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La feminización y el envejecimiento Gisela Espinosa Damián Univerisada Autónoma Metropolitano Unidad Xochimilco Hay tres procesos que han afectado y siguen afectando la vida de las comunidades campesinas. Son la feminización, la desjuvenización y el envejecimiento rural. Cualquier proyecto que se quiera impulsar en este país tiene que considerar estos procesos para ver cómo se pueden atender; cuáles son los problemas que están enfrentando mujeres jóvenes y adultos mayores del medio rural, y cuáles son las propuestas y potencialidades de estos agentes. Es muy claro que estos procesos tienen que ver con la migración y que a su vez la migración tiene que ver con una quiebra de la economía campesina, con un modelo neoliberal globalizador impuesto desde arriba que ha implicado que muchas familias no tengan los recursos suficientes para subsistir y que gran parte de la población tenga que emigrar hacia el interior del país, a las ciudades, o hacia Estados Unidos. Mucho se ha creído que la migración es un asunto de hombres, que quienes se van de las comunidades son los varones, pero la realidad es que en la migración interna, de las personas que salen de sus lugares de origen a distintos lugares dentro del país, 52 por ciento corresponde a mujeres. Claro que si vemos la migración internacional, allí si hay una diferencia muy grande: por cada 83 hombres que salen a Estados Unidos, se van 17 mujeres. Dado que la migración internacional representa poco más del cinco por ciento de la migración total en México, es decir suma entre 300-350 mil y 500 mil personas al año, y la migración interna llega a ser de 15 a 17 millones, el saldo global indica que están saliendo más mujeres que hombres de las comunidades. Quienes se van son en su mayoría mujeres y hombres en edad productiva. Las y los que están entre 15 y 29 años son el segmento de la población migrante más numerosa, y después está el grupo de 29 a 45 años. Esto indica que hay un proceso de desjuvenización. Se focaliza mucho la idea de que se va la fuerza de trabajo. Y sí, pero no sólo eso, se va la gente que en el campo podría ser el relevo generacional. Lo que vemos en el medio rural es que se está creando una especie de eslabón perdido precisamente por la pérdida de una juventud que tiene puesta su vista en Estados Unidos, en el sueño americano, y que no logramos crear ni construir un sueño mexicano que los retenga. ¿Qué pasa con el envejecimiento rural? Se calcula que 35 por ciento de la fuerza de trabajo en activo en el medio rural tiene entre 46 y 60 años y si vemos la población que trabaja mayor de 65 años, vamos a notar que en el medio rural 75 por ciento del grupo de 65 a 69 años trabaja, mientras que en el medio urbano el porcentaje es de 49. En el grupo de 70 a 74 años, en el medio rural 51 por ciento trabaja y en la ciudad 38 por ciento; en el caso de los mayores de 80 años, los datos son 22 y 12 por ciento respectivamente. O sea que los adultos mayores rurales trabajan en mayor proporción que en el medio urbano. Estamos viendo que la fuerza de trabajo rural está envejecida, son personas cansadas que se ven en la necesidad de seguir trabajando. Antes se consideraba que los adultos mayores, el consejo de ancianos, eran una figura de autoridad en el medio rural; hoy son una figura desgastada, agotada, y muchas veces abandonada, porque en efecto hay muchos jóvenes y jóvenas que mandan remesas a padres y abuelos, pero en muchos casos se van y los van olvidando. Hay muchos casos, que pueden ser documentados, donde estos adultos mayores están abandonados y obligados a seguir trabajando, y en muchas ocasiones vuleven a ser padres más que abuelos porque los jóvenes dejan a los hijos y bajo el cuidado de adultos mayores. Se tiene que considerar tanto la atención a ese grupo de población como los problemas sociales y la reorganización familiar que esto implica. ¿Qué está pasando con las mujeres? Hace unas décadas en el medio rural había tantos hombres como mujeres. Para 1990 había 50 mujeres por 47 hombres, pero si vemos algunos municipios despoblados, por ejemplo de Guerrero vemos que por cada 50 mujeres hay 44 hombres y en algunos lugares el desbalance es mayor. Entonces estamos viendo una feminización demográfica del campo, y cuando hablamos de que hay más mujeres, no sólo nos referimos a números, sino a una reorganización de la vida familiar comunitaria en todos sentidos. La ausencia de varones y la feminización en el medio rural indican que hay cada vez más jefas de familia, es decir