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Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro Agricultura familiar para el desarrollo alternativo de microempresas Francisco Valdés Oyervides, Humberto González, Juan C. Zúñiga E. e Hilda Soria Profesores-investigadores de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN)
La eliminación del hambre es el único derecho calificado como “fundamental” por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Se considera una norma absoluta el nivel mínimo que debe garantizarse para todos sea cual sea el nivel de desarrollo de un Estado. El derecho a no padecer hambre está estrechamente relacionado con el derecho a la vida. La agricultura sustentable a pequeña escala no es un fenómeno reciente ya que se conoce que las civilizaciones antiguas desarrollaron la producción de alimentos en sistemas urbanos como el caso de mexicas, incas y mayas, y los sistemas de chinampas en México; de agua en Machu Pichu, Perú, y las chacras chilenas. El sistema de terrazas donde hoy se cultiva nopal verdura se desarrolló a partir de terrazas prehispánicas, bajo métodos de producción intensivos totalmente sustentables. Las chinampas evolucionaron, después de la llegada de los españoles, de un sistema de producción de cultivos, a un complejo que conjunta los huertos familiares, ganado de leche y producción de traspatio. Más recientemente, la tecnología de invernaderos ha sido adaptada a las chinampas abandonadas para alojar cultivos comerciales a lo largo de todo el año. En México, la mayoría de unidades de producción rural es minifundista: 3.3 millones posee sólo cinco hectáreas o menos. Este tipo de agricultura ha contribuido a la economía y a la seguridad alimentaria del país, a pesar de tener acceso limitado a los recursos y a la tecnología. La Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) tiene la función fundamental de impartir educación y formar recursos humanos en las diferentes áreas y niveles en las ciencias agrarias y en otras que la sociedad requiera, buscando que desarrollen juicio crítico, vocación humanista, valores democráticos y principios nacionalistas, y que resulten capaces de contribuir a la solución de los problemas del país en general y de su medio rural en particular. Otra de sus funciones prioritarias es realizar investigación en las áreas de su competencia, cuyos resultados favorezcan al desarrollo sustentable–tecnológico, social, económico y ecológico del país-, atendiendo las especificidades regionales, y preservar, promover, investigar y acrecentar la cultura, la ciencia y la tecnología en general, y en forma particular lo que se relaciona directamente con su naturaleza y misión de servicio, en un proceso de intercambio sistemático con la sociedad, para contribuir al desarrollo sustentable. La UAAAN desarrolla programas de asistencia técnica y capacitación en diversos temas y atiende a la ciudadanía y a la sociedad rural en general, principalmente familias, escuelas, grupos de vecinos, estudiantes y mujeres, que demuestran interés por la producción de alimentos sanos para el autoconsumo y comercialización en el marco de la economía solidaria y el comercio justo. También capacita a la población beneficiada en técnicas de producción orgánica. Los proyectos universitarios que han influido significativamente en los productores son los huertos familiares o de traspatio con la variante de manejo con componentes de tecnología convencional, y/o en forma orgánica y bajo cubierta en invernaderos. Estos proyectos los promueve la Universidad principalmente en el área rural y en menor escala en la zona urbana y semiurbana en los estados de Coahuila, Zacatecas y Nuevo León. En ellos intercala cultivos hortícolas como tomate, lechuga, acelga, chile, cebolla, coliflor, pepino, brócoli, calabacita, cilantro, nopal verdura y setas; plantas medicinales y aromáticas como manzanilla, menta, hierbabuena, orégano, mejorana, cilantro y albahaca; cultivos ornamentales como crisantemos, rosas, claveles y flores exóticas, y ganado con especies menores como cabras, aves de corral y cerdos. La Universidad maneja en forma integral los huertos dando énfasis a la elaboración de productos cosechados tales como conservas, productos medicinales y derivados de productos animales como lácteos y cárnicos. Promueve paquetes de agricultura familiar vía convenios con instituciones estatales y municipales, en los que contempla coordinación y vinculación con campesinos, técnicos, investigadores y funcionarios en diferentes niveles de gobierno. La UAAAN participa activamente, con