Algunos fallecieron tras vivir tres décadas en campamentos temporales
Líderes y gobernantes hicieron de la desgracia clientelismo político, denuncian
Viernes 9 de octubre de 2015, p. 37
En el campamento Colector 13, habilitado hace tres décadas de manera temporal
como refugio para damnificados de los sismos de 1985, los viejos han perdido la ilusión, y algunos la vida, de tener una vivienda digna
, cuenta Alfredo Villegas, quien llegó aquí a los cuatro años de edad, así como 320 familias que se quedaron sin casa por el terremoto.
Desde entonces, las promesas de líderes y gobernantes han ido y venido, pero ninguna se ha cumplido. “Se hizo de la desgracia clientelismo político: ‘si perteneces a tal grupo te benefician, si no no’, y así han salido dos proyectos de vivienda, el último hace cuatro años frente a la estación Potrero del Metro, pero aunque al principio estábamos considerados, muchos quedamos fuera”, relata.
Sin embargo, en este sitio, ubicado a unos pasos de la estación Lindavista, en la delegación Gustavo A. Madero, donde aún subsisten 156 familias en cuartos de tres por seis metros, con lavaderos, baños y cocinas comunes, la esperanza no se pierde entre los jóvenes.
Ante el anuncio del jefe del Gobierno, Miguel Ángel Mancera, de que se dotará de vivienda a quienes permanecen en los campamentos de los sismos del 1985, los pobladores piden que si ya se comprometió lo cumpla, pues aunque desde su tercer Informe habló de este proyecto, ninguna autoridad se les ha acercado.
Al contrario, nosotros metimos un escrito para que se nos incluya e invitamos al mandatario a que venga a hacer un recorrido, pero hasta mañana tenemos cita para que nos den respuesta. Ya anteriormente habíamos hecho contacto con el Instituto de Vivienda (Invi), que nos recomendó que primero compraramos el predio y de ahí ya verían, lo que nos pareció una ofensa ante la situación precaria en que vivimos
, expone Villegas.
Enfrentan discriminación
De acuerdo con un censo realizado por la propia comunidad, entre las casas de lámina y cartón viven alrededor de 600 personas, de las cuales 230 son niños que nacieron y han crecido en el campamento en condiciones de hacinamiento, insalubres y en un entorno de marginación y discriminación.
“Nos tachan de mugrosos, de delincuentes, y a los niños les hacen bullying en la escuela; su autoestima va a la baja y dejan de estudiar”, expresa Liliana Ortiz, quien llegó en los años 90, luego de ser reubicada de otro campamento en la colonia La Villa, donde les prometieron construir un edificio de departamentos, pero en su lugar hicieron un paradero de microbuses.
No nos acostumbramos
Con viviendas divididas sólo por una lámina de cartón, la convivencia entre las familias no ha sido fácil. Apenas cabemos en nuestros cuartos; en lugar de colchones usamos colchonetas, porque no caben. No tenemos privacidad; si quieres tener intimidad con tu pareja, pues te buscas algo baratito allá afuera, y para todo tienes que hacer fila; los que hemos podido hemos habilitado el baño o la cocinita, porque aquí te tienes que levantar a las seis para apartar el lavadero, ya sea para lavar trastes o ropa. Ya son 30 años, pero no nos acostumbramos
, expone Isabel Morales, quien confía en que sus hijos tengan otra forma de vida.