cada vez más responsables de ser las proveedoras, las cuidadoras y las trabajadoras domésticas. En 1990 por cada 86 jefes hombres de familia había 14 mujeres jefas de familia pero en 2010, vemos que por cada 81 jefes hay 19 jefas, y si vamos a municipios despoblados, con alta intensidad migratoria, vemos que por cada 73 que son jefes de familia hay 27 jefas. Esto quiere decir que hay cada vez más responsabilidades y tareas para las mujeres y esto no está siendo observado ni por las políticas públicas ni por las organizaciones campesinas. ¿Qué pasa con el trabajo de mujeres y de hombres? Datos de 2010 de la Población Económicamente Activa (PEA) dedicada a la agricultura dicen que por cada 80 hombres hay 20 mujeres, es decir que sigue habiendo una cantidad grande de hombres agricultores y una baja de mujeres, pero hay que decir que esta PEA sólo considera a quienes trabajan en la parcelas, ya sea en la parcela familiar o como jornaler@. No se considera el trabajo en el traspatio, y como todo mundo sabe, éste es un espacio femenino, donde las mujeres realizan muchísimas labores agrícolas, por supuesto con un gran potencial agroecológico. No se reconoce en la estadística, ni en muchas ocasiones por las organizaciones. Las mujeres también participan de forma muy activa en otro tipo de trabajo. Son mayoría entre quieres se dedican a las actividades de comercio y si nos metiéramos a ver cuál es su participación en los servicios personales, veríamos que el trabajo doméstico de las mujeres es muy importante y que explica en gran parte esa migración interna en que las mujeres son mayoría. Adicionalmente, ha habido cambios en la estructura de la propiedad, rural de este país: vemos por ejemplo que en 1979 apenas 1.3 por ciento por ciento del total de propiedades rurales tenía como titular a una mujer. En 2008 la titularidad de la parcela en manos de las mujeres ha crecido en 20 por ciento. Está todavía muy sub representada. Los datos no necesariamente están revelando un mayor reconocimiento a las mujeres, porque la mayor parte de esta titulares tienen más de 50 años y en muchas ocasiones se considera que tienen la tierra por un tiempo transitorio, mientras se la pasan a los hijos mayores. Tenemos entonces que los cambios demográficos están implicando también cambios en las relaciones familiares y en las relaciones de trabajo. Podríamos decir que las mujeres rurales tienen que cumplir una doble jornada. Antes la idea de doble jornada parecía urbana, con trabajo en un lugar con salario y además en casa. Ahora, aunque no todas las mujeres rurales tengan salario, muchas tienen trabajos informales, están generando recursos para la familia y tienen por lo menos doble jornada aunque puede ser triple. Se habla de una feminización de la pobreza pero también de una pobreza de tiempo que viven las mujeres rurales. Eso quiere decir que a estas mujeres no les alcanzan las 24 horas para cumplir su trabajo de cuidado dela familia, su trabajo doméstico dentro del hogar, el trabajo que tiene que realizar para conseguir un ingreso y también el tiempo que requieren para reponer su propia fuerza de trabajo y para atender un espacio de recreación. Aquí hay pobreza de tiempo también. Una de las maneras de ver esto es que las mujeres rurales son como un amortiguador. Subsidian los recortes del ingreso de la familia campesina. Tal vez los hombres se truenan los dedos para ver cómo llevar dinero a la casa hoy, pero las mujeres haya o no dinero tienen que dar de comer hoy, haya o no con qué tienen que resolver el asunto de la comida, de la salud. Eso significa que ellas, con su trabajo, con su estrés y con esfuerzos multiplicados tienen que compensar el recorte de ingreso en la familia, las deficiencias de la política social, las deficiencias de la política productiva, la quiebra de la economía campesina… y por tanto amortiguan la crisis e incrementan el trabajo impago, que no es más que trabajo no pagado. Tienen que trabajar en todo lo que hemos comentado y realizan jornadas simultáneas, porque a la vez que cuidan al niño están cuidando las quesadillas, vendiéndolas, o están cuidando al enfermo, etcétera. El estrés que viven las mujeres rurales es bastante alto; el problema no es como antes, una cosa del medio urbano. Se feminiza el costo de la crisis rural. Las mujeres realizan la mayor parte del trabajo no pagado y el saldo global es que trabajan más horas que los hombres. Ha disminuido el número de hijos y por eso ellas liberan años y tiempo que antes dedicaban a la crianza para otro tipo de actividades, y ha