19 de septiembre de 2015     Número 96

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El poder simbólico del asalto
al cuartel madera


Identificación de los cadáveres en Ciudad Madera. A la derecha, de suéter gris, el profesor Simón Gómez Ramírez, hermano del doctor Pablo Gómez.
FOTO: Comité Primeros Vientos

Rosa Albina Garavito Elías

Hace algunos días, en lugar de asalto al Cuartel  Madera, dije “asalto al Cuartel Moncada”. El lapsus no hizo más que expresar en palabras la imagen que apareció en mi mente cuando, en agosto de 1971, por primera vez escuché a Raúl Ramos Zavala hablar de ese hecho histórico. Me bastó esa mención para que a la acción del Grupo Popular Guerrillero comandado por Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez, en Chihuahua, le otorgara el mismo significado que a la gesta del Movimiento 26 de Julio que dio inicio a la caída del régimen de Fulgencio Batista en Cuba. De muchos hilos seguramente se tejió la semejanza: del afán justiciero y libertario de ambos movimientos; de la unión indisoluble entre teoría y práctica; de la acción política como sinónimo de ética; de la utopía socialista como respuesta al rampante capitalismo. También del ingenuo deseo de que acciones audaces sean capaces de conquistar la victoria en tiempos relativamente cortos; de la vecindad geográfica entre ambos países; de la cercanía en el tiempo; de la asfixia provocada por la Guerra Fría y el anticomunismo de la época, entre otros. Lo cierto es que los vasos comunicantes entre ambos hechos se percibían reales y constituían el antecedente histórico más importante para que sectores de jóvenes de la generación de 1968 viéramos en ellos la luminosa inspiración para iniciar un cambio revolucionario en nuestro país. Como buenos soñadores, no reparamos en las distintas condiciones históricas que determinaron abismales diferencias entre los resultados de la guerrilla urbana que reconoció en el asalto al Cuartel Madera su hito fundador, y el triunfo del Movimiento 26 de Julio. Sin duda esta errónea equivalencia constituye materia de investigación histórica, pero también es cierto que no disminuye un ápice la fuerza simbólica que adquieren las gestas heroicas en el inconsciente colectivo y su relevante papel en el desarrollo de los movimientos sociales y políticos.

Porque el asalto al Cuartel Madera fue eso, una gesta heroica. La fuerza de sus imágenes y de sus relatos despojó de manera fulminante a los gobiernos priistas de la legitimidad que ostentaban sin pudor como herederos de la Revolución Mexicana. Aunque de acciones heroicas estaba plagado el camino de las luchas sociales en el México de la primera mitad del siglo XX, las causas del movimiento encabezado por Arturo Gámiz y por Pablo Gómez daban un mentís rotundo al reparto agrario como bandera de los gobiernos post revolucionarios, y exhibían el violento y acelerado proceso de reconstitución del latifundio. Por lo demás, en una entidad cuna de la Revolución Mexicana. En este contexto, la figura del gobernador Práxedes Giner Durán, y su macabra frase pronunciada mientras enterraban a los guerrilleros muertos en una fosa común: “Era tierra por lo que peleaban, ¿no? ¡Pues denles tierra hasta que se harten!”, no hicieron más que dibujar de manera patética la esencia de esos gobiernos. Gesta heroica también por el martirologio que la caracterizó: concluido el combate en el Cuartel Madera, los cuerpos de los guerrilleros fueron paseados en carretas por los alrededores, para su escarnio y el escarmiento de sus simpatizantes. Herederas inmediatas de aquel heroísmo fueron las mujeres, entre las que se encontraba Alma Gómez, hija del doctor Pablo Gómez Ramírez, quienes fueron a limpiar la tumba y colocar flores pocos meses después del asalto, rodeadas por un batallón de soldados que las apuntaba con sus armas. Gesta heroica cargada de simbolismo, además, porque el grupo de combatientes estaba formado por maestros y estudiantes, expresión del desarrollo urbano del país, es decir sectores urbanos aliados con el movimiento campesino. Pecado de origen imperdonable para un régimen político construido de manera terca y contumaz con la estrategia política de la división de las luchas sociales, desde la creación en 1915 de los Batallones Rojos de la Casa del Obrero Mundial, contra las fuerzas campesinas de Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Pocos años después del asalto al Cuartel Madera, se desarrollarían las guerrillas rurales de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en Guerrero, ambos egresados de la Normal Rural de Ayotzinapa. Madera había marcado ya el camino, no sólo para la guerrilla rural, sino también para la guerrilla urbana que iniciaría después de la matanza del 10 de junio de 1971, cuando una movilización estudiantil pacífica fue reprimida por el grupo paramilitar Los Halcones. Así, los sectores de estudiantes radicalizados después de la masacre de Tlatelolco de 1968 encuentran en ese 10 de junio el eslabón necesario para reconocerse como herederos del grupo de combatientes de Madera.