proyectos de desarrollo, en la formación de microempresas para la producción de alimentos artesanales, industrialización de derivados de leche de vaca y carne de cerdo, elaboración de productos naturales con fines de salud, cosmético y de limpieza a base de plantas, elaboración de fertilizante a partir del estiércol, y lombricomposta. El manejo de huertos frutícolas, la implementación de jardines para la producción y aprovechamiento de plantas medicinales, las campañas antirrábicas y esterilización de perros, así como programas de educación ambiental para el reciclaje y manejo de residuos son algunas de las actividades que fomenta la Universidad como parte de su función prioritaria de promover el desarrollo. Lo anterior representa una integración de la Universidad con las comunidades o grupos más vulnerables de la población, así como con las familias de escasos recursos, mujeres, jefes de familia y personas adultas, coadyuvando a fomentar la producción saludable por medio de la agricultura de traspatio familiar para mejorar su condición nutricional. Chapingo y las escuelas campesinas José Sergio Barrales Domínguez Rector de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh)
Desde hace mucho tiempo, a quien vive en el campo y hace producir la tierra para su sobrevivencia se le llama campesino. Es una persona que desarrolla una actividad económica que le asegura su sustento individual o familiar, basada en la agricultura, ganadería y forestería. La agricultura es ciencia y arte, ya que para realizarla se necesita mucho conocimiento y habilidad para hacer producir a las plantas, sobre todo en las pequeñas áreas de la agricultura campesina, familiar o de subsistencia, basada en el conocimiento de la diversidad de las plantas y sus necesidades de espacio, aire, luz, agua y nutrientes. En pequeñas superficies, al disponerse de poco espacio para satisfacer necesidades de alimento, energía, salud y vivienda, el hombre se ve obligado a conocer a las plantas y sus dimensiones para distribuirlas y utilizar al ambiente de la manera más eficiente posible. Evita el dominio de una sola especie, colocando casi a nivel de suelo las plantas de menor tamaño y con baja necesidad de luz, y a partir de ahí coloca las plantas de porte intermedio o alto cuya demanda de luz es mayor. Asocia el manejo de las plantas con sus propiedades químicas, y la diversidad le permite producir alimentos, plantas medicinales y especies forestales para construir su vivienda. Si hay alguna enfermedad presente en la familia, sabe qué plantas utilizar, qué parte tiene mayor efecto, y si la planta a utilizar debe ser tierna o recia. Sin grandes estudios de bioquímica, sabe que una misma planta en sus primeras etapas puede ser tóxica, pero que en estado maduro pierde esa condición de riesgo. El campesino distingue las plantas benéficas de las que causan algún daño, evidenciado un alto nivel de conocimiento. A pesar de que este tipo de agricultura es atacada por mentes modernas, gracias a ella es que existen medicamentos químicos que se fortalecen con los extractos vegetales a partir de plantas cultivadas por los campesinos. Si de comer se trata, saben perfectamente que no es lo mismo comer que alimentarse. Según el medio ambiente donde se encuentra la unidad de agricultura campesina, será la diversidad de plantas que crecen y se reproducen, y con ello, la posibilidad de desarrollar el arte culinario. La comida a base de maíz, frijol, chile, calabaza y otras plantas que sirven de condimento es tan diversa como tipos de plantas se disponga y se haya generado conocimiento en su preparación. Aunque los mismos cultivos estén presentes en diferentes ambientes, el resultado es una variabilidad gastronómica generada por el conocimiento campesino, con base en el uso de materiales diferentes en su composición química. Hoy se sabe que la comida cambia si se modifican cantidades, tiempos de cocción, oportunidad de mezclas y hasta el fino conocimiento sobre el efecto de agregar una gota de limón, un trozo de una hoja de epazote o un trozo de cal viva. La cocina en la agricultura campesina es todo un arte, que algunos cocineros actuales incorporan en sus comidas selectas. Sólo los mexicanos modernos se atreven a reírse e ignorar la gran riqueza que se tiene en el campo mexicano, asociada con la agricultura campesina. Aunque los campesinos no saben que hay atracción entre la Tierra y la Luna que influye en el metabolismo de las plantas, sí conocen la importancia de sembrar en Luna llena o cuarto creciente, o los efectos de cosechar en otra etapa lunar. Saben que de esto depende