incrementado el número de años de escolaridad. Las mujeres rurales existentes son migrantes, trabajadoras domésticas, cuidadoras de enfermos, jornaleras, cuidadoras de familia, agricultoras. Se diseñan políticas que siguen pensando a las mujeres como si fueran sólo mamas y amas de casa, como si sólo se dedicaran al hogar, y por tanto programas tan importantes como PROSPERA, dirigido a las mujeres, sólo están pensados para que ellas sigan cumpliendo esas tareas. Tampoco en las organizaciones campesinas son considerados los problemas, las propuestas, experiencias y necesidades de las mujeres. Por tanto un proyecto de reorganización social rural desde una perspectiva campesina y agroecológica tiene que considerar por un lado cuáles son las perspectivas de un campo desjuvenizado, donde las y los jóvenes no están encontrando alternativas para quedarse allí. Debe considerar la sobrecarga del trabajo de las mujeres y los nuevos problemas y procesos en que están involucras, así como sus potencialidades para que cualquier proyecto agro ecológico y de soberanía alimentaria las tome en cuenta también. Y tiene que considerar lo que está pasando con los adultos mayores. El derecho a migrar Susan Gzesh Directora ejecutiva del Centro de Derechos Humanos, Universidad de Chicago
Como en muchos otros aspectos en la vida contemporánea, se observa una gran desigualdad en el derecho a la movilidad. Para los grandes empresarios y sus colegas y para cualquier persona de las clases medias y altas, la movilidad es relativamente fácil: compras tu boleto, las autoridades te dan una visa o hay acuerdos entre ciertos países y no necesitas visa para visitas cortas, y cruzas una frontera. Pero para el resto de la humanidad, los tránsitos entre fronteras son costos, peligrosos e incluso fatales. Me refiero a refugiados que huyen de sus tierras, y otros tipos de migrantes, por ejemplo los forzados por como cambios climáticos (por cuestiones de largo plazo como sequías prolongadas, o de corto plazo como inundaciones); o por motivos económicos, que no pueden sostener a sus familias por los ingresos que puedan tener en sus propios países, o por que huyen de violencia por amenazas generadas por el crimen organizado. Y hoy día la población mundial vive en países de donde no son oriundos, como resultado de procesos de migración representa 3.2 por ciento de la población total. Debemos mantener en nuestras mentes el tema del derecho a no migrar, que a veces está caracterizado como el derecho a no tener que emigrar. Derecho éste que ha sido ampliamente desarrollado por Armando Bartra y por el Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB). El caso México-Estados Unidos es el de una migración que lleva ya muchos años, es una de las más grandes que hay en el mundo. La migración hacia la Unión Americana desde México pero también desde Centroamérica es típica y excepcional. Típica por sus causas, cambios en la políticas económica del gobierno que causan ciertos problemas, y excepcional por la cercanía de los dos países. Es una migración de hace más de un siglo y hay interconexiones entre familias que viven divididas en un país y en otro país. Sabemos que esta migración tiene sus raíces en la época porfiriana y el patrón de esa migración es el mismo que podemos observar en la migración de hoy en día. En aquel entonces, en las últimas dos décadas del siglo XIX, había cambios en la política económica del gobierno de México, que tuvieron impactos muy graves en el campesinado. Mucha gente casi murió de hambre y perdió su dinero, causando condiciones que luego propiciaron la Revolución Mexicana. Mientras tanto había una necesidad en Estados Unidos de mano de obra; ese país había traído de China trabajadores para construir sus grandes proyectos del ferrocarril en la década de los 70’s del siglo XIX, pero al terminar el proyecto, luego de una década, hubo una expulsión de muchos chinos. Ese proceso estableció una necesidad de mano de obra para mantener todo el sistema de ferrocarriles, y alimentada también por un avance tecnológico en irrigación, que posibilitó fundar por primera vez en Estados Unidos lo que hoy se llama agro producción (granjas de escala muy grande). Encones ¿a quiénes iban a reclutar para trabajar en los campos? Por supuesto que a los mexicanos, particularmente a campesinos o personas del medio rural, que enfrentaban condiciones difíciles en México y querían trabajar para tener un poco más dinero para sostener a sus familias. Y así comenzaron los patrones que han existido durante más de un siglo entre México y