17 de octubre de 2015     Número 97

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Apoyo a la agricultura familiar,
en el discurso; necesario avanzar
en los hechos: IATP


FOTO: Global Humanitaria

Es ampliamente reconocido que la sostenibilidad, el rendimiento, la nutrición y diversidad son atributos positivos que corresponden a la agricultura campesina en su comparación con la agricultura industrial o el agronegocio. Así, el discurso de organismos internacionales, como los de Naciones Unidas, e incluso órganos de empresas privadas, habla cada vez más de impulsar este tipo de agricultura, la de pequeña escala. Pero esto se ubica en una ruta filosófica aún, pues en los hechos las compañías y gobiernos nacionales todavía piensan que si hay ganancias todo está bien, y más temprano o más tarde, todo saldrá adelante, y mantienen el estado de cosas sin cambios, esto es mantienen los sesgos que apoyan fundamentalmente al agronegocio.

Así lo consideró Jahi Chappell, director de Políticas Agrícolas y Agroecología del Instituto de Política Agrícola y Comercial (IATP) de Minneapolis, Minnesota y consideró que las políticas públicas rurales hoy día desdeñan el tema de la calidad de vida de los campesinos, “porque están pensando en ganancias solamente. Y ya sabemos por lo menos con la experiencia que hay en Estados Unidos, y México –integrado a sus vecinos del norte con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)- que la mayor productividad no va a proveer calidad de vida para el productor si no se impulsan otras acciones y apoyos, y que si todo mundo produce más los precios bajan y eso es malo para los productores pero es bueno para las empresas que ofertan fast food.

En breve entrevista, opinó que en la agricultura ocurrirá una transición que induzca a apoyar a la agricultura de pequeña escala en los hechos y no sólo en el discurso, pues el cambio climático no permitirá ya la presencia de productores muy grandes. “No es que vayamos a cambiar mañana. Esto va a tomar tiempo, pero no puedo pensar en una razón ecológica para argumentar a favor de productores grandes, porque los pequeños son usualmente más eficientes en muchos sentidos y ofrecen mayor diversidad de alimentos. Los grandes se enfocan al monocultivo; utilizan muchos agroquímicos y labores mecánicas.


FOTO: ClatieK

“Soy ecólogo. La base de la evolución de la ecología es la diversidad, y ya sabemos que en el futuro el clima va a seguir cambiando y van a pasar otras cosas que hoy desconocemos. Por tanto, necesitamos diversidad para adaptarnos al futuro. También es un hecho que en la lucha contra el hambre la diversidad de alimentos es más importante que las kilocalorías para mucha gente. Entonces necesitamos esa diversidad que sólo los productores pequeños y medianos pueden proveer”.

“Pienso que se debe gobernar de una manera más amplia. Es un hecho que hay un futuro industrial enfocado en ganancias y lucro, pero también creo que hay un futuro de hombres y mujeres que valorizan cultura, tradiciones, cuestiones que no tienen que ver con el mercado, cosas que a todos nos gustan. No es el mercado el que rige a todo el mundo. Una forma más equitativa de gobernar debe apoyar a los productores pequeños y a los medianos, pues son ellos los que ofrecen una mejor economía, más cultura, nutrición, diversidad, todo eso que no está en la lógica de los grandes” (LER).


Crisis agropecuaria; no se
aprovecharon las lecciones


FOTO: Oxfam International

Timothy A. Wise Tufts University

La crisis alimentaria de 2007-08 –con alzas en los precios de las materias primas agrícolas- abrió el debate en México sobre las políticas neoliberales que han colocado a este y otros países en una dependencia de las importaciones, en medio de un abandono completo del sector productivo. Entonces la crisis se convirtió en una oportunidad de reflexión. Han transcurrido siete años, y no se capitalizó la oportunidad que brindó la crisis. Las políticas públicas no cambiaron. Y no se abordaron las dos causas inmediatas de la crisis alimentaria.

