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50 años del asalto al cuartel madera Marco Rascón Mi generación fue precoz políticamente, por una razón particular: En 1965 la Universidad de Chihuahua albergaba en su campus a la Escuela Preparatoria y la Secundaria, por tanto, a los 12 años ¡ya éramos universitarios! El día 23 de septiembre de 1965, recién ingresado a la secundaria vimos pasar sobre nosotros pesados aviones militares que volaban en dirección a la sierra. A las pocas horas, empezó a esparcirse la noticia: un grupo armado había atacado el cuartel militar de Ciudad Madera y había muchos muertos. Por ello, a las pocas horas de esparcirse la noticia de las Extras ¡donde se veían fotografías de los cadáveres y las armas de los asaltantes del cuartel y al gobernador Giner Durán declarar: “Querían tierra. Denles hasta que se harten”!, la conmoción fue general y nadie escapaba a las conjeturas y el asombro, pues hasta el cura de Madera se negó a oficiar los sacramentos para los guerrilleros muertos. ¿De dónde venían? ¿Quiénes eran? ¿Cuáles eran sus motivos? ¿Qué pasaría? ¿Nos invadirían los comunistas? ¿Qué significaba la palabra “guerrillero”? ¿Quiénes eran los guerrilleros? El shock en la Prepa y la Universidad vino cuando empezó a fluir la información y se conocía que los guerrilleros eran estudiantes y maestros ejemplares no sólo de la vecina Escuela Normal a unos metros de nuestra escuela, sino que además eran maestros de la Normal Rural de Salaices, dirigentes sociales y agraristas contra los grandes latifundios. En esos días, escuchamos por primera vez los nombres de Arturo Gámiz García, profesor rural y principal dirigente de la guerrilla; Pablo Gómez Ramírez, médico y profesor de la Escuela Normal Rural “Ricardo Flores Magón”, de Saucillo, Chihuahua; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; Antonio Scobell, campesino; Óscar Sandoval Salinas, estudiante de la Escuela Normal del estado; Miguel Quiñones Pedroza, profesor rural y egresado de la Escuela Normal Rural “Abraham González”, de Salaices, Chihuahua; Rafael Martínez Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera. A partir de ese momento, la política y la necesidad de una nueva revolución se nos metió hasta los huesos. En Chihuahua, ya nada fue lo mismo. Empezó el despliegue de luchas en la universidad; la integración de la Escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez; las huelgas de trabajadores de Triplay de Parral, de la Pepsicola y de Aceros de Chihuahua, y de los electricistas de la Tendencia Democrática y los maestros de las secciones octava y 42. La universidad se convirtió en semillero de profesionistas progresistas, comunistas y liberales radicales. La ciudad se llenó de cafés literarios, exposiciones de pintores y el teatro floreció como nunca, pasando de los clásicos a lo crítico. Los conciertos de música contestataria empezaron a presentarse en el Paraninfo y la Prepa. Entre 1965 y 1974, Chihuahua fue un laboratorio de lucha armada, social y política. Por ello, la oligarquía del norte exigió el aplastamiento de aquella efervescencia revolucionaria. En 1983 la oligarquía norteña cambió de partido y vino el giro hacia la derecha y el ascenso del PAN en el norte. Desde entonces, entre PRI y PAN han buscado acabar con la memoria de Madera 1965 y de las luchas sociales y democráticas hasta 1983. A 50 años, recordar a los caídos en Madera, es renovar la siembra por un México mejor.
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