17 de octubre de 2015     Número 97

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Grupo de trabajo

Agrobiodiversidad y Cambio Climático

Adelita San Vicente Tello Directora Semillas de Vida AC [email protected]


FOTO: Oxfam International

La asistencia y los resultados de la mesa sobre el tema que titula este artículo, fueron reflejo de la policroma presencia que tuvo el Encuentro Internacional Economía Campesina y Agroecología en América, en el que se dieron cita mujeres y hombres de todos los países de América y de los diversos sectores involucrados en el tema.

Esta mesa, una de las cinco realizadas, sesionó un día completo y contó con la participación de cerca de 50 Indígenas, campesinos, técnicos, científicos; provenientes de Nicaragua, Guatemala, Costa Rica, Venezuela, Perú, Estados Unidos y diez estados de México.

Desarrollamos un programa para propiciar un diálogo. Cecilio Mota Cruz introdujo algunos conceptos sobre la agrobiodiversidad. Por la tarde, Rafael Ortega Pazkca platicó en torno al marco legal y sobre el mejoramiento participativo. Estas charlas detonaron el diálogo de los participantes, acotado a intervenciones de cinco minutos en la mañana y tres por la tarde. A lo largo del día se debatieron conceptos, se presentaron experiencias, se hicieron planteamientos y propuestas. Resumimos ahora; la relatoria completa.

Redefinimos la agrobiodiversidad desde una perspectiva biocultural, como el conjunto de interacciones entre genes, especies, variedades y organismos en un sistema complejo que va más allá de los sistemas de producción en la parcela; que abarca un mosaico de agroecosistemas dentro de los territorios comunitarios, con montes, barrancas, acahuales o barbechos, áreas de pastoreo, bosques y los manantiales, ríos, lagunas... Considera las implicaciones sociales dentro de un territorio en el que se construyen y reproducen la identidad cultural, las cosmovisones y los modos de vida campesinos. Incluye el conocimiento y el manejo integral del territorio desde lo comunitario, bajo la perspectiva de relaciones de respeto entre los humanos y la naturaleza; revalorizando la diversidad de “lo vivo” y su utilización y regeneración en un contexto donde la diversidad biológica y cultural son garantía de adaptación ante el cambio climático. Contiene también la gestión comunitaria de los recursos naturales bajo normas comunitarias y acuerdos consensados en asambleas para conservar los recursos.

Reconocemos en primer lugar que la agrobiodiversidad es patrimonio biocultural de los pueblos campesinos e indígenas y que son los productores en superficies pequeñas: indígenas y campesinos quienes la han mantenido y la reproducen, incorporando sus prácticas agrícolas, los conocimientos acumulados y las relaciones comunitarias, su identidad, su gastronomía, la memoria colectiva de los ancestros, los usos, las costumbres, los valores y las normas para la organización social de los reservorios vivos que se transmiten de generación a generación. Descartamos que la agrobiodiversidad se considere una “externalidad”, un simple recurso aislado susceptible de apropiación o genes capaces de manipularse.

Avanzamos con la claridad de que la agrobiodiversidad es fundamental para la mitigación y adaptación al cambio climático, que genera la resiliencia necesaria para soportar condiciones adversas y que nos permitirá hacer frente a los riesgos globales. Por ello, al considerarla como recurso fitogenético, se busca su mercantilización en un modelo agroindustrial.

Coincidimos en la necesidad de discutir más profundamente si se deben o no crear registros o catálogos de agrobiodiversidad, que poco o nada sirven a los hombres y las mujeres del campo, y que abren la puerta a la privatización de los recursos genéticos en manos de las corporaciones. También si debe haber pagos o compensaciones por la reproducción y conservación de la agrobiodiversidad. Se habló de pago de servicios ambientales. Es necesario tener una postura para no caer en la trampa y poner los recursos fitogenéticos a disposición de las empresas que buscan los “genes inteligentes”. Discutir estos asuntos que generan contradicciones y divisiones en la sociedad.

Algunas propuestas vertidas son:

  • Juntar ciencia y conocimiento campesino desde un diálogo transversal y horizontal que permita el rescate y la construcción de saberes entre todos los actores. Con un aprendizaje mutuo, que resignifique la riqueza social y biológica de los agroecosistemas pero también que rescate las semillas-emociones de los pueblos.

  • Trabajar con matrices agroecológicas para conservar la diversidad y con lo que convive.

  • Las familias campesinas son las guardianas de la agrobiodiversidad.

  • Rescatar las semillas.