la calidad de los alimentos, la resistencia de los granos a las plagas, la dureza de la madera o la vida útil de las frutas. Conocen las condiciones ambientales donde las plagas abundan. Saben del uso de ceniza para conservar sus granos, pero también que la protección es finita y se deshacen de los excedentes. Las unidades de producción no son prioritariamente para producir y vender, son para producir e intercambiar lo que se tiene por lo que no les es posible producir, todo bajo la conciencia plena de lo que significa disponer de comida. Así, la agricultura familiar es vasta en diversidad vegetal, conocimiento agrícola de acuerdo con el medio ambiente y habilidades para hacer producir la tierra, pero está herida de muerte. Ante una sociedad que avanza hacia el consumismo, los pocos productos logrados en la agricultura campesina no se aceptan por los consumidores, quienes caen en los brazos de lo superfluo basado en la figura y el color. Ahora importa más una manzana de gran tamaño, de color intenso, aunque sea insípida y con tufo a pesticida químico. Ahora preferimos comprar chiles chinos con trazas de fungicidas que chiles producidos por los campesinos en sus parcelas, que conservan el valor alimenticio de este extraordinario alimento y se cultivan sin insumos químicos. El resultado para la sociedad: disfunción alimenticia manifiesta en enfermedades. En la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), donde se expresa la pluralidad de ideas, hay corrientes de pensamiento y acción que se rigen por los principios consumistas de producir más y bonito, sin importar que el número de aplicaciones de pesticidas químicos pongan en riesgo la salud humana. Pero también han sobrevivido y existen corrientes del pensamiento que protegen, reproducen y enriquecen con el conocimiento generado con la ciencia actual, a los sistemas de producción agrícola basados en agricultura campesina o familiar. Las Escuelas Campesinas impulsadas por investigadores de Chapingo son espacios abiertos donde se incorporan grupos de campesinos para intercambiar el conocimiento generado por cada quien en su espacio y realidad: intercambian conocimiento sobre las formas de hacer agricultura de acuerdo con su ambiente, y lo difunden entre los participantes para su conservación. Los enfoques de economía solidaria, organización social y comercio justo, entre otros, permiten entender por qué, a pesar del embate brutal de la economía de consumo, la agricultura campesina permanece como una estrategia de sobrevivencia en una sociedad exterminadora. También se hacen trabajos de rescate y conservación de recursos genéticos importantes dentro de la cultura agrícola campesina, y se desarrollan estrategias para su conservación. Los campesinos identifican que algo les falta, y se les capacita sobre las técnicas para generar fertilizantes e insecticidas orgánicos a base de extractos vegetales y los adoptan con el convencimiento de que son favorables para la producción de sus alimentos. Chile Agricultores campesinos Julio A. Berdegué Investigador principal de Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
Desde que a fines de la década de 1980 se puso en marcha la estrategia neoliberal de desarrollo en América Latina, se agudizó el debate respecto de los efectos que la nueva política tendría sobre los agricultores campesinos y la forma de responder al nuevo contexto. Este debate intelectual y político se vivió con mucha fuerza en Chile, país que bajo la dictadura militar había sido pionero en implantar las políticas que más tarde se extenderían a toda la región. Bajo la dictadura se aplicó un proceso radical de contra-reforma agraria, se desmantelaron los servicios públicos de apoyo a la agricultura, se privatizaron las empresas del Estado ligadas al sector, y se abrió la agricultura a la competencia internacional. Además, las organizaciones campesinas sufrieron una feroz persecución y miles de dirigentes vivieron en carne propia la violación de sus derechos humanos. Los efectos iniciales fueron tan devastadores que el propio dictador debió implementar una serie de políticas para moderar el modelo neoliberal en el campo. El efecto agregado fue un proceso de modernización capitalista excluyente. Esa era la situación en 1990 cuando tomó posesión el primer gobierno democráticamente electo tras el término de la dictadura militar. El debate que se instaló en los sectores que accedieron al gobierno enfrentó tres posiciones. La primera era la visión según la cual la agricultura campesina tiene poca viabilidad de largo plazo, por lo que las políticas públicas