l 20 de julio finalmente se restablecieron las relaciones entre Cuba y Estados Unidos (EU). La bandera cubana se izó en Washington, y se permitió a los diplomáticos cubanos que pudieran hacer uso de los cajeros como señal de benevolencia a pesar de que el bloqueo continúa. Desde el 14 de agosto la bandera estadunidense ondea en Cuba. Esta parece ser la señal de arranque para muy diversos emprendedores, contratistas
actualmente, pues algunos creen que ha llegado la hora de hacer las maletas y volver a La Habana como si fueran aquellos años 50 cuando los marines, trepados en la estatua de Martí, se orinaban desde allí. Otros, por el contrario, se indignan y claman enfurecidos que en Cuba nada ha cambiado
y hay que clausurar estos intentos. En medio se presentan todo tipo de opiniones sobre los efectos que tendrán las aperturas escalonadas de esta compleja normalización
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Las posiciones extremas parten del mismo error: el desconocimiento de las raíces profundas del rompimiento y diferencias entre los dos países, así como el desconocimiento de la envergadura y el arraigo de la dignidad y soberanía entre los cubanos. Unos creen que pueden regresar y comprar y corromper todo de nueva cuenta en el sacrosanto mercado, porque piensan que los cubanos están más que ansiosos por volver al redil colonial a cambio de espejitos tecnológicos, mientras otros sostienen aún las mismas patrañas que divulgaban en la radio de Miami y creen que para volver al idílico estado de colonia hay que regresar a La Habana con las cañoneras por delante. En las maletas de unos van los dólares, en las de los otros van la revancha y el rencor.
En medio de todo esto resultan curiosas y caricaturescas algunas manifestaciones en Cuba, como la de las llamadas damas de blanco
, que indignadas y portando máscaras de Obama, protestaron el 10 de agosto contra la reapertura de las relaciones. Una acción que revela claramente su adscripción incondicional a los rancios planteamientos de la mermada gusanera de Miami
más retrógrada y supongo que también por el miedo a perder ciertos recursos monetarios que obtenían. En esta misma dirección corren las preocupaciones de los cubanos que sueñan con viajar a la Yuma
(EU) y aprovechar aún la famosa ley de ajuste que los favorece incondicionalmente, angustiados se preguntan: ¿ahora que se restablecieron las relaciones nos tratarán como a guatemaltecos, hondureños o mexicanos? El miedo a perder estos privilegios los llena de zozobra.
Por otro lado, resulta desconcertante que muchos analistas y periodistas aquí retomen constantemente el simplista planteamiento de que en Cuba nada ha cambiado y se pregunten por qué EU ha hecho ciertas concesiones y Cuba no ha dado nada en retorno. ¿Qué tendría que dar Cuba a cambio de que sencillamente se respeten todas las leyes internacionales sobre las relaciones entre países y cesen el hostigamiento constante y el bloqueo unilateral e ilegal? ¿Por qué tendría que pedir perdón Cuba al gobierno estadunidense, por ser independiente, por tener un pueblo culto y educado, por dar salud gratuita a todos, por sostener sus principios sociales a pesar de la Ley Helms Burton que proclama el derecho unilateral de EU para intervenir por todos los medios en Cuba? ¡Qué tendría que conceder Cuba después de resistir durante más de 50 años un cerco brutal contra 11 millones de cubanos!
¿Qué le debe Cuba al gobierno de EU? Nada, absolutamente nada. En cambio los estadunidenses tienen una larga, muy larga lista de deudas con el pueblo de esa isla. Empezando por la Enmienda Platt impuesta por EU a cambio del reconocimiento de su independencia, ganada en una cruenta lucha que se desarrolló desde 1868 hasta 1898, por la autoconcesión del territorio de Guantánamo, las 138 víctimas directas de las acciones terroristas impulsadas por la CIA, la aplicación de leyes extraterritoriales, el bloqueo ilegal en tiempos de paz establecido con el fin de dañar la vida de todo un pueblo, los incontables actos de sabotaje y violencia auspiciados, la constante transmisión por radio y televisión de mensajes subversivos, el sostenimiento de organizaciones terroristas, etcétera. En realidad los analistas tendrían que preguntarse si normalización
de las relaciones significa retornar al mínimo respeto que cualquier nación soberana e independiente se merece.
En el contexto de los mensajes dobles, tanto de Obama como de otros funcionarios y políticos, no parece ser esta la verdadera intención, en términos reales parece ser que solamente quieren cambiar la táctica cavernícola por una moderna que los lleve al mismo resultado estratégico: la reconquista de Cuba. Los mensajes del pueblo y gobierno de Cuba, sin embargo, son claros y directos: se exige el respeto que todo pueblo amerita y la no injerencia en los asuntos nacionales, se sostienen los principios que a lo largo de estos 66 años se han construido, se demanda que se deroguen todas las medidas unilaterales y agresivas que han apilado en estos años. Desconocen a los cubanos si creen que se trata nada más de hacer las maletas y volver a La Habana.
*Profesora de la Universidad Pedagógica Nacional