  • Caracterizar las semillas de maíz y frijol para ver las más resistentes a sequía.

  • Rescatar plantas nativas comestibles y medicinales.

  • Revalorizar los recursos del solar.

  • Cambiar el modelo que degrada el suelo, regenerarlo.

  • Rescatar la comida tradicional.

  • Pronunciarse frente a las próximas reuniones internacionales.

  • Construir un marco legal sobre la agrobiodiversidad o replantear el existente.

  • Declaración de emergencia para proteger al maíz y la milpa.

*Este resumen se basó en la relatoría elaborada por Renzo D´Alessandro, coordinador de la
Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad en Chiapas, www.uccs.mx


Grupo de trabajo

Mujeres y jóvenes rurales


FOTO: T. Murphy

Lorena Paz Paredes Instituto Maya, AC

“Las voces de las mujeres no se escuchan y deben oirse aquí. En el futuro tenemos que ser por lo menos la mitad en eventos como éste”, dijeron enfáticas en la mesa de género y jóvenes, donde participaron 17 mujeres de Puebla, San Luis Potosí, Veracruz, Jalisco, Chiapas, Guerrero; también de Cuba; del parque nacional de la papa de Cusco, Perú, y de San Francisco, y cuatro varones, entre los que estaba un joven tzeltal y un migrante originario de Michoacán que vive en Estados Unidos. Eran integrantes de la Red Binacional de Mujeres Artesanas Niv Matat, de la Unión Campesina Totikes, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) de Cuba, de la Red de Promotoras y Asesoras Rurales (Redpar) y Comaletzin, de diversos colectivos femeninos y de jóvenes, y también de organismos como la New Field Foundation, Global Food for Women, Instituto de Políticas Agrícolas y de Comercio (IATP) de Minneapolis y de las universidades Autónoma Chapingo (UACh) y Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco (UAM-X) y el Instituto Maya.

Se compartieron experiencias de colectivos femeninos sobre producción de alimentos sanos, mercados y tianguis alternativos, capacitación e intercambios de semillas, productos, ferias gastronómicas y saberes, y sobre la formación y capacitación de niñas, niños y jóvenes en valores como la inclusión, la igualdad, la no violencia y el respeto: una tarea permanente y central, se dijo, para el cambio de mentalidades hacia la equidad. “Es urgente la concientización personal, familiar y de organizaciones sobre el valor del trabajo femenino –se acordó- y la importancia de un reparto equitativo de las tareas y responsabilidad que hacen posible la reproducción social”. También se condenó la exclusión de las y los jóvenes, la desesperanza que deriva en éxodo forzoso, la siembra de biocombustibles y la violencia.

Sorprendió la experiencia cubana sobre la inclusión de mujeres en organizaciones mixtas, que compartió Betsi Arroyo de la ANAP, pues en el año 2000 se contaban sólo 40 mujeres y 14 años después ya son miles. “No ha sido fácil, hay mucho machismo y no se reconoce el valor del trabajo doméstico ni se ve como productivo el de la huerta que hacemos, pero logramos igualdad de derechos en el empleo y hoy las mujeres ocupan casi la mitad de los cargos directivos. En Cuba ellas sí se escuchan, desde la que habla en la Asamblea Nacional hasta la ama de casa”. Y es que el gobierno y la propia ANAP las apoyan, lo que no sucede en países como el nuestro y otros de América Latina, donde organizarse y ser valoradas significa remar a contracorriente de gobiernos, organizaciones y familia.

Por esta razón una propuesta y exigencia fue impulsar la “equidad de género en familias, organizaciones, sociedad e instituciones, y exigir políticas públicas y programas en todos los países, que reconozcan el importante papel de las mujeres rurales como productoras y conservadoras de la biodiversidad natural y cultural, y que apoyen sus iniciativas”.

Las mujeres rurales están en desventaja: pocas son titulares agrarias, en la casa apenas son dueñas de la cazuela y la cuchara, y viven mucha violencia en soledad; y así tampoco pueden tener amor por lo que hacen. De ahí que la tarea de acompañamiento y divulgación de sus experiencias y luchas, dijeron, es ardua y supone abrir caminos hacia la autoestima.

