a bancada del Partido Demócrata en el Senado de Estados Unidos logró bloquear ayer una iniciativa de ley del Partido Republicano que planteaba la anulación del tratado de no proliferación nuclear suscrito en julio pasado entre Irán y el Grupo 5+1, que reúne a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) –China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Rusia– más Alemania.
El rechazo legislativo a la iniciativa republicana fue calificado por el presidente Barack Obama de una victoria de la diplomacia para la seguridad nacional de Estados Unidos y del mundo
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En efecto, la votación de ayer en el Senado sienta un precedente saludable con miras a la ratificación definitiva del referido acuerdo por el Congreso estadunidense, que deberá darse a más tardar el 17 de septiembre. No puede pasarse por alto, sin embargo, que ni el resultado legislativo de ayer, ni siquiera la eventual implementación del tratado referido, conjuran el riesgo de que el belicismo proverbial de Washington eche por la borda el avance logrado hasta ahora en la resolución del conflicto por el programa nuclear iraní.
Al respecto, es pertinente contrastar la postura de los senadores demócratas –que en esta ocasión se sumaron a la diplomacia de la Casa Blanca en torno a Irán– con la de la precandidata demócrata a la presidencia Hillary Clinton, quien el pasado miércoles señaló que, de llegar a la oficina oval, no dudará en adoptar acciones militares si Irán intenta hacerse con una bomba nuclear
y dijo que, cuando se trata del régimen de los ayatolás, lo mejor es no confiar y además verificar
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Semejante gesto constituye un retorno de Clinton a las posturas belicistas e intransigentes que han caracterizado a Estados Unidos a lo largo de su historia y que al día de hoy, al menos en lo que se refiere a Irán, parecían circunscritas al Partido Republicano y los halcones de Washington. Para colmo, la actitud provocadora de la ex secretaria de Estado luce innecesaria e incluso contraproducente a la luz de la configuración actual de un electorado estadunidense en el que el voto patriotero, xenófobo y conservador ha dejado de ser determinante.
En contraparte, en un entorno internacional crecientemente complejo y multipolar, Clinton contribuye a fortalecer un discurso simplista y faccioso que en nada contribuye a lograr el entendimiento de los múltiples actores internacionales y que, al contrario, abona a la tensión entre Teherán y Occidente y al enrarecimiento del clima político en Oriente Medio.
En suma, las declaraciones mencionadas hacen un flaco favor a Hillary Clinton en su pretendido afán de presentarse como un buen prospecto de jefe de Estado y como una agenda diferenciada de sus contrapartes republicanas para dirigir la diplomacia de la superpotencia.