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La vida rural en la región de Temósachic, Arturo Gámiz Muerto en el asalto al Cuartel Madera; texto publicado en La Voz de Chihuahua, el 12 de mayo de 1963
El Mineral de Dolores es una población entre Madera y el límite con Sonora. A principios del siglo tuvo un auge económico formidable. Doscientos mineros trabajaban en las minas. Más de cien mulas llevaban cada mes el fruto de las entrañas de la tierra: oro y plata. El caserío se extendía de la cima de las montañas al fondo de los arroyos. Hoy resulta difícil creer todo eso. La mayor parte de las casas han sido devoradas por el monte y en época de lluvias hay unos 50 vecinos. Hace más de 20 años se paró el trabajo en las minas, las compañías extranjeras se llevaron toda la riqueza y dejaron sólo las ruinas, montes talados y nostalgia. Pero la decadencia de toda esa inmensa región de Sonora a Temósachic, no sólo se debe a que se acabó el trabajo de las minas; hay otra causa importante; se formó y enquistó un cacicazgo, un imperio de asesinos. Durante 20 años la sierra ha sido la tierra sin ley . Los Ibarra y los Vega, pandilla de sinvergüenzas, han sembrado el terror y la desolación, han llevado el luto a muchas familias, hundiendo en la miseria a otras, humillando e intranquilizando a todos. Empezaron a apoderarse de las tierras desde Sonora hasta Temósachic, por todos los medios fraudulentos imaginables. Cuando quieren un terreno simplemente lo toman y si el poseedor protesta y no desaloja el rancho, se lo queman con todas sus pertenencias, le destruyen sus siembras y le matan o roban sus animales, y si el ofendido sigue protestando, lo hacen objeto de todo tipo de persecuciones y violencias: lo matan o mandan matarlo. Por medios semejantes, han adquirido ganado. Durante años se dedicaron a la fabricación clandestina de sotol. Explotan a sus peones y les roban el pago como en la época porfiriana. No hay espacio para relatar todas las fechorías de estos caciques. Los malos de las películas texanas se quedan cortos y chicos junto a los Vega y los Ibarra. Con el respaldo de la empresa Bosques de Chihuahua, han quemado algunos ranchos como el de Timoteo Castellanos en el Salitre y el de los Olivas en Las Varas, dejando a las familias a la intemperie y sólo con las escasas pertenencias que lograron salvar de las llamas justo con su vida. Han matado gente en Agua Amarilla, Carrizito, Dolores, Temósachic, en el camino real, etcétera, etcétera. Han fabricado delitos y calumnias para mandar a la cárcel a cuanto ciudadano honrado y pacífico les estorba. Han azotado a decenas, han robado mujeres. Todo impunemente. Son amigos de Borunda y de muchos influyentazos. Compraban autoridades o las nombraban ellos. En Dolores sostuvieron durante 18 años al mismo presidente. Esa ha sido una de las causas fundamentales de la decadencia de la sierra. Donde hay intranquilidad, donde no hay garantías, donde hay injusticia no puede haber progreso, pues la inseguridad en el porvenir mata la iniciativa creadora de los hombres. En esas condiciones no se le encuentra sentido y justificación al trabajo. ¿Para qué sembrar?, ¿para qué hacer casa?, ¿para qué arreglar caminos?, ¿para qué abrir magüechis?, ¿para qué poner huertas?, ¿para qué hacer presones, limpiar aguajes y otra obras si tal vez mañana lleguen los pistoleros y nos quemen el rancho o nos destruyan las siembras o simplemente no echen de aquí?, ¿si tal vez mañana metan cerco para quitarnos los aguajes y las tierras que abrimos al cultivo? Así razonan los campesinos con toda exactitud. Todavía no hace un año, por ejemplo, que a los campesinos de Santa Rita, municipio de Temósachic, les quitaron las tierras con todo y siembras. Matar el ganado, quemar las huertas, cercar los aguajes y los pastizales, es práctica casi cotidiana de los caciques. Pero no hay mal que dure cien años ni quien los aguante. La sierra vive hoy una nueva etapa que se caracteriza por la lucha a muerte contra los cacicazgos que apadrina Bosques de Chihuahua. Esta lucha la encabeza desde hace tres años la UGOCM. Uno de sus triunfos iniciales fue que se desorganizó la compañía ganadero-asesinos Cuatro Amigos. En diciembre del año pasado se logró otro triunfo importante: en Dolores, centro de operaciones y bastión de los caciques, el pueblo destituye al presidente que tenía 18 años en el poder y elige democráticamente a Salvador Gaytán, enemigo de los caciques y de la injusticia, y empieza así una nueva etapa del progreso. Se construye una escuela a la que asisten 65 niños y se la incorpora al sistema estatal; se arreglan la plaza, las calles, los caminos; se construyen canchas para basquetbol y volibol; se hace una campaña de vacunación contra la viruela, la difteria, la tosferina y el tétano. Acaba de inaugurarse un puente de 40 metros de largo con altura de más de 30 metros, con bases de concreto y estructura metálica, con el cual está asegurada la comunicación permanente –durante todo el año- y no sólo en los meses secos. Pronto se construirá un templo, la casa para el maestro, etcétera. Vuelve a haber trabajo, educación, deporte, comunicaciones. El pueblo se unifica y organiza, pierde el temor a los caciques y se dispone a luchar por su destino y por un mayor objetivo, que es el ejido. Se afectarán las ilegales propiedades de los caciques, quienes no se resignan ni duermen. Acostumbrados a que sus deseos eran órdenes y su palabra ley, hoy que no gozan de autoridad ni de impunidad, hoy que se les somete al orden, reaccionan violentamente. Pero conscientes de que no pueden actuar con la impunidad de antes, siguen un plan inteligente, para volver por sus fueros y quitarse al nuevo presidente: azuzan a sus incondicionales para que lo provoquen. Porque no les permite fabricar licor clandestinamente, porque pide cooperación para las obras de beneficio colectivo, porque cobra las guías de ganado, porque exige el permiso correspondiente para bailes y “gallos”, por cualquier motivo o sin él, los incondicionales de los caciques provocan al presidente; pero pase lo que pase, son éstos los responsables porque ellos azuzan y dirigen a los provocadores. La hora de los cacicazgos y de los latifundios ha sonado. *Transcrito por José Santos Valdés en su libro: Madera, publicado en México D.F. en 1968. Pp. 69 y ss.
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