Estas causas son el aumento desmesurado de la producción de agrocombustibles y el crecimiento también de la especulación financiera.

Se elevó la producción de agrocombustibles impulsada por los incentivos dados por los gobiernos de Estados Unidos y los de Europa. Esa ola de expansión en unos cuantos años desvió 40 por ciento del maíz cosechado en Estados Unidos a la producción de etanol. Eso representó un desvío de 15 por ciento del maíz de todo el mundo hacia un uso combustible; dejó de usarse para alimento humano y forraje. Eso tuvo mucho impacto sobre los precios del maíz pero también del conjunto de materias primas agrícolas.

Ahora hemos visto una disminución de los incentivos para los agrocombustibles, o sea que los gobiernos de países ricos han respondido de forma muy tibia a este problema.

En cuanto a la especulación financiera, lo ocurrido fue una integración dañina y reciente de los mercados de materias primas agrícolas, combustibles y finanzas. Este fenómeno sigue perjudicando a los mercados internacionales de alimentos porque el precio los alimentos tiene aún menos relación con la oferta y la demanda a nivel internacional (relación que antes ya había sido perjudicada por la manipulación de los mercados de futuros de Chicago). Tiene ahora más que ver con el precio del petróleo. El precio del agro combustible tiene que ver con el del petróleo. Entonces el precio del maíz está en gran parte determinado por el precio del petróleo.

Al mismo tiempo, las inversiones especulativas y el flujo de dinero especulativo se integran en derivados que combinan todos los commodities en una sola inversión; vinculan de manera formal los energéticos y los agrícolas. Sin cambios en esos sistemas, lo que vamos a ver es una volatilidad continua en los mercados. Afortunadamente se ha disminuido un poco la tasa de crecimiento de los agrocombustibles pues los mercados se han ajustado. Es por eso que estamos viendo ahora precios bastante bajos de los commodities agrícolas como el maíz a escala internacional.

Esta situación no es algo bueno para los agricultores del mundo, pues los precios volátiles dan señales poco confiables sobre invertir o no; los productores no tienen certidumbre de si tendrán o no ganancias.

Los economistas prevén un largo periodo de precios bajos, lo cual significa que podríamos entrar en una nueva época de dumping. He calculado que Estados Unidos está exportando este año su maíz a precios 15 por ciento debajo de los costos de producción, según la definición de dumping de la Organización Mundial de Comercio. La actual Farm Bill, o Ley Agrícola  de Estados Unidos distorsiona más los mercados que la anterior.

En los dos años recientes he podido  estudiar las respuestas a la crisis alimentaria no sólo en México, también en África: en Malawi, Tanzania, Mozambique y Zambia, para entender mejor cómo están respondiendo los gobiernos, los movimientos sociales y los campesinos mismos. Hay un panorama bastante parecido a lo que vemos en México.

Hay muchas iniciativas de los campesinos en África, de la comunidades, nuevas visiones que rompen el modelo neoliberal, de impulso de la agricultura ecológica. Pero en vez de apoyar esos esfuerzos, los gobiernos promueven la inversión extranjera de gran escala y eso ha resultado en un acaparamiento enorme de las tierras. Millones de hectáreas de acaparamiento. También firman convenios con trasnacionales para una iniciativa de los países ricos: la nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y Nutricional, con un esquema de doble asociación que abre mercados para las trasnacionales pero no lleva beneficios a los productores. Ello, en un modelo estilo revolución verde y con enfoque filantrópico porque da de 200 mil a 300 mil dólares anuales para el supuesto desarrollo agrícola.

Afortunadamente esas iniciativas están fracasando, en gran parte por las constricciones del modelo. Los híbridos y los químicos de la revolución verde no tienen mercado entre productores como los que se encuentran en África. Las trasnacionales encuentran poca infraestructura e inversión pública para hacer viables los partnerships (las asociaciones) y los que han acaparado tierras andan bien con los gobiernos corruptos pero no tanto con las  comunidades que quieren desplazar. Y las resistencias a nivel local son fuertes y han detenido a una gran parte de esas tomas de tierra. Hay una  cifra de que sólo cuatro por ciento de las tierras tomadas están en producción ahora, y eso se debe a la resistencia de las comunidades, falta de infraestructura y otras cosas.