Estados Unidos. Cuando este último necesita mano de obra, por ejemplo, como fue en la Segunda Guerra Mundial, con el inicio del programa braceros, abre las puertas; cuando no necesitan, a veces expulsan a la gente, cierran las puertas. Entonces podemos aprender de la época del porfiriato, que estableció los patrones que prevalecen. Sabemos que otras migraciones, por ejemplo de gente que sale de Filipinas y de América Central, son tan importantes como la de los mexicanos, pero una cosa especial de la migración de mexicanos es que más de 90 por ciento tiene como destino Estados Unidos. Los filipinos vana diversas regiones. Entonces lo que tenemos en el caso México-Estados Unidos es que es una situación bilateral, aunque las decisiones siempre provienen del país del norte. Hablemos de las remesas. Sabemos que son un alivio para las familias vulnerables, pero podemos pensar que la causa de la emigración son cambios políticos en la economía, que implican al gobierno, por ejemplo que el gobierno retire subsidios al campo, que retire su apoyo a la canasta básica, etcétera, y tal vez o está dando suficiente fondos para construcción de escuelas, carreteras. Y entonces son los mismos migrantes, que salen de sus hogares, que trabajan duro, los que están mandando impuestos a su país de origen (e forma de remesas) de pagar para servicios cuya responsabilidad debería recaer en el gobierno. Esto es entonces una cuestión moral. Aunque claro que el gobierno ha reproducido la importancia de las remesa; ha propiciado programas de 3X1 en ciertos estados, que tienen un impacto importante en las economías locales. Y también los gobiernos, no sólo el de México, todos los de países expulsores, están pensando en cómo pueden capturar remesas para prestar servicios públicos a los que no tienen. Lo que hemos aprendido en más de una década de conferencias, reuniones, estudios, etcétera, sobre las remesas es que no son solución a la migración. Hay ejemplos de ciertas familias campesinas que usan las remesas para mantener sus terrenos, para comprar sistemas de riego, o para ampliar sus superficies de cultivo. Lo logran gracias a que mandan a uno o dos hijos a trabajar a otro lugar. Eso muestra que las remesas sí pueden ayudar a la gente. La migración tiene también efecto en las familias, en el papel de la mujer en la familia. La mujer que se queda mientras su marido va a trabajar en otro país cambia su rol en el manejo de los recursos familiares y en la vida del pueblo. Pero también hay cambios cuando la migración es femenina, pues hay cada vez mayor participación de las mujeres en este fenómeno. Cuando llegan a otros países, tienen una vida más independiente. Este es un tema bastante rico; explorar los impactos en las relaciones intrafamiliares, en la vida de la mujer… No voy a abundar. Concluyo. Regresamos al derecho de no migrar. La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo enfoca su energía a hacer que la agricultura sea productiva, para que los campesinos y sus familias permanezcan en sus tierras y vivan de ellas. Esto quiere decir que ANEC es como la otra cara de la moneda cuando hablamos de migración. ¿Qué tenemos hoy en día entre Estados Unidos y México? Algo que también es típico de lo que ocurre en el mundo: la frontera es más vigilada que nunca, hay más de 20 mil personas que trabajan en la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, hay drones y tipo de tecnología para detectar los cruces y esto ha causado que la migración sea más costosa. Hay más trabajo de polleros para mover a las personas, porque tienen que construir túneles. Hay estudios que dicen que la mayor vigilancia en la frontera ha incrementado la población mexicana indocumentada en Estados Unidos. Ello porque es tan costoso cruzar que no quiere correr el riesgo de cruzar y deciden permanecer y no regresan a Estados Unidos. Esto causa tragedias de familias divididas. Por otro lado, algo que va a continuar es el flujo de remesas, y los esfuerzos de los gobiernos por capurarlas. También va a haber cada vez más y más gente huyendo de cambios climáticos. Pensemos en Bangladesh, que tiene una población de 15 millones de personas y que por estar ubicado en un delta de un río sufre el riesgo de quedar bajo el agua si el nivel de los mares sube. Esto causaría migración masiva. En el futuro va a fortalecerse la preocupación por el derecho a no migrar, por el derecho a migrar y sobre lo que vamos a hacer con las personas que por distintos motivos tienen que salir de sus países.
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