deben orientarse a facilitar la transición de los hogares y de las personas a otras actividades económicas, mitigando los costos sociales del cambio. La segunda postura proponía una política cuyo objetivo central fuera dar protección especial a los campesinos, porque se pensaba que resultaba muy difícil que pudieran sobrevivir en una economía orientada a los mercados internacionales. Finalmente, un tercer grupo argumentaba que segmentos importantes de la pequeña agricultura tenían buenas posibilidades de ser competitivos aun en el difícil contexto económico imperante, y que las políticas debían estar orientadas a su participación exitosa en la economía del país, como condición básica para su viabilidad social y política de largo plazo. El programa del primer gobierno democrático zanjó la discusión en favor de la última de las tres posturas señaladas y esa orientación estratégica ha prevalecido sin mayores cambios hasta el día de hoy, en tanto que el presupuesto público dedicado a la agricultura campesina se ha incrementado de manera muy considerable. A 25 años de esta decisión estratégica, ¿han podido los agricultores familiares desarrollarse en una economía de mercado? El Censo Agropecuario 2007 y la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) de 2000 y 2011 nos permiten responder esta pregunta. Definimos a la agricultura familiar como la forma de organización para la producción agrícola que se basa principalmente en el trabajo de los miembros de un grupo familiar, independientemente de la forma de tenencia de la tierra, de la superficie de la unidad productiva, o del valor, volumen o destino de la producción. En primer lugar, el número de unidades productivas de la agricultura familiar no ha disminuido. De acuerdo con el Censo de 2007, en Chile hay 279 mil unidades de producción agropecuaria y forestal, de las cuales 79 por ciento corresponden a la agricultura familiar. Sin embargo, estimamos que en unas cien mil de estas unidades productivas (45 por ciento del total) los hogares que viven en ellas no dependen principalmente de la agricultura para su subsistencia. De hecho, entre 2000 y 2010 hubo una disminución de diez por ciento en el número de hogares que declaran que su principal ocupación es la agricultura por cuenta propia, aunque la caída de los hogares de empresarios agrícolas fue cinco veces mayor. De entre los hogares que declaran que trabajan de manera importante en la agricultura familiar, en 2011 el 71 por ciento generó más de la mitad de su ingreso en esta actividad; este grupo de hogares de agricultores familiares especializados, aumentó en siete puntos porcentuales respecto del año 2000. En 2011, además, 18 por ciento de los hogares con dedicación a la agricultura familiar generaban entre 25 y 50 por ciento de su ingreso en esta actividad; los podemos llamar agricultores familiares diversificados. El resto, 11 por ciento de los hogares, obtenían de esta actividad algo menos de 25 por ciento del ingreso familiar. En resumen, en Chile hay un grupo muy importante de hogares que, teniendo tierra, se dedican principalmente a actividades distintas a la agricultura familiar, pero entre los agricultores familiares hay una tendencia hacia la mayor especialización en esta forma de organización para la producción agrícola. Ahora bien, ¿cómo les está yendo a los hogares que generan 25 por ciento o más de su ingreso de la agricultura familiar? En los hogares de agricultura familiar diversificada, el ingreso agrícola registra un fuerte incremento de 55 por ciento en el periodo 2000-2011. Aun así, los ingresos que más crecen son los derivados de trabajos no agrícolas, los que se duplican en el periodo y pasan a constituir el 41 por ciento del ingreso del hogar, explicando el 62 por ciento del aumento en los ingresos totales de los hogares. En los hogares de la agricultura familiar especializada, el ingreso agrícola era dominante en 2000 y continuó siéndolo en 2011: representó 82 y 80 por ciento del ingreso total del hogar, respectivamente. El fuerte incremento (75 por ciento real) de esta fuente de ingresos explica el 77 por ciento del incremento en los ingresos totales de los hogares en el periodo. En resumen, a 25 años de la decisión estratégica de apuntar a la inserción exitosa de la agricultura campesina en la economía de mercado, el balance es que alrededor de la mitad de los hogares con tierra se dedican principalmente a otras actividades, pero que los agricultores familiares están teniendo éxito como agentes económicos competitivos y dinámicos.
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