Con el agudo sonido de cuatro F-5 que sobrevolaron el Centro Histórico capitalino se abrió paso la parada militar en ocasión del 205 aniversario de la Independencia nacional. Por esta vez el privilegio a la vanguardia en el desfile correspondió a la Fuerza Aérea Mexicana, una deferencia del Ejército, en ocasión del centenario del surgimiento de la aviación militar en el país.

Para celebrar en grande la efeméride se tenía previsto que el despliegue aéreo fuera la parte estelar del desfile, para lo cual se pretendía el vuelo de 160 aeronaves, pero las condiciones climatológicas estropearon la celebración y únicamente tomaron parte cuatro aviones F-5, helicópteros y una escuadrilla de aviones Pilatus PC-7. El resto de las naves se quedó esperando, infructuosamente, a que el cielo nublado del valle de México les permitiera tomar parte en el festejo.

Surgida literalmente al calor de la revolución, el Arma de Aeronáutica fue instaurada por el entonces jefe del ejército constitucionalista, Venustiano Carranza, mediante decreto del 5 de febrero de 1915, en Los Faros, Veracruz, como antecedente de la Fuerza Aérea Mexicana, que fue formalizada constitucionalmente casi 40 años después.

Ayer, 100 años después del decreto carrancista, por primera vez en la historia un general de división piloto aviador fue el comandante de la columna de la parada militar.

En el balcón presidencial, representantes de los tres poderes: Enrique Peña Nieto, comandante supremo de las fuerzas armadas, y su esposa, Angélica Rivera, flanqueados por los presidentes del Congreso, el senador Roberto Gil y el diputado Jesús Zambrano, así como Luis María Aguilar Morales, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Todos ellos acompañados de la máxima jerarquía castrense, los secretarios de la Defensa y la Marina, general Salvador Cienfuegos Zepeda y almirante Vidal Francisco Soberón Sanz.

Hacia las 11 horas la larga espera para presenciar el desfile comenzaba a ser inquietante –algunos llegaron desde las 9 de la mañana para ocupar espacio privilegiado–, por lo que cuando por fin comienza a escucharse ahí vienen ya los militares, la algarabía se desata.

Desfile militar por el Día de la IndependenciaFoto José Antonio López

En el corazón del Zócalo sólo había invitados especiales y fuerzas militares. Copado por las tropas a las que el Presidente pasó revista, no hubo acceso al público para ver el descenso de paracaidistas, las salvas de los cañones o los mosaicos monumentales que realizaron 4 mil 800 militares.

Sobre la calle 5 de Mayo, a la distancia, se comenzaba a escuchar el paso marcial de los primeros contingentes de la Fuerza Aérea Mexicana, los más vitoreados, no por la efeméride –que prácticamente nadie conoce–, sino por la circunstancia de abrir el espectáculo castrense.

Entre la multitud nadie sabía que hace especial el día para los agrupamientos de la Fuerza Aérea Méxicana, que destacan con sus cánticos más sonoros y con diversas bandas de guerra que no pararon en su recorrido con marcial precisión.

Casi dos horas de desfile, pero el contingente más numeroso era el policiaco, desplegado a todo lo largo de la ruta. Cada tres metros un policía para impedir el paso y reforzar el enorme mecate tendido a lo largo de las calles para acotar a los espectadores.

Al paso del desfile, los contingentes eran más sofisticados en sus atuendos, en especial los efectivos de las fuerzas especiales que lo mismo marchan pintarrajeados de negro, que de camuflaje militar.

Día propicio para que la Armada de México estrenará sus nuevos uniformes camuflados, elaborados con una téla térmica especial cuyas características tecnológicas permiten conocer quién porta ese uniforme y cuenta con sistema de geolocalización, para evitar desapariciones. Además, los marinos también estrenaron su versión del Humvee, que se diferencia e los vehículos de la misma marca que utiliza el Ejército por su blindaje.

Tras el paso de más de 12 mil elementos, el parte rendido al Presidente fue: Sin novedad.