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Producción sustentable y con valor; soberanía y seguridad alimentaria: proyectos de Conabio José Sarukhán Coordinador nacional de la Comisión Nacional para el Conocimiento de la Biodiversidad La Comisión Nacional para el Conocimiento de la Biodiversidad (Conabio) desarrolla un proyecto de sistemas productivos sostenibles y biodiversidad que suma ya diez años de trabajo en la Península de Yucatán, en Chiapas, Oaxaca y parte de Tabasco. Se ha buscado ayudar a las comunidades que están allí para que manejen sus bosques y selvas de manera conservadora, en el sentido de preservar la estructura de la selva, pero también con beneficio económico para la población. Y todo esto, impulsando valor para los productos que generan las comunidades, a fin de desestimular la tala de selvas y bosques. Mi idea en el proyecto es que tiene muy poco sentido generar programas de manejo sustentable si el producto del cual la gente vive no tiene una valuación, un reconocimiento en el mercado. El objetivo es conservar biodiversidad, quiero decir con ello ecosistemas, y ecosistemas son los que nos dan servicios ambientales: captura de agua, captura de oxígeno, polinización y muchas veces alimento silvestre. La idea es tener prácticas amigables con la biodiversidad en la producción y ayudar a las capacidades productivas de la gente que está allí. ¿Cómo trabajamos? El proyecto está apoyado por el Global Environment Facility (GEF), que da recursos para esquemas de esta naturaleza. El Banco Mundial también nos apoya. La Conabio está relacionada con una serie de organismos del Estado. Estamos trabajando con la Secretaría de Agricultura y con la de Desarrollo Social, así como con la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Ellos han estado apoyando los trabajos del corredor biológico mesoamericano, que es de donde sale esto y en realidad no es algo que hagamos solos; también participan otras instancias federales.
Loa productos que entran en el proyecto son café orgánico, miel orgánica, cacao, chicle, y un plan silvopastoril, así como uno de ecoturismo. Estamos trabajando con las organizaciones, no con los campesinos y lo que queremos es capacitarlos a ellos, llevar sus productos a nuevos mercados con mucho mayor valor. Es un proyecto que cuenta con unos 40 millones de dólares para los siguientes cinco años, y esperamos que al final el valor de esos productos se haya elevado porque les hemos encontrado nuevos mercados, porque la gente está mucho más capacitada para organizarse, para la parte financiera y de mercadeo. Básicamente hablamos de empresas sociales, no de compañías grandes. Un proyecto más que se está armando, aunque ya tenemos partes que están en operación, es algo que tiene que ver con seguridad y soberanía alimentaria, que son dos cosas relacionadas pero muy distintas. Soberanía tiene que ver con seguridad pero de acuerdo con las características culturales y ecológicas locales para tener la capacidad de contar con los materiales con que se trabaje. Las premisas de este proyecto son varias. Además de que es biológicamente megadiverso, México es un país centro de origen de muchas plantas cultivadas, de algunas de las más importantes del mundo. Pero estamos en un proceso de modificación profunda de condiciones ambientales y climáticas. Obviamente que eso determina las posibilidades de tener o no tener ciertos cultivos. También tenemos constricciones para la producción actual, por ejemplo con el agua, que es un problema serio. Entonces la productividad está en serios problemas y no va a pasar mucho tiempo sin que haya una crisis. En las próximas dos o tres décadas, la situación ambiental y climática va a determinar qué tanto los ecosistemas del planeta y de México, marinos y terrestres, se van a poder conservar, porque esta situación es el principal determinante de la conservación de la diversidad biológica y eso significa por un lado pérdidas muy importantes, pero por otro servicios ambientales y opciones para el futuro. Una cuestión importante es que ya es clarísima toda la información científica de que la agricultura de alta tecnificación, la agroindustria, como se maneja ahora, no es sustentable, tiene una serie de externalidades económicas sociales, ambientales que ya no se puede tolerar, que ya no pueden funcionar. Si persisten es porque hay un poder muy grande de las corporaciones agrícolas internacionales, pero no porque sea conveniente para los países donde están presentes. Y otra cuestión es que la diversidad ecológica (climas, suelos y topografías) no pueden ser manejados con un solo criterio de producción agrícola, requerimos formas de producción muy ligadas a cada una de las condiciones de nuestro país, no solo ambientales, de suelos, climas, etcétera, sino también culturales, históricas y económicas de cada lugar del país y esto no ha ocurrido en México. La política ha sido una sola forma. Tenemos que cambiar de rumbo. Vale la pena subrayar que la diversidad genética de los cultivos es la que permite su adaptación a diferentes circunstancias ambientales (climas, temperaturas, diferentes regímenes pluviales, etcéter). El segundo punto es que estas plantas cultivadas vienen de parientes silvestres, caso muy conocido es teocintle-maíz, pero hay muchos más en chiles, jitomates, calabazas, frijoles… Hay un continuo de diversidad genética, entre las poblaciones silvestres y las plantas cultivadas, y esto constituye un reservorio enorme de diversidad genética. Otro punto: el mantenimiento de los cultivos nativos de México y su diversificación siguen como un proceso vivo. Para muchos –gente del gobierno y en particular de la Secretaría de Agricultura- fue sorpresa conocer la gran diversidad de maíces que hay en uso comercial. Pensaban que había tres o cinco variedades que se cultivan y lo demás era pura arqueología y paleontología. Un estudio que se hizo en Conabio demostró que hoy hay en cultivo, en uso, en comercio rural alrededor de 60 variedades nativas de maíz. No están en los supermercados, ni en muchas áreas urbanas, pero están en el campo y la gente no los está manteniendo sólo por amor al arte. Lo hace porque tienen interés, esos maíces reciben mejor precio.
