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Su obra, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo, apunta la Academia

Conceden el Nobel de Literatura a la periodista Svetlana Alexievich

Esboza “un collage de voces que permite profundizar en la comprensión de una época”, según la secretaria del órgano

Sus temas, la Segunda Guerra Mundial, Chernóbil, Afganistán y la transición postsoviética

Descendí al infierno para conocer al ser humano, sostiene la galardonada

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Svetlana Alexievich es la sexta escritora en lengua rusa que recibe el máximo galardón de la literatura universal. En la imagen, el momento en que se dirige a una conferencia de prensa a propósito del premio, en Minsk, Bielorrusia, donde se encontraba al recibir la noticiaFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 9 de octubre de 2015, p. 3

Moscú.

El máximo reconocimiento a quien se dedica a las letras –de acuerdo con el anuncio difundido ayer por la Academia Sueca que concede el Premio Nobel de Literatura– correspondió este año a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich, notable cronista de algunas de las grandes tragedias del siglo XX, con una prosa documental que se basa en realizar entrevistas para obtener el riguroso testimonio de quienes las sufrieron en carne propia.

Mediante su extraordinario método de trabajo, Alexievich inventa un nuevo género literario, que consiste en “un collage cuidadosamente compuesto por voces humanas que nos permite profundizar en la comprensión de toda una época”, afirmó Sara Danius, secretaria permanente de esa academia, al dar a conocer la noticia.

La Segunda Guerra Mundial, la guerra de Afganistán, la catástrofe de Chernóbil y el caos de la transición postsoviética son algunos de los temas que aborda Alexievich en su obra, quien –acaso para explicar los horrores que describe de manera descarnada–, sostiene: Tuve que descender al infierno para conocer al ser humano.

La bibliografía de Alexievich consta de apenas siete libros pero “sus escritos polifónicos –en opinión de los académicos suecos– constituyen un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo” y, por tanto, son dignos merecedores del Nobel.

La misma premiada define con estas palabras su labor de escritora: “En más de 40 años en realidad llevo escribiendo un solo libro: la crónica ruso-soviética de la revolución, el gulag (campos de concentración en tiempos de Stalin), la guerra, Afganistán, Chernóbil, la disolución del ‘imperio rojo’. Sigo los pasos del tiempo soviético. Veo detrás un mar de sangre y una inmensa fosa común. En mis libros el ‘hombre pequeño’ habla de sí mismo, nadie le pregunta nada y desaparece sin dejar huella, llevándose sus secretos. Yo sólo trato de escuchar, de captar, de memorizar. Voces, voces… viven en mí, me persiguen…”.

Traducida ya a una veintena de idiomas, y por ahora casi inédita en español, la obra de Alexievich, de marcado corte periodístico al sumar testimonios por separado que devienen una sola radiografía de la realidad, antes y después de la desaparición de la Unión Soviética, goza de merecida fama mundial.

Hace tres décadas, cuando ella tenía 37 años de edad y era una desconocida periodista de Minsk, entregó a una editorial de Moscú su primer libro, La guerra no tiene rostro de mujer, que terminó de escribir en 1983 y que vio la luz dos años después, cuando la perestroika de Mijail Gorbachov puso fin al debate de si su texto era demasiado pacifista o denigraba el heroísmo de la mujer soviética.

La puesta en escena de esta opera prima de una discípula de Ales Adamovich, escritor bielorruso a quien la propia Alexievich reconoce como su maestro, en el legendario teatro Taganka de Yuri Liubimov, se convirtió en todo un suceso y llegó a considerarse una de las más claras muestras de apertura en la Unión Soviética de 1985.

El mismo año publicó Los últimos testigos, con menos resonancia, y en 1989 volvió a los primeros lugares de libros más vendidos en la Unión Soviética con Los chicos de latón, basado en entrevistas a madres de soldados que perdieron la vida en la guerra de Afganistán.

No menos impactante resultó su siguiente libro, Embrujados por la muerte (1993), dedicado a quienes optaron por suicidarse al no poder asumir la caída del sistema socialista.

Alexievich necesitó cuatro años más para dar a conocer quizás su obra maestra hasta la fecha: Voces de Chernóbil, centrado en la catástrofe en la central nuclear y publicado en ruso en 1997 y en español hasta 2006 con el sello de Siglo XXI Editores.

Testimonios del drama socialista

En 2004 lanzó una versión actualizada de Los últimos testigos. Sólo para voz infantil, y tras casi una década sin publicar, ofreció en 2013 El tiempo de segunda mano: el final del hombre rojo.

En este libro, que forma parte de la serie que ella denomina Voces de la Utopía, la escritora se propone “escuchar honestamente al homo sovieticus, auténtico protagonista del drama socialista que aún sobrevive como ruso, bielorruso, ucranio, kazajo…”, según anota en el prólogo.

Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos diferentes idiomas, pero somos inconfundibles, nos reconocen enseguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo, subraya Alexievich.

Ciudadana de Bielorrusia, nacida por circunstancias del trabajo del padre en Ucrania y residente desde hace un tiempo en Alemania, Svetlana Alexievich es la sexta escritora en lengua rusa que recibe el Nobel, después de Ivan Bunin (1933), Boris Pasternak (1958), Mijail Sholojov (1965), Aleksandr Solzhenitsin (1970) y Iosif Brodski (1987).