El panorama es difícil pero la oportunidad que deja es que las economías locales, nacionales, valen mucho más que la economía global en este momento. Es un momento de refugiarse en lo local.

Milpa y consumo local,
claves para la salud

Alejandro Calvillo El Poder del Consumidor / Alianza por la Salud Alimentaria


ILUSTRACIÓN: Diego Rivera

Existe la necesidad de fortalecer la producción campesina para mejorar la salud alimentaria. El mundo no aguanta el actual modelo de consumo, de híper consumo, donde todo se produce para que se consuma más y se deseche de una manera más rápida. Esto ha pasado con la alimentación.

Cuando las grandes corporaciones toman la alimentación en sus manos no están produciendo alimentos para alimentar, sino para que los alimentos se consuman más por los ya consumidores y para que los que no son consumidores los consuman, y cuando eso pase, que los consuman más. En este proceso, han dejado de ser alimentos. La triada de los alimentos ultra procesados –que ya no  hay que llamarles alimentos, sino productos ultra procesados comestibles- está compuesta por el azúcar, la grasa y la sal; provocan adicción. Y hay prueba evidente de que la adicción que se puede dar al azúcar es similar a la que se puede dar a la cocaína

Nos hemos olvidado de esto y hablamos de la agricultura nada más como un acto de producir. Cuando la agricultura no es sólo producir, la agricultura es cultura y el alimento es cultura. Y lo que hemos visto es la aniquilación de esa cultura. Esa aniquilación ocurre cuando nos quitan los alimentos, cuando un puñado de diez o 12 corporaciones trasnacionales está determinando lo que nuestros hijos desayunan y comen, involucrando a gran parte de la población mundial.

Doy un ejemplo: el producto Choco Krispis tiene cuatro colorantes artificiales, tres de ellos están identificados como generadores de déficit de atención e hiperactividad en el Reino Unido, y lo demás es harina refinada. Y los niños, y los niños más pobres, desayunan Choco Krispis, que cuestan el doble respecto de la avena. Y en medio de esto, un Estado que no retoma ni fortalece la producción de amaranto, uno de los mejores cereales que hay en el planeta en su calidad nutricional.

Y siendo que este es un país donde hay una cultura enorme de siembra y procesamiento del amaranto, cuando se lanzó la Cruzada Nacional Contra el Hambre en Mártir de Cuilapan, Guerrero, sacamos a la luz un estudio que mostraba que había 60 recursos alimentarios en esa zona. Una periodista habló con una señora que sembraba amaranto en su solar y hacía dulces de alegría de amaranto. La señora estaba en la miseria y le dijo a la reportera que ya no iba a sembrar este cereal porque “porque los niños prefieren ir a la tiendita a comprar comida chatarra”.

Necesitamos revalorar nuestros alimentos, culturalmente y también en términos de su valor nutricional. ¿Qué saben las comunidades del valor del amaranto? ¿Qué saben del valor de los quelites? Al lado del municipio de Chilapa, de Mártir de Cuilapan, Xaviera Cabada (experta en nutrición de El Poder de El Consumidor) llegó a una comunidad, a una escuelita, una telesecundaria de 22 alumnos. Los niños tenían desnutrición con avitaminosis y manchas en la piel. Se levantó una encuesta en esa escuela y en otras del municipio y el 60 por ciento de los niños del municipio (de primaria, secundaria y preparatoria) desayunaban con refrescos, y tomaban esas bebidas tres o más veces al día. Después de la encuesta se dio un taller pararevalorar los alimentos. Sacaron a la señora que llevaba a vender la comida chatarra. Los niños gastaban diez pesos diarios en esa comida –que no es cualquier cosa, pues es una zona de alta marginación- e hicieron una olla escolar donde comenzaron a depositar su dinero cada día. Con sólo cinco pesos por niño en la escuela se empezó a preparar un desayuno escolar incorporando principalmente alimentos de la región, incluidos los quelites de la milpa, que tienen hierro. A los seis meses los signos de desnutrición desaparecieron en la mayoría de los niños. Y el dinero ya no se fue en con el camión de Coca Cola, de Sabritas, de Bimbo.