“¿Qué lugar ocupamos las mujeres en la agroecología?”, se preguntó una promotora de la Redpar. La agroecología está ligada a la alimentación, al traspatio, la cocina y la mesa. Por eso “decir agroecología es hablar de mujeres”, terció una veracruzana. “La agroecología en nuestros pueblos -añadió una maestra de la UAM-X- tiene rostro de mujer, está profundamente ligada a la producción y preparación de alimentos, enraizada en una racionalidad femenina del bienestar.” Pero mientras sea invisible, estos procesos agroecológicos seguirán teniendo un fuerte componente de desigualdad. Ya no puede hablarse de agroecología si esto no se reconoce, remataron otras. De ahí que ésta “debiera verse como una disciplina de reflexión, respeto y diálogo de saberes de hombres y mujeres”. Los proyectos agroecológicos femeninos compartidos aquí, son oportunidades para reflexionar sobre la situación de desventaja -se dijo- y también de crecimiento y transformación de las mujeres y sus entornos naturales y sociales.

En cuanto al Estado, promotor histórico de políticas y prácticas discriminadoras y sexistas, todo debe cambiar. De ahí que “la política social no debiera considerarse un asunto de mujeres, mientras que la de fomento productivo, crédito y mercados, un asunto de varones”, como ha sido hasta hoy en México y en varias naciones del mundo.

¿Y las y los jóvenes? Rubén, chavo tzotzil, de familia campesina y estudiante de la Universidad Intercultural de Chiapas, saludó diciendo ‘ojalá florezcan sus corazones’. Aprendió la milpa observando a su padre que aconsejaba callar, ver y esperar el tiempo de las primeras lluvias. Y el español lo entendió ya mayor cuando salió de su comunidad: “Me preocupa –nos dijo- que el conocimiento tradicional se pierda cuando los jóvenes nos vamos… porque ¿quién va a trabajar el campo mañana?. Pero la agricultura ya no da. Algunos chavos se van a la vida ligera de la ciudad, otros y otras salen a estudiar, tienen su derecho”. Lástima del actual modelo educativo, dijo, porque “siendo un país multicultural, en la escuela nos enseñan una sola lengua, no se valora ni el idioma ni la cosmovisión indígena, ni la milpa que es un sistema de alimentación tan completo”. “¿Debemos quedarnos en la tradición –se preguntaba Rubén– y rechazar otros conocimientos, las innovaciones? No, pero queremos una educación que fomente el bienestar de los pueblos y no que discrimine“. Él, igual que otras y otros jóvenes aspira a ser valorado y respetado en la familia, en la escuela, por el Estado, y a una vida digna hoy y en el futuro. Por eso se formuló así la exigencia final: “Oportunidades para las y los jóvenes rurales… una reforma educativa que reconozca la pluralidad y los saberes de las comunidades… y de programas que provean empleos, proyectos y acciones que arraigen a la juventud en el campo...”

Finalmente se habló de la violencia social y de género, que afecta más a las mujeres. Desde la que viven en África y Asia en entornos de guerra y desplazamientos forzados, hasta la que se padece en México acrecentada en la última década.

Por ello en la declaración final se exigió: “el fin de la violencia que empezó con la guerra contra el narco, que ha provocado muerte, éxodo de los jóvenes y abandono de la agricultura en comunidades rurales e indígenas.” Y el evento cerró con una sola voz:

¡Nos faltan 43!


Grupo de trabajo

Nutrición y Soberanía Alimentaria

Xaviera Cabada Maestría en Ciencias de la Nutrición, miembro del equipo coordinador de IBFAN México. Participa en campañas de salud alimentaria de El Poder del Consumidor, asociación miembro de la Alianza por la Salud Alimentaria. Fue representante de los movimientos sociales de México formando parte del equipo relator para la Segunda Conferencia Internacional de Nutrición (ICN2) en Roma


FOTO: UNAM-DGCS

La nutrición y soberanía alimentaria de la nación se encuentran severamente afectadas por el modelo agroindustrial promovido por décadas en México y en el mundo. Éste ha despojado poco a poco a l@s agricultor@s del país de pequeña y mediana escala, quienes al final del día sostienen la alimentación de toda la población y junto con la alimentación… la vida. También l@s consumidor@s han sido despojados de su derecho a tener una alimentación digna, adecuada y de calidad, siendo sistemáticamente engañados por medio de etiquetados y publicidad que inducen al consumo de productos inadecuados, adictivos y que dañan a la salud lentamente.

En la actualidad se viven desmesurados abusos, especialmente en el campo; desde el momento en que la población no logra asumirse en plenitud como sujeta de derecho, por un lado debido a las arbitrariedades del sistema que favorece el interés de las grandes empresas por encima del público, y por el otro, a las transgresiones continuas de los organismos oficiales que bloquean las diferentes formas que garantizan los derechos humanos.

