadas. Ahora se pueden encontrar grupos en Campeche, Sonora, Nuevo León, Veracruz, Chiapas, Yucatán y en la ciudad de México.
“Faltan recursos y, sobre todo, interés institucional; tenemos que luchar mucho para hacer entender a muchas personas y funcionarios de qué se trata el método, pues las preguntas recurrentes son: ‘¿y esto funciona?’, ‘¿nada más se ponen a bailar?’ No comprenden que el sicoballet es todo un proceso evaluado por terapeutas formados en Cuba, siempre en constante capacitación para un mejor perfeccionamiento técnico y teórico”, añade Nieva en entrevista con La Jornada.
El sicoballet llegó a México en 1984, con terapeutas educados en la danza, pues la terapia se da principalmente a través del movimiento, aunque después se sumaron especialistas de otras áreas de salud mental. Continúa Nieva: “el fin no es hacer un espectáculo, sino a partir del proceso de ensayo y montaje de una coreografía, dar seguridad a cada participante, que confíe en sus posibilidades, desarrolle relaciones interpersonales adecuadas, fortalezca lazos familiares, elimine conductas sociales negativas, transformándolas en positivas y, por supuesto, que descubran un gusto por el arte.
Esa es la batalla que durante estos años hemos dado. Si bien ahora seguimos en la lucha por la difusión, respecto de años anteriores estamos en un buen punto, claro que nos hace falta trabajar más.
Experiencia en la isla
En Cuba, en cuatro décadas, se ha atendido a través del sicoballet a más de 25 mil personas con necesidades especiales, según cálculos de Georgina Fariñas, sicóloga, presidenta del Grupo Nacional de Psicoballet de Cuba.
Autismo, síndrome de Down, discapacidad intelectual o visual, problemas de conducta y emocionales, retraso sicomotor, hipoacusia o esquizofrenia son algunos de los padecimientos de los alumnos bailarines que de la mano de los maestros del sicoballet cubano hacen maravillas en el escenario.
A diferencia de lo que ocurre en México, en la isla caribeña reciben un poco más de apoyo institucional y de espacios culturales. Existen pequeños grupos diseminados por todo ese país y, por supuesto, en las ciudades más importantes, como Santiago, Camagüey, Pinar del Río y Cárdenas.
El grupo de La Habana es uno de los más entrañables y el que siempre está dispuesto a ofrecer funciones a quienes llegan de otros países para conocer los prodigios que la danza logra con niños, jóvenes y adultos que han sido muchas veces rechazados en instituciones de salud.
Los miércoles por la tarde, los integrantes del grupo habanero de sicoballet se reúnen puntualmente. Muchos llegan de barrios lejanos, hacen hasta dos horas de camino. Ni el calor ni la lluvia detiene a los alumnos, sobre todo, nada borra de sus rostros las sonrisas cuando se encuentran en su sede: el patio de la Casa de África, en plena Habana Vieja.
Antes de comenzar su ensayo, con más energía que nunca si tienen visitas, saludan, se presentan. Son muchachos disciplinados que en cuanto son llamados por el profesor y empieza la música se lucen con sus mejores pasos.
La maestra Fariñas se acerca entonces a los visitantes para mostrarles a quien padece autismo, o esquizofrenia, o secuelas de meningitis, o a la chica que de pequeña amarraban a la cama de un hospital porque nadie podía controlarla, o a la joven que hace unos años no hablaba y tenía miedo de todo, o a la que tiene profundas cicatrices en los brazos, recuerdo de heridas hechas por ella misma.
No parece posible. Pues en medio del patio sólo se miran bailarines con una gran sonrisa, solidarios unos con otros, divertidos, coquetos, como cualquier joven de su edad, algunos ensayando sus propias coreografías.
Ahí está Javier y su enorme interpretación de un payaso de cuerda al ritmo de Don’t be cruel, de Elvis Presley. ¿Tiene parálisis cerebral?
, preguntan las visitas con sorpresa. Ahí están Johnatan y Juneisi con su cumbia, ¿síndrome de Down, autismo?
Janet, Dianelis y Lina, con sus creaciones dancísticas de vanguardia, ¿no escucha y ve con dificultad? ¿Quién?
Pensar en su discapacidad, cualquiera que ésta sea, luego de aplaudir su presentación, es absurdo.
Fariñas y la maestra Claudia Figueroa sonríen con orgullo al ver que los visitantes están asombrados y maravillados ante sus bailarines, personas que se desenvuelven con seguridad y contagian su alegría.
Acogida internacional
Nicaragua, Bolivia, España, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Costa Rica y Colombia son algunos de los países donde también existen ya grupos de sicoballet. Sólo en el primero de ellos se cuenta con un apoyo fuerte de las autoridades gubernamentales, en los demás, la batalla desgasta a algunos terapeutas que prefieren ir a sus consultas privadas, lamenta Lorena Nieva.
“Pero muchos otros no nos desanimamos y aquí seguimos. En México la atención se ofrece a partir de los tres años de edad, o antes, si se cuenta con la compañía de la mamá o del papá, y hasta personas de la tercera edad.
Lo que más nos ha costado es sensibilizar a los padres contra ese tabú que les hace pensar que la danza y el ballet están enfocados a las mujeres. Nuestros bailarines no usan mallas ni tutú. La danza es un instrumento de rehabilitación que ayuda a aprender a concentrarse, entre otros logros. Los varones que la practiquen no se van a afeminar, en Cuba eso lo saben.
El próximo año se llevará a cabo en el país un encuentro nacional de terapeutas en sicoballet, y en 2017 será el tercero internacional.
Una muestra del trabajo que Lorena Nieva realiza en el país se presentó ayer en el Festival Bailar y Vivir que organiza la Casa Rosa de la Torre, hogar de niñas invidentes.
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