¿Viva México?
i usted me preguntara si creo que declina nuestro nacionalismo, me encontraría en aprietos. Podría contestarle: sin duda, no está en su mejor momento. Fue vivo y capaz de impulsar nuestra Independencia, la resistencia a la intervención extranjera y la reivindicación social y cultural de la Revolución. A partir de 1982, ante una grave crisis financiera, el gobierno marginó al nacionalismo retórico. Se inició el sacrificio de la soberanía para que el sistema y sus beneficiarios pudieran sobrevivir. Desde entonces México ha vagado a la deriva confiando sus problemas a la imitación y sumisión a Estados Unidos. Pero el resultado ha sido el deterioro de la economía y del respeto a nosotros mismos.
Estas claudicaciones han enajenado al régimen de la población en una proporción cada vez mayor. En encuesta reciente, más de 60 por ciento reprobaba al régimen y opinaba que íbamos por mal camino. No sólo estábamos peor que antes, sino en el futuro empeoraríamos más. De seguro sucederá así en la seguridad o en la economía, en el combate a la corrupción y la impunidad, pero una cosa es el rechazo a un gobierno y otra el nacionalismo. Aquí las cosas se complican: 85 por ciento declara tener el orgullo de ser mexicano y, a la vez, 60 por ciento se inclinaría por la anexión a Estados Unidos (CIDE), a la vez que se sienten impotentes para influir en las decisiones del gobierno, apoyan a la democracia y creen que el cambio se puede lograr a través del voto (Encup, 2012). De hecho, en los últimos 30 años, unos nueve o 10 millones han emigrado con documentos o sin ellos. Es rara la familia que no haya sufrido una diáspora.
¿Cuál será la dinámica de nuestro nacionalismo? The Economist reconoce que México está fracturado. Un sector tiene empleo; acceso a vacaciones en el extranjero, a tomar vino y salir a restaurantes; sus hijos son educados a nivel de excelencia, pero esta gente no representa ni siquiera 20 por ciento de la población, otro 80 por ciento está en dificultades. Las oportunidades se cierran, la pobreza, la mala calidad de salud; la educación deplorable, la escasez de empleos, el crecimiento del crimen y de la economía informal hacen difícil vivir en México. Muchos observadores dicen que es un Estado fallido; para Lorenzo Meyer es un Estado lamentable. Es imposible que estos fenómenos no tengan impacto emocional y político en la población. Sería de esperarse un renacimiento del nacionalismo tal como ha sido siempre, básicamente sano sin degenerar en xenofobia. Este nuevo impulso tendrá que ser asociado con la lucha por la democracia; es decir, el resurgimiento significará a la vez el desmantelamiento pacífico del régimen. Ellos o México.
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