La pregunta es ¿por qué diablos el resto del país no le da valor a esos maíces? Es una cuestión a la que tenemos que entrarle. El problema que hemos tenido aquí es que hemos perdido tanto seguridad como soberanía alimentaria. Las hemos perdido porque ha habido un abandono de la atención a la agricultura; porque se ha perdido esta famosa rectoría del Estado sobre cuestiones que son absolutamente fundamentales para la vida de los mexicanos (educación, salud, alimentación, seguridad). Se ha perdido en agricultura por un proceso que surgió luego de la revolución verde, con el lema de no más inversiones públicas en investigación agrícola. Hubo una disminución de recursos y un desbaratamiento de estructuras que había de apoyo a la agricultura. Se cambió la agricultura (cultura del campo) por el agricomercio (comercio del camp). Y no quiere decir que la agricultura se hiciera por oquis, que la gente no supiera el valoro que tenían sus productos, es que la parte comercial, metálica, ha tenido una preminencia total sobre el proceso de producción de alimentos y esto es una desgracia. Se ha abandonado a la mayoría de campesinos; el apoyo se da a unos cuantos que tienen toda la parte agroindustrial. No tenemos seguridad ni soberanía alimentaria. Por las razones que son evidentes, que han ocurrido en las cuatro décadas recientes y que han marginado a los productores pequeños. Pero ha habido trabajo. En la Conabio hemos estado realizado estudios sobre los parientes silvestres de una serie de cultivos, muchos de ellos comestibles. Se han hecho estudios de la diversidad de esas poblaciones silvestres, dónde están, cuáles son las principales áreas de diversidad de los parientes silvestres, etcétera. Hay varios que son ecosistemas agrícolas creados por la humanidad en diferentes partes del mundo y que son origen de toda la diversidad de las plantas. La milpa es particularmente importante, de allí salió una enorme cantidad de plantas que son cultivo. El frijol fue una maleza de la milpa, el jitomate también, el maíz mismo quizá fue una maleza de la calabaza. Son sitios donde se han generado nuevas especies, simplemente por el trabajo, atención y capacidad de observación de los campesinos. Y allí están muchas especies silvestres, semi silvestres están siendo usadas por las poblaciones rurales, al margen del comercio de las grandes ciudades. La Conabio tiene organizado un gran proyecto nacional integrado y de largo plazo que va desde los estudios de genómica de las plantas silvestres, parientes de los cultivos, hasta las cuestiones que tienen que ver con sociología rural, economía rural, antropología, desde luego teniendo a los campesinos mismos como actores centrales de este proceso. Ellos son los que han mantenido la tradición científica, que han podido mantener más de 60 variedades de maíz y muchas otras especies y tener un gran proyecto nacional que estamos lanzando. Este proyecto lo vemos como algo que tiene que continuar, dar secuencia a algo que tiene cuatro mil o cinco mil años en este país, con los campesinos como actores centrales del proceso pero también con interacción con los investigadores e instituciones. Es tiempo que pongamos el conocimiento, la gente y la tradición juntas para asegurar que esto, que es la base del sostenimiento del país, realmente pueda ser un gran proyecto, y que no dependa de los cambios de gobierno. Todo esto que hace la Conabio es fundamental en un escenario de cambio climático con consecuencias difíciles de predecir para México y que implica entre otras cosas: -Crecientes restricciones de disponibilidad de agua de riego, aunadas a su enorme desperdicio. -La forma en que se produzcan los alimentos para la población del siglo XXI definirá la conservación de los ecosistemas y sus servicios ambientales. -La agricultura altamente tecnificada e industrializada tiene externalidades ecológicas, económicas y sociales inaceptables y es insustentable. Trascendencia de la agroecología Clara Nicholls Presidenta de la Sociedad Ceintífica Latinoamericana de Agroecología (Socla) Hablaré de los fundamentos y de cómo ha sido la implementación de la agricultura familiar campesina en América Latina. Entendemos el desafío que hay del modelo agroindustrial de la revolución verde y la