aniel Barenboim es uno de los más talentosos músicos desde hace varias décadas, tanto en el piano como en la dirección de orquestas. Es también un símbolo de la tolerancia étnica y religiosa, y un luchador contra el fanatismo de cualquier color.
En estos momentos el régimen iraní se exhibe ante el mundo como uno de los paladines de la intolerancia, como también lo hizo, en relación con el gran músico, el gobierno de Israel en 2001 y también ahora.
A simple vista pareciera que Barenboim disfruta de crear polémica con sus conciertos, pero no es así. Al contrario, lo que intenta es demostrar que la intolerancia debe tener límites y usa la música universal para poner a prueba a los fanáticos tanto judíos como musulmanes.
En estas semanas ha intentado dirigir la orquesta de la Ópera de Berlín en Teherán, capital de Irán. El Ministerio de Cultura de ese país se opone: acepta a la orquesta pero no al director, por ser israelí. La paradoja es que el Ministerio de Cultura de Israel también se opone a que Barenboim dirija una orquesta alemana en un país musulmán.
En 2001 Barenboim organizó un concierto con la Orquesta Estatal de Berlín en Jerusalén, Israel. Su programa era Wagner (La Walkiria), y lo tuvo que cambiar por presiones de los sionistas, tanto de dentro del gobierno como de fuera de éste. Sin embargo, al terminar el nuevo programa, anunció que en el bis interpretaría una obra de Wagner, agregando que los que no quisieran escucharla abandonaran la sala. El argumento implícito era que nadie podía reprocharle al director de orquesta que interpretara lo que le diera la gana, pues el programa por el que había pagado el público ya se había cumplido. El bis siempre es un obsequio después de un programa. La mayoría de la audiencia aplaudió incluso de pie, pero hubo algunos que no sólo se salieron sino que le gritaron a Barenboim fascista
. El director y pianista, conviene recordarlo, es argentino y tiene nacionalidad israelí y también española, además de ser palestino honorario. Es, por cierto, el primer ciudadano con nacionalidades israelí y palestina y partidario de la paz y la convivencia entre ambos países.
Lo que ha hecho el gobierno de Irán es una ofensa a la música y al genial músico. Ha resaltado su nacionalidad israelí sin tomar en cuenta la palestina. Peor aún, ha pasado por alto que un virtuoso de la talla de Barenboim es universal y que no le pertenece a nadie sino a todos, judíos y no judíos. Guardando todas proporciones es como el caso de Wilhelm Furtwängler, acusado de ser nazi porque resolvió quedarse en Alemania durante la dictadura de Hitler. Pero este gran director no fue nazi y de hecho protegió a varios músicos judíos. Hoy en día, pese a las controversias alrededor de su figura, Furtwängler es reconocido como uno de los más brillantes músicos del siglo XX. Sus interpretaciones de Beethoven, de las que guardo con celo algunas grabaciones en monoaural, han sido inigualables. Von Karajan sí perteneció al Partido Nazi, pero nadie puede negarle su extraordinaria calidad al frente de las más prestigiadas orquestas. En el polo opuesto podríamos recordar el caso de Dmitri Shostakóvich, quien perteneció al Partido Comunista de la Unión Soviética y hasta fue miembro del Soviet Supremo de la URSS, a pesar de haber sido limitado en sus composiciones por el régimen estalinista. Dicho sea de paso, Shostakóvich fue abiertamente contrario a los antisemitas, tanto dentro como fuera de la Unión Soviética, y convirtió en música (Sinfonía número 13) el famoso poema de Yevtushenko sobre la matanza de judíos en Babi Yar.
La intolerancia en las artes (y en las ciencias) es una peculiaridad de los regímenes dictatoriales y totalitarios, igual se trate de Israel que de Irán, de la Alemania nazi que de la Unión Soviética durante el estalinismo. La intolerancia de Israel con los palestinos (que ha sido más que intolerancia) ha sido tal que muchos judíos, incluso de la Universidad de Tel Aviv, han protestado y han defendido a los palestinos, como lo ha hecho también Barenboim. Si hemos protestado por la intolerancia de las derechas sionistas en y fuera de Israel, pienso que estamos obligados a hacer lo mismo por la intolerancia iraní contra un judío dispuesto a dar un concierto en un país musulmán por religión, gobierno y legislación (es una república islámica).
Si alguien quiere llorar de emoción con Barenboim, recomiendo uno de mis conciertos preferidos: el Triple concierto de Beethoven con él al piano, Yo-Yo Ma al violonchelo e Itzhak Perlman al violín (véase). Vale la pena.