Jueves 1º de octubre de 2015, p. 5
Muy querido Hugo:
¿Qué nos pasó? Teníamos cita en Zapotlán el Grande el 25 de septiembre y ninguno de los dos la cumplió. Yo, porque estaba hospitalizado en el Real San José de Guadalajara. Tú, porque te fuiste a otra parte. Yo ya salí del hospital, pero tú no has vuelto.
No se vale, yo no puedo solo con el paquete. Necesito a mi amigo de toda la vida. Al Maestro de maestros. Al poeta. A quien ha sido uno de los guías que me abrió camino en esa selva prodigiosa que es la literatura. Lo necesito a usted, Don Hugo. Y vamos a tener que hacer otra cita –otras citas, todas las que sean necesarias– para mantener vivo y resplandeciente nuestro amor por las letras. Pero más que nada, te necesito a ti: nadie puede olvidar la maravillosa difusión que hiciste de la cultura mexicana en el extranjero y de la cultura extranjera en México. Espero tu respuesta y mientras tanto te ruego que tengas en cuenta que aparte de tus enseñanzas tan valiosas, lo que más aprecio de ti fue tu generosa y siempre leal amistad.
Gracias, mil gracias.
Nunca olvidaré nuestro encuentro en Londres y la serie de descubrimientos tanto literarios como gastronómicos que hicimos mi esposa y yo –gracias a ti y a la gentil y bella Lucinda–, entre éstos últimos la maravillosa cocina de la India. Como te digo, tenemos que hacer una nueva cita para disfrutar una vez más de tu sabiduría y tu afecto.
Te mando un abrazo