biotecnología, frente al paradigma del nuevo modelo alternativo, el cual creemos que es posible, donde la base es la agricultura campesina y agreocológica La agroecología es un matrimonio de conocimientos, y ha hecho una gran contribución a las ciencias occidentales, no sólo a la agronomía, sino también a la antropología, la ecología, la sociología y la economía ecológica. Eso nos da fundamentos para afirmar que el sistema agroindustrial no funciona y para justificar la necesidad de construir un nuevo paradigma. La ciencia occidental no podría existir si no tuviéramos el conocimiento de todos los campesinos e indígenas del continente y de otras regiones. América Latina ha sido la base nutritiva para que la agroecología sea lo que es hoy, una ciencia holística basada en principios que toma formas tecnológicas de acuerdo con el contexto que estemos trabajando. Entre los principios fundamentales de la agroecología están: -Incrementar el reciclaje de biomasa y el balance en el flujo de nutrientes; asegurar la calidad del suelo, con alto contenido de materia orgánica; minimizar la pérdida de recursos (nutrimentos, agua, recursos genéticos y biodiversidad). -Es muy importante el concepto de diversidad genética (pues constituye un elemento de seguro para los agricultores en el marco del cambio climático y muchas de esas especies han co-evolucionado con los ambientes naturales y con la mano de los pequeños agricultores), y esa diversificación de especies tiene que darse tanto a nivel de finca como del paisaje.
Hay que destacar que las motivaciones tempranas de la agroecología se dieron en 1970-1990, pensando en una agricultura alternativa al modelo industrial impuesto por la revolución verde y la agricultura convencional basada en agroquímicos con fuertes impactos ambientales. El control biológico y la entomología entraron con un fuerte enfoque de alternativa a los pesticidas.
Luego entraron tecnologías apropiadas para la agricultura campesina indígena, que fue ignorada por los programas de desarrollo agrícola. La agreocología emergió en América Latina a inicios de los 80’s promovida inicialmente por organizaciones no gubernamentales. En los 90´s entró al seno de las Universidades (se dan cátedras) y a mediados de la década del 2000 fue adoptada masivamente por la Vía Campesina y varias organizaciones campesinas la región. Desde estos tres grupos hemos trabajado la agroecología, con una crítica muy fuerte al modelo industrial que no produce alimento a la población local. Su vocación es básicamente la agro exportación o la producción de bioplásticos o agrocombustibles y sólo alimenta al 30 por ciento de la población mundial. Quienes realmente están alimentando al mundo son los agricultores campesinos. Pero modelo agroindustrial usa el 70-80 por ciento de la tierra arable, 70 por ciento del agua y 80 por ciento de los combustibles fósiles que se utilizan en la agricultura (que es lo que está provocando el calentamiento global). Hoy día se usa una gran cantidad de pesticidas, muchos que han sido prohibidos en el Norte y claramente América Latina tiene un alto consumo de plaguicidas. Muchos de los créditos que reciben los gobiernos están atados a que los productores utilicen ese paquete tecnológico de semillas o agrotóxicos necesarios para supuestamente incrementar la producción. El costo ambiental es muy alto. Hay muchos estudios que demuestran que el costo promedio o la huella ecológica de la agricultura industrial es de 300 dólares por hectárea. Hay un gran uso, aproximadamente 17.8 millones de fertilizantes, en zonas muertas en el mar que han causado un serio problema ambiental (el golfo de México es uno de los ejemplos). Estos costos ambientales los paga el pequeño agricultor y el consumidor, siendo que la agricultura industrial es la que causa el problema. La otra vía de la agricultura industrial es la biotecnología. Hay 143 millones de hectáreas sembradas con semillas transgénicas en 25 países, esto es siete por ciento o nueve millones de hectáreas ma´s que en 2009. Van creciendo exponencialmente. Mucha gente se pregunta por qué este avance ocurre si todos conocemos los problemas con los transgénicos. La respuesta es básicamente porque está en manos de transnacionales, a las que lo único que interesa