FOTO: Hernán García Crespo

En México cada año mueren 80 mil personas por diabetes, cada año 75 mil personas son amputadas por diabetes y hay una gran relación con el alto consumo de bebidas azucaradas. Y no se atreve el Estado  a hacer una campaña para decir la cantidad de azúcar y los riesgos que generan estas bebidas.

Toda la producción de la agroindustria está dirigida no a producir alimentos, sino materias primas e ingredientes para la gran industria procesadora de alimentos y bebidas. De todas esas producciones que tenemos en el norte del país, de toda esa agroindustria, un alto porcentaje deja de ser alimentos o granos en el proceso industrial. El convertir alimentos en comida chatarra es algo que tenemos que evaluar en su repercusión de cambio climático. ¿Cuánta energía se está gastando en el mundo para producir todos esos productos que atentan contra la salud y se vuelven chatarra por la vía de ingenieros de alimentos que tiene Kraft, Unilever, Nestlé, Coca Cola, todas esas empresas.

Hay centenares de aditivos alimentarios. Las empresas  los combinan como en un coctel para ver qué es lo que puede pegar más y tener la palatabilidad en nosotros. Los niños son las principales víctimas. Tomen cualquier producto dirigido a niños. La experiencia con el alimento, el sabor, el color, la textura,  es artificial. Contiene colorantes, saborizantes, texturizantes artificiales En eso se han convertido los alimentos.

La buena noticia es que esta dictadura de las corporaciones está en crisis. La epidemia de obesidad global está llamando la atención y está obligando a tomar medidas. En la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya hay una convención sobre enfermedades no transmisibles, donde lo principal es la alimentación. A nivel de  la región de América Latina, los ministros de salud aprobaron un plan plan frente a la obesidad infantil, del cual no se dieron cuenta las corporaciones, y hay un compromiso para regular estos alimentos dirigidos a los niños, sacar alimentos de las escuelas, tenerlos etiquetados y poner medidas fiscales. Nosotros vamos a anunciar que queremos dos pesos de impuesto para el refresco, que queremos control de precios sobre el agua embotellada mientras metemos bebederos en todas las escuelas del país.

En este sentido la producción campesina toma un papel fundamental. Octavio Paz decía que el maíz era un alimento muy importante, tanto como el invento del fuego, y yo añadiría que también lo es la milpa. Es uno de  los sistemas agroecológicos más ricos en términos de diversidad biológica y de riqueza nutricional que hay en el mundo. Tenemos que rescatar eso, tenemos que revalorizarlo. Tenemos que crear los mercados locales, hacer cadenas de comercialización de los productos a nivel local. Que las escuelas, como en Brasil, estén obligadas a recibir productos de los huertos locales; que incluso el Ejército se provea de alimentos de la región, los hospitales, los comedores públicos. Tenemos que hacer un movimiento donde los consumidores demos un valor a estos productos que vienen de los campesinos.

Creemos mercados locales. Calculamos que 80 por ciento de la diversidad de alimentos en México viene de los pequeños productores. Si nuestra cocina tradicional está declarada Patrimonio de la Humanidad, esta cocina depende de ellos, de ese conocimiento. El maíz que se siembra en tal región para producir tal platillo es un conocimiento que está allí, que viene de la selección de un grano que se ha hecho siembra tras siembra. Las organizaciones que impulsamos la Iniciativa Valor al Campesino pensamos que debemos revalorar esos alimentos que están en el campo mexicano y que principalmente su variedad está en los pequeños  productores.

 
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