Este sistema se ha logrado por la vía de políticas públicas corruptas, privatizadoras, aprobación de regulaciones desleales y engaños mediante la seducción con publicidad que mezcla mentiras con verdades. Ello induce a la población a desvalorizar sus alimentos, sus saberes (desde la lactancia materna hasta las formas de cocinar), a desvalorizar la riqueza que se vive en el país, su cultura culinaria, las costumbres ancestrales (desde las formas de cultivo hasta el consumo), así como la salud alimentaria en toda su complejidad.

Cada vez más se le carga con mayores responsabilidades y problemáticas al campesinado, y son las mujeres las que asumen la mayor parte.

Poco a poco los saberes se van perdiendo con las generaciones, los ancianos no logran tener suficiente tiempo para compartirlo a los jóvenes, que desde edades tempranas migran para buscar mejores caminos.

El sistema agroindustrial ha sabido tomar ventaja de este panorama devastador para la gente, generado por sí mismo para sí mismo. Publicidad y etiquetados engañosos; desincentivo y falta de respeto a la lactancia materna; falta de campañas que alerten a la población de los problemas de salud que se viven, así como sus soluciones; inducción de siembra de transgénicos, junto con el uso desmesurado de agroquímicos; acaparamiento de tierras y cuerpos acuíferos, bosques, tierras indígenas, zonas naturales protegidas; políticas de importaciones desleales que afectan al propio país; alianzas público-privadas que favorecen al sector privado y afectan arduamente a la población, y tratados comerciales generados para afectar y sacar del mercado a las y los campesinos. Acciones que dañan severamente a la biodiversidad de nuestro país.

Por eso decimos ¡BASTA! Para cualquier transición en nutrición seria e implementación de un régimen alimentario ecológicamente profundo y socialmente justo, se necesita poner fin a la privatización. Exigimos a los gobiernos establecer e implementar políticas que pongan a las comunidades pesqueras y a los pastores en el corazón de la gobernanza y el cuidado de los océanos, lagos, ríos, recursos acuáticos y ecosistemas marinos. También demandamos frenar la falta de respeto a la tenencia de la tierra y de los recursos naturales, y a la privatización o perversión de sus formas de gobernanza, que han contribuido a la malnutrición y daño ambiental y que tienen consecuencias irreversibles en los sistemas de producción.

En las comunidades hay falta de acceso a alimentos saludables y frescos; predominan los productos procesados provenientes de las trasnacionales y otras corporaciones, que alimentan la epidemia de obesidad, diabetes y otras enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación. Es necesaria la prohibición de publicidad engañosa, la protección y el fomento a la lactancia materna, etiquetados que realmente orienten al consumidor y le protejan de los engaños de las grandes industrias. Esas medidas y la labor de l@s pequeñ@s productor@s impulsarán a las comunidades a ser más activas y participativas para la transformación de los sistemas alimentarios cuando necesario, y contribuirán a la soberanía alimentaria.

Los pequeños productores y campesinos, incluyendo a las familias, pueblos indígenas, pequeños pescadores y comunidades pesqueras y pastores deben ser el componente medular para cualquier estrategia para combatir la malnutrición en todas sus formas. Ellos, y un modelo agroecológico focalizado en los mercados locales, permitirán afrontar los retos socioeconómicos y ambientales y el logro de una nutrición sustentable en las pequeñas comunidades.

Para lograr esto, se requiere de manera imperativa la protección de semillas nativas y campesinas, así como de los centros de origen frente al riesgo de invasión y contaminación de semillas genéticamente modificadas, que afectan la biodiversidad de los ecosistemas y a toda la humanidad, los no nacidos y las generaciones futuras.

Es necesario que se establezcan mecanismos formales para que l@s consumidores tengan fácil acceso a alimentos frescos, nutritivos provenientes de pequeñ@s productor@s, y así acotar la brecha entre el consumidor final y el productor.

Los gobiernos de todos los niveles deben implementar una política de compras gubernamentales proveniente de pequeños productores locales para asegurar el posicionamiento de los productos de pequeños productores y abastecer las necesidades alimentarias nacionales con los productos locales, y así contribuir a la economía nacional.

*Fragmentos tomados de la declaración de los movimientos sociales emitida durante el foro de la Sociedad Civil para la Segunda Conferencia Internacional de Nutrición (IC2), realizada en Roma, noviembre 2014 por la OMS/FAO, y de la relatoría de la mesa de Nutrición y Soberanía Alimentaria para el Encuentro Internacional Economía Campesina y Agroecología en América, en el 20 Aniversario de la ANEC.

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