es producir agrocombustibles o bioplásticos, a costa de condenar a los agricultores a que usen esa tecnología, al monocultivo, al Roundup, y al fracaso frente al cambio climático. Hoy en día, no obstante las promesas de la tecnología, que va a tener menos problemas de malezas, en Brasil hay aproximadamente 12 nuevas especies de malezas resistentes al glifosato y por eso los agricultores están condenados a usar otros herbicidas mucho más potentes, con problemas ambientales. Otra cosa importante es que esta revolución verde no ha beneficiado a los pequeños agricultores. Menos del 20 por ciento de los campesinos de América Latina adoptó las variedades mejoradas de la revolución verde. Las tecnologías fueron impuestas y no surgieron de un proceso participativo, sino de la idea de que hay que beneficiar al campesino a cualquier costa. Esos fueron los discursos de los ministerios de Agricultura y lo que aprendimos en las facultades de agronomía. Modernizar al pequeño agricultor. Pero esas tecnologías no eran adecuadas a las necesidades y circunstancias de los campesinos y no fueron neutras (los grandes agricultores, con el acceso al capital y mejores tierras, fueron quienes se beneficiaron). La revolución verde no es campesina. Los pequeños agricultores no la adoptaron ni tampoco adoptaron los fertilizantes, no los usaron porque no tenían crédito para comprar. Los que sí tenían crédito pudieron acceder a estas tecnologías, pero al mismo tiempo entraron en la trampa de la deuda y hoy muchos de ellos ya no son agricultores. Beneficios de la agroecología. Ésta se basa en un conjunto de conocimientos y técnicas que se desarrollan a partir de los agricultores y sus procesos de experimentación. El enfoque tecnológico de la agroecología tiene sus bases en la diversidad, la sinergia, el reciclaje y la integración, así como en aquellos procesos sociales basados en la participación de la comunidad. Pero es muy importante el conocimiento indígena y campesino que ha nutrido los agro ecosistemas tradicionales que nos han mostrado que es posible y que con respeto podemos aprender, valorar y enriquecer con la ciencia occidental. Han perdurado a lo largo de los siglos: es un punto de partida estratégico. La chinampa es un sistema milenario productivo que ha resistido la prueba del tiempo. Hay un trabajo muy importante que muestra que en chinampas en 1950 había rendimientos de hasta 5.5 toneladas por hectárea en predios pequeños cuando la revolución verde subió a penas a 6 por hectárea, y una hectárea de una chinampa puede alimentar hasta 15 o 20 personas. Tenemos que aprender de ese sistema alimentario, que fue abandonado porque supuestamente era agricultura no productiva. Hay que considerar el conocimiento que tienen muchos campesinos de América Latina sobre la etno ecología y el que deben tener para, en una hectárea, entender lo relativo de hasta 150 especies. Los productores pequeños producen entre 50 y 70 por ciento del alimento que consume la población mundial, pero usan sólo entre 25 y 30 por ciento de la tierra, 30 por ciento del agua de uso agrícola y 20 por ciento de los combustibles que se utilizan en la agricultura. Eso muestra que la agricultura campesina sigue siendo la base de la soberanía alimentaria en muchos países. Las familias campesinas siguen siendo los principales productores de alimentos en América Latina. En Chile producen el 51 por ciento de las hortalizas, 40 de los cultivos extensivos y 23 por ciento de las frutas. En Ecuador, con menos de tres por ciento de la tierra, producen la mitad de las hortalizas, 46 por ciento del maíz y más de un tercio de los cereales y las legumbres. En Cuba, 98 por ciento de la fruta, 95 de los frijoles, 80 del maíz y 65 por ciento de las hortalizas. En Brasil producen 87 por ciento de la yuca, 70 de los frijoles, 46 del maíz, 50 por ciento de las aves de corral y 59 por ciento de los porcinos; controlan el 24 por ciento de las tierras arables. Representan 84 por ciento de las fincas, dan empleo a tres veces más personas que el agronegocio. Entonces, ¿por qué no desarrollar una política que apoye a la pequeña agricultura, que da trabajo, conserva la diversidad y al mismo tiempo enfría el planeta?
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