Este hito histórico quedó plasmado en la fundación de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC23 de Septiembre), cuando la confederación de grupos armados reunidos en Guadalajara, en mayo de 1973, así se autonombró. Raúl Ramos Zavala no se enteró de que su evocación fue premonitoria, pues lo mataron en febrero de 1972 en el Parque México. Y a propósito de hitos y símbolos, ahora que veo las fotografías de Arturo Gámiz, le encuentro un asombroso parecido con aquel joven regiomontano, egresado de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), líder del llamado grupo Los Procesos, vertiente fundamental en la fundación de la LC23 de Septiembre. Arturo y Raúl eran jóvenes de complexión delgada y de mirada profunda e inteligente.

Liga Comunista 23 de Septiembre. ¿El grupo que realiza el asalto al Cuartel Madera, en quien se inspira el nombre de la Liga, era de matriz marxista? ¿Pretendía, como sus herederos seis años después, la instauración de un régimen socialista en el país? En ello también son precursores, pues a pesar de haber participado en la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) y en el Partido Popular Socialista (PPS), ambos de inspiración lombardista, rompen con ambas organizaciones tras considerar que las mismas no llevarían la lucha por la reivindicación agraria hasta el final. A su interior habían acompañado de manera decidida la gestión campesina frente a la Secretaría de la Reforma Agraria, responsable del reparto agrario. Pero el mandato emanado del artículo 27 de la Constitución de 1917 fue combatido desde sus orígenes por la rica burguesía latifundista, ganadera, minera y maderera del norte del país. La decisión de tomar las armas en 1965 para hacer realidad el derecho a la tierra no fue más que la respuesta a la metódica represión de que fueron objeto los demandantes de tierras y sus familias. Represión que llevó al asesinato del profesor Jesús Luján Adame y del líder indígena Carlos Ríos Torres en 1963, a manos de los caciques.

Así, la ideología y el programa que alimentaron los afanes revolucionarios de aquellos jóvenes se abrevó de las mismas demandas agrarias de la revolución iniciada en 1910, amalgamados más tarde en un materialismo histórico elemental y en el nacionalismo y anti imperialismo, que se alimentaron no sólo de su inicial lombardismo, sino de la lucha cotidiana contra terratenientes extranjeros. Ello se desprende de una lectura somera de los documentos elaborados y discutidos en los dos Encuentros de la Sierra que el grupo realizó en Chihuahua y en Durango.

En la decisión del Grupo Popular Guerrillero de romper con la UGOCEM y el PPS, seguramente estuvo la necesaria radicalización de su lucha frente a la obstinada represión de los gobiernos local y nacional, y también la opción por el socialismo declarada por Cuba en 1962. Elegir la vía armada y adscribirse a un marxismo ad-hoc ha sido desde entonces una constante de los movimientos guerrilleros del país para dejar claro su rechazo al capitalismo depredador. En ello también marcaron la pauta. Lo cierto es que el sacrificio de estos jóvenes luchadores tuvo como causa esencial la falta de cumplimiento de las demandas de Tierra y Libertad por las que se habían levantado los campesinos 50 años atrás en el país.

Esta, mi gran conclusión, muy similar al descubrimiento del hilo negro, la corroboré en Madera durante la conmemoración del 40 aniversario del asalto al cuartel, cuando tuve el privilegio de conocer y charlar con Ramón Mendoza. Ramón fue sobreviviente de dicho asalto y pasó a formar parte del grupo de Óscar González –también sobreviviente-. Poco después, en otra acción plena de audacia, Ramón fue detenido en Sonora y enviado a las Islas Marías. Ahí estuvo preso hasta que gracias a su determinación logró escapar asociado con un delincuente común. Fue una evasión preparada con paciencia, alimentada de amistad, solidaridad y llena de poesía e ingenio libertario. Pero además de la fascinación por su relato que ya me había cautivado horas antes en voz de Bertha Vega, ex militante del Movimiento de Acción Revolucionaria (relato que inspiró a Carlos Montemayor para escribir La fuga), hubo en nuestra charla una revelación que me conmovió profundamente: mientras con mucho orgullo Ramón me presentaba a su hijo, un jovencito de aproximadamente 15 años que estaba cursando la preparatoria, me decía con igual satisfacción que por fin tenía un pedacito de tierra y una casa, que era lo que más había anhelado en la vida. ¡Por un pedacito de tierra y educación para su hijo, ese hombre desdentado, de estatura baja, cabello muy negro y ojos sonrientes que estaba frente a mí, había sido capaz de tantas acciones heroicas! Pareciera que decisiones firmes en torno al reclamo de derechos elementales negados de manera obstinada por los gobiernos impopulares, son la materia de la cual están hechas gestas heroicas como el asalto al Cuartel Madera.

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