Sector Externo. Los acuerdos que México no debe firmar
n el primer semestre del año la Balanza de Pagos registró el mayor déficit histórico en Cueta Corriente, el cual llegó a -16 mil 567 millones de dólares; este faltante fue financiado por un ingreso neto de capital externo de 23 mil 364 millones. El excedente (6 mil 797 millones) más una quita de Reservas por 729 millones cubrieron una revaloración de las mismas por 1 mil 221 millones y un faltante (Errores y omisiones) por -6 mil 305 millones de dólares (Gráfico 1).
La Reserva Internacional del país alcanzó un máximo de 196 mil 010 millones de dólares el 30 de enero de 2015, bajó a 192 mil 207 mdd al 03 de julio, y se desplomó a 181 mil mdd al 25 de septiembre, protegiendo al peso.
El mencionado déficit en la Cuenta Corriente (-16,567 mi-llones) se suma a los grandes déficits en igual período de 2013 y 2014 (Gráfico 2), todos ellos de cuantía sin precedente.
El déficit específico de la Ba-lanza Comercial (mercancías) en el semestre fue de -4 mil 052 millones (Gráfico 1), la mayor cifra desde el fatídico 1994 con -8,847 m, salvo el también crítico 2007 con -4,762 millones.
En la Cuenta de Capital o financiera destaca el fuerte endeu-damiento neto por 14 mil 225 millones de dólares del sector público no bancario en el semestre. también el mayor registrado para período similar.
Destaca así mismo en el semestre la inauguración de México como importador petrolero neto con un déficit en su balanza petrolera de -3 mil 263 millones de dólares (Gráfico 4). Mala noticia que empeora con la información de que la actual ronda privatizadora concesiona a corporativos predominantemente extranjeros al menos tres bloques en aguas someras ya explorados por Pemex, con reservas probadas y perfectamente explotables por nuestra empresa, lo cual comprueba que el objetivo de la "reforma energética" no es la explotación en aguas profundas donde Pemex "no puede" sino convertir en negocio privado la riqueza de la Nación.
Si este escenario externo es ya de por sí desolador, aun hay más:
ATP Y TISA: Los Acuerdos que México no debe firmar
Cuando los acuerdos globales (OMC, FMI, Banco Mundial) llegaron a su límite, la estrategia corporativa se orientó a los acuerdos regionales de liberalización comercial y financiera. Tal fue el caso del TLCAN primero y los múltiples tratados firmados después con los países subordinados como México, que fue convertido así en un "maquilador confiable", con mano de obra barata, desregulado y pródigo en facilidades a las empresas extranjeras.
Con tales acuerdos, además, México abrió puertas a las crisis, el desequilibrio externo y la irrupción de los capitales buitre que llegaron a comprar literalmente "a precios de liquidación" gran parte de los activos productivos importantes, públicos y privados, de la Nación.
El actual gobierno de México ha llegado al extremo de privatizar y desnacionalizar el petróleo, concesionar territorio y comprometer la seguridad y el futuro energético del país. También pugna por erosionar al campo con importaciones ruinosas de alimentos, bajos precios, intermediación voraz, y entregando la genética reproductiva a los monopolios trasnacionales al abrir el campo –contra toda oposición– a las semillas transgénicas.
Hoy está, además, a punto de firmar –en la opacidad y el sigilo culposo– dos nuevos acuerdos multinacionales indiscutiblemente dañinos para el país:
• El ATP Acuerdo de Asociación Transpacífico (Trans-Pacific Part-nership Agreement TPP) "negocia-do" por 12 países: Estados Unidos, Canadá, México, Perú y Chile en el Pacífico americano, y por Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Singapur, Vietnam, y Brunei en el Pacífico asiático.
Este ATP es para México un tratado redundante con algunos ya firmados, y marginal en lo que toca a varios países integrantes, pero que implica la aceptación de nuevas concesiones y aperturas al capital global en materias tan sensibles como propiedad intelectual e industrial (territorio de la verdadera megapiratería global de las corporaciones transnacionales que buscan incluso la apropiación de la naturaleza), alimentos, genética y productos agrícolas; mayor desregulación; cero barreras en las compras y licitaciones del sector público; total apertura a la inversión foránea, y otros elementos que poco puede aprovechar México, pero sumamente adversos para los intereses del país, del 99% de los mexicanos.
• El Acuerdo sobre Comercio de Servicios (TISA Trade in Services Agreement), negociado por medio centenar de países con Estados Unidos como el principal promotor, es un nuevo instrumento para profundizar las concesiones de apertura en servicios ya acordadas en el GATS (Acuerdo General sobre Comercio de Servicios) firmado por miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Para México ya ha sido ruinoso abrir el sector servicios al capital transnacional: perdimos casi todo el sistema bancario, afores, aseguradoras, casas de bolsa, afianzadoras,... y grandes porciones de los servicios de energía, turísticos, hotelería, comercio, telecomunicaciones, transportación, servicios corporativos...
TISA persigue remover todo obstáculo restante a la intrusión de los corporativos globales en servicios públicos, de salud, educación, investigación, tecnología de la información, acceso a contratos gubernamentales, servicios ambientales, desregulación para proveedores foráneos... No por nada Uruguay se ha retirado de las negociaciones.
México no debe –porque no nos conviene– firmar estos dos acuerdos; ni otros sólo favorables a la integración y expansión de los monopolios corporativos globales; con los que tenemos basta y sobra, máxime que algunos deben ser revisados y renegociados
Cada tratado de este tipo ha sido un grillete más que inmoviliza a México para adoptar políticas autónomas que permitan el desarrollo interno del país, el surgimiento y consolidación de empresas nacionales, la generación efectiva de nuevos empleos, la mejoría de los salarios, la ocupación y rentabilidad en el agro, la adopción de políticas estatales en apoyo a pequeños y medianos productores-proveedores, la retención en México de las divisas turísticas, alcanzar un equilibrio/superávit externo, la preservación de nuestros recursos,...
La conducción de la economía del país no puede seguir al garete bajo "directrices" de un mercado deformado y un sistema enloquecido, aplicadas por gobiernos pasivos, costosos y prescindibles.
La mundialización es el signo de nuestro tiempo, pero debemos encauzarla internacionalmente. A la globalización corporativa no la podemos aceptar como una maldición irremediable que nos condena al atraso social, al desempleo y la desigualdad, la pobreza, la subordinación y el saqueo.
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